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Opinión

Petróleo por comida

El príncipe V. F. Odóievski dice al final de su obra El Muerto Viviente: ¡“Ay, qué harto estoy de esos cuentistas!

Hesiquio Trevizo
Presbítero

domingo, 09 agosto 2020 | 06:00

“La desgracia es una 

enfermedad muy 

contagiosa”.

Dostoievski

El príncipe V. F. Odóievski dice al final de su obra El Muerto Viviente: ¡“Ay, qué harto estoy de esos cuentistas! En vez de escribir algo útil, grato, reconfortante, sacan a la luz secretos ocultos bajo tierra. Uno lee, y sin darse cuenta se sume en reflexiones, y entonces todas esas tonterías se la van metiendo en la cabeza; …De verdad les prohibiría escribir”.

Cierto, la dificultad no está tanto en el escribir mismo, cuanto en la elección del tema. El escollo a evitar es el manido lugar común. Por otra parte, la avalancha del acontecer y la riada noticiosa acaban abrumándonos. Se acerca uno al mundo noticioso para ver qué es lo que no dicen y lo que dicen, cómo lo dicen. Muchos noticieros y estamos cada vez más lejos de una sólida verdad que oriente. Tantas veces el contenido es sólo basura e insufribles repeticiones machacantes y sesgadas.

Sin embargo, un mundo subyacente permanece en el subsuelo del acontecer de tal manera que se podría escribir con nuevos datos unas “Memorias del subsuelo”, novela de Dostoyevski, publicada en 1864 y considerada una de las obras clave en la literatura rusa. Escrita en un momento en el que el autor padecía grandes trastornos emocionales producto del fallecimiento de su esposa (15.04.1864), y de la posterior muerte de su hermano Mijaíl, muy querido para él. A estos problemas personales, se agregaban la clausura de sus revistas por parte de las autoridades y su caída en la adicción al juego, que le acarrearía graves problemas financieros. Éstos lo llevan a escribir en cuestión de días El Jugador para pagar a los acreedores, otra obra estupenda en la que aborda la psicología del ludópata. De ese “subsuelo” nace la obra genial que advierte y redime. El simple acontecer se eleva a la altura de la novela, del arte. De la advertencia. El arte, como compromiso con la verdad y el bien, tiene un valor redentor y, hoy, me parece que permanecemos en el “subsuelo” sin esperanzas de salir; entonces, nos valdrían mejor otras obras del atormentado autor ruso, por ejemplo, Pobre Gente, El Idiota o Los Endemoniados, obra genial del autor. O bien, Recuerdos de la casa de los muertos, o Casa de los muertos, memorias de su prisión en Siberia. Y es que la naturaleza de la situación nos pone en una condición de debilidad psicológica extrema.

Un fragmento de Memorias del subsuelo, tal vez nos pinte bien: “Soy un hombre enfermo... Un hombre malo. No soy agradable. Creo que padezco del hígado. De todos modos, nada entiendo de mi enfermedad y no sé con certeza lo que me duele. No me cuido y jamás me he cuidado, aunque siento respeto por la medicina y los médicos. Además, soy extremadamente supersticioso, cuando menos lo bastante para respetar la medicina. (Tengo suficiente cultura para no ser supersticioso, pero lo soy.) Sí, no quiero curarme por rabia. Esto, seguramente, ustedes no lo pueden entender. Pero yo sí lo entiendo”. ¿Hasta dónde el autor habla de sí mismo y hasta dónde retrata su época deprimida que presagiaba ruina? ¿Hasta dónde el hombre de hoy, víctima de una grave superficialidad metafísica, podrá decir: “Pero yo sí lo entiendo” antes de dejarse caer en la nada? En medio de la enfermedad y el estado anímico colateral, el crimen cobra más víctimas sin mayores aspavientos. Si se puede desollar y descuartizar a un ser humano sin que tiemble la mando, si se puede hacer todo el mal en sus peores formas sin que se sacuda la conciencia, estamos en el escalón más bajo de lo humano. En un punto donde se puede decir: que se j. todo. ¿Desde dónde se puede elaborar una crítica con intentos de redención? ¿Podría surgir la novela o el relato corto que pinte y denuncie, pero que marque un camino de salida, como lo hiciese Soljenitsin? Los sucesos más increíbles y desvergonzados y ahí están; falta quien los interprete y los plasme en obra mayor. Los novelistas y escritores mexicanos mejores y más comprometidos emergieron del desastre revolucionario; más que los historiadores, fueron ellos los que nos revelaron el subsuelo, Azuela o M. L. Guzmán, entre otros. 

