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Opinión

La política es un juego de niños

La hora del recreo en la escuela representa uno de los momentos más anhelados por niños y niñas. Es ese instante en el que el peso de las responsabilidades académicas se disipa, dando lugar a un breve periodo de risas, juegos y la delicia de disfrutar de una merienda

René Javier Soto López / Académico

martes, 30 abril 2024 | 06:00

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Ciudad de México.- La hora del recreo en la escuela representa uno de los momentos más anhelados por niños y niñas. Es ese instante en el que el peso de las responsabilidades académicas se disipa, dando lugar a un breve periodo de risas, juegos y la delicia de disfrutar de una merienda. Sin embargo, al trasladar esta idílica imagen al ámbito de la política mexicana, la connotación se torna menos placentera.

En la actual contienda electoral, que abarca desde el ámbito federal hasta el local, nos sumergimos en una realidad compleja y sumamente cuestionable. Los candidatos de diversas facciones partidistas se han inmerso en un entorno donde el verdadero debate político y la discusión parlamentaria han sido relegados a un segundo plano. En su lugar, la atención se centra en una batalla por los reflectores, donde las redes sociales, las canciones virales y la búsqueda desesperada de aprobación pública opacan la presentación de propuestas y planes de trabajo.

Este modelo de política ha sido identificado por varios expertos, entre ellos Bernad Manin, quien lo denomina democracia de audiencias. En este mecanismo, los medios de comunicación se convierten en el principal medio a través del cual los políticos buscan ganar la atención y el favor del público. El resultado es un entorno político que más parece un patio de recreo, donde el espectáculo se prioriza sobre la razón.

Esta tendencia hacia una nueva forma de hacer política convierte a los posibles representantes en meros buscadores de protagonismo. Aunque no hay nada de malo en destacar entre los demás, este nuevo grupo de políticos no son verdaderos transformadores, no buscan un cambio y mucho menos representan una fuerza. Su mejor carta es divertir y hacer reír a los posibles votantes y no votantes.

Bajo esta perspectiva, es importante destacar cómo esta dinámica ha contribuido a una politización infantilizada de las esferas del poder público. La creciente prevalencia de estrategias simplistas y discursos superficiales ha llevado a una infantilización del debate público, donde se priorizan las tácticas de impacto mediático sobre la profundidad, la seriedad y la trascendencia de las propuestas políticas.

Esta política infantilizada no solo desvirtúa el verdadero propósito del ejercicio democrático, sino que también subestima la capacidad de la ciudadanía para participar en debates políticos significativos y tomar decisiones informadas. En lugar de empoderar a los ciudadanos como agentes activos del cambio, esta tendencia los relega a meros espectadores de un espectáculo político cada vez más trivializado.

Ante esta situación, no podemos culpar únicamente a las facciones en busca del poder. Nuestra inclinación por lo fácil, lo menos complicado y la gran apatía hacia la búsqueda e informarse sobre temas de tal importancia social han pavimentado el camino para la generación de contenido basura, que es consumido sin cuestionamientos, promoviendo y alimentando una sociedad conformista y maleable a las necesidades de unos pocos. Es que no es difícil comprender para muchas personas resulta más sencillo devolvernos a la caverna (haciendo alusión a esta alegoría expuesta por Platón), y simplemente sacarnos al momento de votar, darnos cuentas de nuestra triste realidad, pero regresando contentos tras recibir nuestro “apoyo” por haber sido parte de este tan aclamado ejercicio democrático, y es que solo quienes se sientan ofendidos no compartirán este punto de vista. 

Es así que, mientras la campana del colegio llamado México no suene, los niños y las niñas de la política seguirán jugando a imaginar un país de fantasía. Porque es más fácil volar con la imaginación que enfrentar los kilos de tierra de esta cruda y cruel vida llamada realidad. ¡Viva mi México mágico!

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