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Opinión

Cultura de la paz para el buen vivir

La fidelidad con uno mismo en la búsqueda de la contribución a la construcción de la cultura de la paz

Departamento de Reflexión Interdisciplinaria Universidad Iberoamericana, Ciudad de México

Mtro. Alberto José Segrera Tapia

lunes, 18 octubre 2021 | 06:00

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Querido lector, querida lectora,

Esto nos muestra que también podemos ser presencia sumamente poderosa para saber acompañar al otro en el proceso de fluir de sus propios dolores. ¿Qué tanto he sabido estar presente para generar confianza a quien sufre, para acercarse a compartir conmigo su dolor?, ¿en qué voy bien y en qué podría mejorar al respecto? Y, además, cuando los dolores se comparten de manera mutua, la fluidez de los mismos suele ser menos compleja, la satisfacción que se va generando va siendo mayor y el vínculo entre ambos tiende a incrementarse de forma sumamente intensa y sólida.

El proceso anterior implica en muchas ocasiones generar y desarrollar el profundamente difícil proceso de saber “perdonar”, el cual se dice fácil, pero resulta sumamente arduo y complejo, sin embargo, siempre liberador y sanador. Cabe resaltar que el proceso de perdón no implica nunca de ninguna manera permitir que me sigan lastimando ni impunidad ante los daños causados… A partir de lo anterior conviene tener siempre claro y permanecer al pendiente de que nunca abusemos de nadie, pero que, simultáneamente, jamás permitamos que nadie abuse de nosotros, porque tan importante es la dignidad del otro como la mía.

Ahora bien, lo que he venido planteando hasta ahora aplica no sólo para nuestros encuentros interpersonales inmediatos, a los cuales estamos llamados naturalmente desde lo más profundo de nuestra esencia, sino también a nuestra pertenencia a grupos más amplios, a todos los grupos a los que pertenecemos, nuestra familia, nuestra colonia, nuestra comunidad, nuestro municipio, nuestro estado, nuestro país, la aldea global… la humanidad de la que formamos parte. En ocasiones hemos sabido desarrollar la capacidad de saber encontrarnos armónicamente con nuestros cercanos pero nos hemos olvidado de que nuestra presencia, sea la que sea, repercute necesariamente positiva o negativamente en los demás, en todos los demás, incluyendo a la persona que se encuentra en la situación más marginada y adversa. Al formar parte de una estructura social injusta soy corresponsable de dicha estructura por lo que soy corresponsable de las carencias y atropellamiento a la dignidad de las personas que padecen las consecuencias de dicha estructura opresora e injusta. Debido a ello, nuevamente, mi presencia social no es ni puede ser “neutra”, mi presencia social es preponderantemente humanizante o es preponderantemente deshumanizante, “no hay de otra”. Y, en gran parte, nuestra responsabilidad ante la injusticia ha sido responsabilidad de “omisión”, es decir, de todo aquello que no hemos elegido en nuestra vida por las opciones que hemos privilegiado. De ahí la invitación a reconocer nuestra irresponsabilidad (y nuestra responsabilidad) de “pensamiento, palabra, obra…y omisión”.

Tengo pues en mis manos la potente, infinita oportunidad de estar siempre siendo quien quiero estar siendo, ¿quién quiero estar siendo, hoy?, ¿en qué voy bien y en qué puedo mejorar al respecto?, ¿qué satisfacciones e insatisfacciones me genera lo que estoy optando por ser, para mí mismo y para los demás, de manera simultánea?

Y en la elección de sentido siempre escogemos –implícita o explícitamente– un motivador principal, central, el cual puede ser acorde con la naturaleza de lo humano o desacorde con él. Cuando te invité a preguntarte por lo que encuentras en tu esencia, ¿apareció la vivencia de estar llamados a saber amar cada vez más y de mejor manera?, te invito a que comparemos aquellas ocasiones en que hicimos algo movidos genuinamente por el amor con alguna otra ocasión en que hicimos algo movidos por cualquier otro motivador, y, haciendo la comparación, detectemos el grado de satisfacción y plenitud que cada uno de ellos nos proporcionó. A partir de la respuesta, elijamos cuál es el motivador principal que deseamos que siga impulsando nuestra existencia.

¿Qué tan fiel quiero seguir siendo con mi propia naturaleza humana?, ¿de qué me beneficiaría si lo hiciera?, ¿de qué me perdería si no lo hiciese? 

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Cultura para la Paz es un proyecto de El Diario de Juárez en alianza con el Tecnológico Nacional de México, campus Juárez, el Comité de Pacificación y Bienestar Social (Copabis) y el Centro Familiar para la integración y Crecimiento A. C. (CFIC).

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