Hay dos tipos de crítica. Una universitaria, que está más cerca de la filología, y trata, entre otras cosas, del indispensable establecimiento de las obras originales tal como fueron escritas, y la crítica de diarios y revistas, sobre la producción editorial reciente, que pone orden y echa luces sobre ese bosque confuso y múltiple que es la oferta editorial, en la que los lectores andamos siempre un poco extraviados, escribe Vargas Llosa. Ambas están de capa caída en nuestro tiempo, y no por falta de críticos, sino de lectores, que ven mucha televisión y leen pocos libros, y andan por eso muy confundidos, en esta época en que el entretenimiento está matando las ideas, y por lo tanto los libros, y descuellan tanto las películas, las series y las redes sociales, donde prevalecen las imágenes, concluye. Bueno, podrá no haber lectores, pero siempre habrá literatura diremos parafraseando a Becker. Así, yo tengo el tema para un relato corto, al estilo de Soljenitsin, como “Un día en la vida de Iván Denísovich”.

El hecho bruto ahí está como materia prima. Podríamos titularlo: “Petróleo por comida”. A nivel periodístico el tema es elemental cuestión de avaricia, de dinero de la forma que sea, de corrupción. La justicia, obvio, norteamericana, detecta el negocio ilícito. El relato puede dividirse en dos partes. Veamos los hechos.

Petróleo venezolano a cambio de maíz y camiones cisterna para agua potable procedentes de México. Es el acuerdo que firmaron en junio de 2019 una empresa mexicana, Libre Abordo, sin experiencia en el sector, y la Corporación Venezolana de Comercio Exterior -la estatal venezolana encargada de centralizar las importaciones públicas-. Fue una operación en dos contratos valorada en casi 200 millones de euros, según documentos a los que han tenido acceso El País y Armando.info como parte de una investigación conjunta, y que evidencian la opacidad del intercambio. El Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que investiga el caso, asegura que con este sistema se han despachado más de 30 millones de barriles de crudo, una operación que viola las sanciones estadounidenses sobre Venezuela. Las autoridades mexicanas también han puesto el foco en el esquema ante la falta de claridad de los contratos. La Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) del Gobierno de México tiene abierta una investigación para arrojar luz sobre estas operaciones.

Tal es el dato bruto. Habría que envolverlo en sus circunstancias, en sus condiciones de posibilidad. Por ejemplo: dos mil 700 millones de dólares es lo que eroga México en importar maíz año con año desde EU. Aún con este déficit, alguien puede iniciar un negocio de trueque de maíz por petróleo. Nos queda claro que el petróleo no es comestible, pero puede servir para comprar comida. Hubo un momento en que Venezuela acuñó una frase reveladora: el petróleo era el gran negocio; hay que sembrar petróleo, fue la conclusión. Y abandonó otros rubros primarios esenciales. Se depreció el petróleo y vino la hambruna. 

La trama se vuelve interesante cuando nos damos cuenta de que el Gobierno mexicano sigue la pista de cerca de 200 millones de euros del intercambio de crudo de una red de Alex Saab con empresarios de México. Pero, qué emoción: Alex Saab, colombiano y consentido del chavismo, está detenido en Cabo Verde y ha sido entregado a la justicia norteamericana para su extradición. Esta es una punta de la reata. Falta la otra. Hela aquí.

Joaquín Leal, el joven empresario mexicano que acabó en la mira de EU. El emprendedor de 28 años es señalado por Washington como uno de los principales cómplices en una opaca red de intercambio de petróleo con Venezuela orquestada por Alex Saab, supuesto testaferro de Nicolás Maduro.  Desde el 18 de junio, su nombre está ligado al Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que lo señala como el articulador, junto a Alex Saab, actualmente detenido en Cabo Verde y considerado como presunto testaferro de Nicolás Maduro por las autoridades estadounidenses, de una red que comercializaba petróleo por alimentos entre México y Venezuela. Este joven brillante, de carrera fulgurante, ahora, EU sostiene que la red dirigida por Leal y Saab movió más de 30 millones de barriles de crudo venezolano, lo que representó más del 40 por ciento de las exportaciones de PDVSA en abril. “Leal es el conducto vital entre Libre Abordo, Schlager Business Group, y sus propietarios, y PDVSA y Saab”, afirma el Departamento del Tesoro. Bueno, al menos eso sí es periodismo. 

Tiempo andando, algún Vargas Llosa, nos pintará el subsuelo donde están las condiciones de posibilidad. También los buenos críticos tienen material abundante en los hechos duros. Tiempos recios. Pero no para las mañaneras. ¡Qué harto estoy de esos cuentistas!

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