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Opinión

La realidad vs indicadores

No hay una sola encuesta seria en la que las dos preocupaciones centrales de los mexicanos no sean la seguridad y la economía, su entorno y su bolsillo

Jorge Fernández Menéndez
Analista

jueves, 26 mayo 2022 | 06:00

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Ciudad de México.- No hay una sola encuesta seria en la que las dos preocupaciones centrales de los mexicanos no sean la seguridad y la economía, su entorno y su bolsillo. Puede ser que la popularidad presidencial siga estando alta, pero cuando se va hacia las políticas concretas, sobre todo en esos dos temas, los índices se derrumban. 

Dar a conocer números sin explicar contextos, realidades, situaciones particulares, sin poner el acento en los qué y el por qué la inseguridad se enraíza en distintos puntos del país, no tiene sentido. Incluso resulta contraproducente. El lunes, la secretaria de seguridad ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, informó en la mañanera que había avances en casi todos los índices de la seguridad pública. Puede ser, pero en las horas posteriores esas declaraciones se dieron de bruces con la realidad. 

En Sinaloa, fuerzas de la Guardia Nacional tuvieron durísimos enfrentamientos con grupos criminales del Cártel de Sinaloa; en Jalisco fueron mucho más duros aún, con la gente del Mencho y el CJNG. 

Esos enfrentamientos se trasladaron a Zacatecas, donde la aparición de muertos, desmembrados y los tiroteos entre grupos criminales es cosa de todos los días, incluyendo, el fin de semana, el asesinato de un niño de tres años en una iglesia. En Colima, como ya hemos dicho muchas veces, hay una ola terrible de asesinatos producto de luchas entre grupos que se han separado del CJNG, el martes hubo desde combates hasta cuerpos desollados, las imágenes son terribles. También el Ejército y la Guardia Nacional sufrieron ataques en Chihuahua. Los feminicidios siguen a la orden del día. Ahí está el de Cecilia Monzón para confirmarlo. 

Y la mañana de martes, en Celaya, Guanajuato, en otra de esas masacres que, según el Gobierno federal, ya no existen, aunque, en promedio, ocurren una o dos por semana, un grupo criminal de unas 15 personas llegó a un hotel en varias camionetas, ametralló a huéspedes y comensales en el bar del mismo, dejó unos 11 asesinados, luego, con bombas molotov, incendiaron el hotel, el bar y otros locales, y a unos metros de allí dejaron bolsas con tres cuerpos desmembrados. 

¿Recuerda usted cómo se celebró la detención de “El Marro”, el líder del Cártel de Santa Rosa de Lima? Pues bien, eso ocurrió hace casi dos años, pero desde entonces el huachicoleo, como muchas otras actividades criminales, sigue con toda intensidad en Guanajuato, así como los enfrentamientos entre grupos criminales y la expoliación de la sociedad, sobre todo con extorsiones. Y las masacres no sólo son cotidianas. 

El caso de Guanajuato es la mejor demostración de lo que decimos. ¿De qué sirve dar cifras de supuestos avances o festejar la caída de un criminal o la desaparición de su grupo si eso no se refleja en nada, si la violencia continúa sin modificaciones?, ¿cuál es la narrativa, la explicación que dan las autoridades para justificar que su estrategia de seguridad avanza, más allá de dar a conocer números que muchas veces lo que hacen es confirmar que no hay avance alguno, cuando la realidad muestra algo completamente diferente? 

La estrategia de abrazos y no balazos ha sido un rotundo fracaso. Todo indica que, en el ámbito militar, desde agosto pasado, ha comenzado una vuelta de tuerca en la misma y los picos de violencia, intercalados sucesivamente con caídas de los mismos, parecerían confirmar esos cambios. Pero los mismos no se explican ni parecen contar con una narrativa mínima que una situación como la que estamos viviendo exigiría. 

La estrategia tiene que ser combinar inteligencia con capacidad operativa; coordinar instituciones; no dar abrazos ni proteger criminales, sino dar golpes certeros a la cabeza y a la base de las organizaciones criminales, un día sí y el otro también; no permitir que se reagrupen y organicen; fragmentarlas; que el control territorial sea de las fuerzas de seguridad, no de los criminales. Por supuesto, depurar instituciones y mejorar la calidad de trabajo de las mismas. 

Y explicar qué está sucediendo y por qué.

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