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Opinión

Cultura de la paz para el buen vivir

La fidelidad con uno mismo en la búsqueda de la contribución a la construcción de la cultura de la paz

Departamento de Reflexión Interdisciplinaria Universidad Iberoamericana, Ciudad de México

Mtro. Alberto José Segrera Tapia

lunes, 27 septiembre 2021 | 06:00

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Querido lector, 

querida lectora,

Te decía pues que te ofreceré la respuesta que me surge a mí ante la pregunta ¿qué es lo que identifico como más profunda y esencialmente humano? Y de lo que me percato cuando me asomo a lo más íntimo de mí es que soy continua, irrenunciable e infinitamente “posibilidad”, y que, además esa posibilidad constante está siempre totalmente a mi disposición, es decir que, como humanos, permanece siempre en nosotros la oportunidad de decidir quién queremos estar siendo. Incluso no aprovechar esta posibilidad esencial es una elección. Estamos condenados a la elección continua. Podrás decirme quizá que en lo que estamos siendo influyen en nosotros lo que aprendimos de nuestros padres y maestros, lo que la sociedad nos ha moldeado o condicionado o aquello a lo que nos nuestros impulsos y necesidades básicas nos llevan… y estaré de acuerdo contigo, todos estos factores, efectivamente, “influyen” en lo que somos, pero no “determinan” nunca lo que somos. Así mismo, podría argumentarse, por ejemplo, que gran parte de lo que somos se debe al signo zodiacal al que pertenecemos… ¿de veras pensamos eso? O que somos lo que somos “porque Dios así lo quiso…”, sin percatarnos de que precisamente Dios nos creó “a su imagen y semejanza” y, por lo tanto, “irremediablemente” libres, de tal manera que pudiéramos disponer siempre quiénes queremos estar siendo. 

Así pues, te comparto que mi ser considera que los humanos somos seres que nos construimos a nosotros mismos, nosotros decidimos quiénes queremos estar siendo durante toda nuestra vida, por lo menos durante todo el tiempo que permanezcamos en esta Tierra (y muy probablemente también después de que partamos de ella). Esta disposición de sí mismo, a la cual estamos continuamente “impulsados”, es un bellísimo regalo y una preciosa oportunidad de construir, de manera creciente, lo que de nosotros mismos deseamos ser.

Se comprenderá que esta “libertad esencial” que implica la oportunidad irrenunciable de decidir quién queremos estar siendo implica también irrenunciablemente la “responsabilidad de nuestra elección continua”, y de todas aquellas opciones que no elegimos por haber escogido la que sí elegimos. Estamos pues como individuos y como especie “condenados” no sólo a la libertad sino a la “responsabilidad” de ella derivada. Somos pues irrenunciablemente responsables.

Ahora bien, el hecho de decidir quién queremos estar siendo (así, siempre en gerundio), requiere elegir un sentido para nuestra existencia (no “descubrir” un sentido previamente asignado para mí por algo o alguien más, de tal manera que nuestra labor existencial fuera, primero, “develar” ese sentido para, una vez develado, entonces decidir si nos entregamos o no a él). Somos pues, posibilidad infinita a nuestra propia disposición.

Sin embargo, una vez que hemos elegido sentido, es decir, a qué queremos entregar nuestra existencia –lo cual es indispensable pero no suficiente–, es necesario planear un “proyecto de vida” para concretar la vivencia del sentido elegido. Y, para llevar a la acción el proyecto se necesita –a diferencia de las plantas y los animales–, por ejemplo –también indispensablemente–, de la “voluntad”, es decir, el esfuerzo, la dedicación, el compromiso, la convicción, el cariño… incluso en situaciones que nos son difíciles de abordar. De ahí la invitación a ser siempre “hombres y mujeres de buena voluntad” (voluntad pues, no es sólo disposición –la cual se requiere–, sino, como ya se dijo, esfuerzo).

Querer refugiarse en perspectivas deterministas, tales como creer que somos producto de nuestra circunstancia o de lo que hemos aprendido, implica, además de una posición cobarde y desresponsabilizadora, un profundo desperdicio de nuestra oportunidad de crearnos a nosotros mismos y, por lo tanto, un muy triste desperdicio de esta maravillosa vida.

Por el contrario, el hecho de elegir con convicción y gozo (siempre con gozo) quién se quiere estar siendo –y llevarlo a la práctica–, implica aprovechar al máximo nuestra existencia.

Cabe aclarar que la oportunidad irrenunciable de elegir sentido y de llevarlo a la práctica con el proyecto acorde con dicho sentido, permanece siempre latente y pujando por concretarse, en situaciones favorables para ello, y también en situaciones adversas –incluso en las más adversas–.

Ahora bien, habiendo aclarado lo anterior, corresponde establecer que, dado que los seres humanos somos seres de naturaleza eminentemente social que sólo nos podemos desarrollar plenamente en el encuentro humano (quizá algo de esto te surgió como respuesta cuando te preguntaste por aquello que nos constituye como “humanos”), esto significa que nuestros sentidos y proyectos de vida, para ser auténticos y fieles con nuestra propia naturaleza, con  nuestro propio impulso existencial, requieren ser necesariamente sentidos y proyectos compartidos con los demás, sentidos elegidos siempre “con” otros. 

Gran parte de las dificultades que vivimos actualmente se derivan de que a veces intentamos absurdamente elegir sentidos exclusivamente unipersonales, con lo cual estamos atentando contra nuestra propia naturaleza que nos impulsa hacia el otro y que recibe del otro su impulso al encuentro con nosotros. Cuando nos planteamos “metas” exclusivamente personales, además de que estamos yendo en contra de nuestra naturaleza eminentemente relacional, resbalamos en el profundo riesgo de acercarnos a los demás de manera utilitarista, buscando lo que de ellos requerimos para concretar nuestras metas absurdamente individuales, y desechándolos –como objetos– cuando de ellos obtuvimos lo que de ellos requeríamos (recordemos siempre que todo ser humano es un fin en sí mismo y que cuando lo convertimos en medio en función de nuestros propios intereses le estamos ignorando y pisoteando su dignidad humana). Así pues, los sentidos y proyectos existenciales, para ser acordes con la naturaleza humana requieren ser indispensablemente interpersonales, comunitarios y sociales. No es que sea más conveniente que sea así, sino que es indispensable para permanecer fieles con nosotros mismos.

Por espacio de la edición impresa, el artículo se publicará en varias partes

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Cultura para la Paz es un proyecto de El Diario de Juárez en alianza con el Tecnológico Nacional de México, campus Juárez, el Comité de Pacificación y Bienestar Social (Copabis) y el Centro Familiar para la integración y Crecimiento A. C. (CFIC).

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