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Opinión

De política y cosas peores | ‘Un hombre empezó a seguirme’

La ley es letra muerta aquí, y la impunidad no es la excepción, sino la regla

Armando Fuentes
Escritor

lunes, 03 octubre 2022 | 06:00

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Ciudad de México— Usurino Cenaoscuras, sujeto ruin y cicatero, fue llevado ante la autoridad: una mujer del pueblo lo acusaba de abuso sexual. La acusadora le informó al juez: “Este individuo me llevó a su casa, me emborrachó, y luego obtuvo de mí por fuerza lo que por libre voluntad no le habría dado”. “Ya veo –dijo el juzgador–. ¿Qué clase de licor le dio para embriagarla?”. “Ninguno –respondió la mujer–. Me emborrachó dándome vueltas y vueltas”. En otra ocasión don Usurino se refociló con una sexoservidora. Al terminar el trance le hizo un cheque y se lo entregó. Le dijo: “Si la próxima vez lo haces mejor, te lo firmaré”… Cierto día le pidieron una aportación para la nueva alberca de la escuela donde sus hijos estudiaban, y ofreció aportar dos tinas de agua… Himenia Camafría, madura señorita soltera, llegó con una hora de retraso a la cita que tenía para merendar con su amiguita Solicia Sinpitier, célibe como ella. “¿Por qué llegas tan tarde?” –le preguntó Solicia. Respondió Himenia: “Un hombre empezó a seguirme”. “¿Y buscaste a un policía?”, –quiso saber la señorita Sinpitier. “No –contestó Himenia–. El hombre caminaba muy despacio”… Los agentes de bienes raíces en San Antonio, Texas –me cuenta un amigo–, están llenos de asombro y de contento por el gran número de familias mexicanas que han llegado a establecerse ahí, y que han comprado una casa o algún departamento. Ese dato tan simple es manifestación del temor que ha cundido en México por causa de la inseguridad en que vivimos. La ley es letra muerta aquí, y la impunidad no es la excepción, sino la regla. Es una pena que un país tan hermoso como el nuestro se haya vuelto inhabitable, para unos por la pobreza; para otros por las consecuencias que de esa pobreza suelen derivar. Y aun así quienes tienen poder de decisión nada hacen para tomar medidas que modernicen a México, permitan la creación de empleos, generen oportunidades de trabajo para los mexicanos pobres y propicien el desarrollo del país. Antes se nos decía que vivíamos en una nación del tercer mundo. A como están las cosas, seguramente vivimos ahora en una del octavo mundo, o del noveno... El presidente de una nación occidental visitó una pequeña república africana. Su homólogo lo llevó al zoológico, orgullo nacional, y le mostró una jaula donde estaban juntos un feroz león de melena negra y una ovejita blanca. El mandatario local le dijo al visitante: “He aquí un ejemplo de coexistencia pacífica”. Opinó el invitado: “Parece funcionar muy bien”. “Así es –confirmó el anfitrión–. Claro, cada día tenemos que poner una ovejita nueva”... Un granjero fue a visitar a su amigo, el dueño de la finca vecina. No lo halló. Le dijo la esposa del granjero: “precisamente fue a buscarlo a usted. Necesita que le preste su caballo semental, porque el que tenemos nosotros dejó ya de funcionar: no quiere nada con la yegua”. “¿Que no funciona ese caballo? –se extrañó el visitante–. A ver: présteme un cepillo duro, de alambre si es posible”. La mujer trajo un cepillo como el que le pidió el vecino, y éste frotó con vigor el lomo del caballo. Al punto el animal entró en estado de gran excitación, y procedió luego a cumplir en forma competente su deber con la yegua. Pasaron unos días, y los dos granjeros se encontraron. “Fui a buscarte –relató el primero– porque mi caballo semental ya no funciona, y fui a pedirte el tuyo”. El otro lo corrigió. “Sí funciona –le dijo–. ¿No te contó tu esposa? Le froté el lomo al caballo con un cepillo de alambre, y en seguida funcionó perfectamente”. “¡Joder! –exclamó con enojo el granjero–. ¡Por tu culpa mira cómo me tiene mi mujer la espalda!”… FIN.

MIRADOR

Por Armando FUENTES AGUIRRE

Mi santo predilecto es San Francisco de Asís. Es un amable santo, tan humilde y sencillo que la gente lo llama por su diminutivo. Nadie dirá: “San Pepe”, “San Toño” o “San Beto”, al referirse a San Alberto, San Antonio o San José. Pero al hablar de San Francisco el pueblo dice cariñosamente: “San Panchito”.

El manso poeta de Asís pensaba que en el Cielo hay animales, pues sin esas criaturas del Señor el Cielo no sería Cielo. Me gusta esa visión. Junto a los ángeles y los arcángeles, yendo y viniendo entre los serafines y los querubines, debe haber perros, gatos, conejos, elefantes, jirafas, cebras, leones, canoros pájaros y peces que volarán como aves por las etéreas salas celestiales.

En ese feliz zoológico está seguramente el Terry, mi amado perro cocker. Si por la infinita misericordia del Señor voy a su casa, escucharé un ladrido jubiloso, el de mi perro, y sabré entonces que he llegado al Cielo.

         ¡Hasta mañana!... 

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