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Opinión

Sin cambio de estrategia

El presidente mantiene el mismo discurso que inició hace cuatro años y dada su forma de actuar y de pensar, es un hecho que no cambiará la estrategia de atacar la parte social del problema

Miguel Ángel Godínez García
Analista

sábado, 16 abril 2022 | 06:00

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Ciudad de México.- A pesar de que el presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció en su informe de los 100 días de su cuarto año de administración, que la pacificación del país tardará más tiempo de lo previsto, todo parece indicar que en lo que resta de su gobierno no habrá un cambio sustantivo en su estrategia de “abrazos, no balazos”. 

El presidente mantiene el mismo discurso que inició hace cuatro años y dada su forma de actuar y de pensar, es un hecho que no cambiará la estrategia de atacar la parte social del problema y que seguirá en la misma tónica de emplear a las FA y a la GN como reacción a hechos y no de acción.

En diciembre del año pasado, cuando su administración ya había superado las cifras históricas de sus antecesores en materia de homicidios dolosos, López Obrador reconoció en su Tercer Informe de Gobierno, que la pacificación del país podría llevar más tiempo y que la fórmula era atender el fondo. 

Ese fondo al que se refiere el presidente es la falta de oportunidades y pobreza extrema que abraza a hombres, mujeres, jóvenes y niños, no sólo en el campo, sino en las ciudades, lo que los hace vulnerables y los pone al alcance del narcotráfico. 

Para López Obrador, la batalla contra los líderes de los cárteles consiste en quitarles lo que él llama Ejército de reserva, un término que aplica a los jóvenes mexicanos que son enrolados por los narcos para emplearlos en sus actividades ilícitas. 

En ese mismo discurso, López Obrador dijo haber acreditado con hechos sus convicciones humanistas y demostrado en la práctica que el mal debe enfrentarse haciendo el bien y que, aun con el problema de inseguridad que se enfrenta, no ha caído en la tentación de atacarla violencia con más violencia.

El problema para el presidente es que los cárteles no lo entienden de esa manera y es remotamente probable que atiendan su llamado. Los capos sólo buscan incrementar su poderío económico y las políticas gubernamentales son sólo llamados a misa, de ahí que sigan reclutando a ese ejército de desocupados.

Existe la percepción de que la política de “abrazos, no balazos” no ha funcionado como quisiera el mandatario. Hoy el país vive una situación de violencia extrema, deshumanizada, nunca antes vista. Muestra de ello son las masacres registradas en varios estados, en donde son asesinados lo mismo hombres, mujeres y niños. 

En Tultepec, Estado de México, el crimen organizado ejecutó a una familia, cuatro de sus integrantes eran niños y recibieron el tiro de gracia. En Zacatecas, una mujer y sus dos hijas pequeñas también fueron ejecutadas, mientras que en Guerrero, Sonora, Michoacán, Morelos, Colima, Jalisco, Nuevo León, Puebla y SLP, la narcoviolencia no para ni en Semana Santa. 

En lo que va de la administración se han registrado cerca de 118 mil homicidios dolosos, 61.7 por ciento más respecto al mismo periodo de la administración de Enrique Peña Nieto. Sin manifestarlo, en la reciente revocación de mandato, la ciudadanía expresó con su abstencionismo, su desacuerdo a varias de las políticas del Ejecutivo, entre ellas, la de los “abrazos, no balazos”, quizá sea tiempo de rediseñarla.  

Por otra parte, ya no es sólo el narcotráfico; son los servidores públicos de los tres niveles de gobierno quienes se han convertido en factor de desapariciones forzadas en México, señala un informe de la ONU.

En el marco de la Estrategia Nacional de Prevención y Adicciones, las FA cuentan con el reconocimiento del presidente y de los mexicanos.

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