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Opinión

Si aspiramos a ser una ciudad industrial… comportémonos como tal

Cada vez que veo a un camión de carga subirse a un camellón, destrozar una guarnición, o circular a una velocidad que aun cuando quisiera no podría parar a tiempo en caso de una emergencia, de verdad, me duele el alma

Elvira Maycotte
Escritora

miércoles, 17 abril 2024 | 06:00

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Cada vez que veo a un camión de carga subirse a un camellón, destrozar una guarnición, o circular a una velocidad que aun cuando quisiera no podría parar a tiempo en caso de una emergencia, de verdad, me duele el alma ¿a usted no?

También me duele ver baches nuestras calles principales, porque aun cuando se diga que tales moles no destrozan el pavimento porque tienen el peso requerido para no dañarlo según las especificaciones de Estados Unidos, en realidad todos sabemos que sí lo hacen, simplemente porque las especificaciones a las que se refieren son precisamente a las de allá… muy distintas a la manera como se pavimentan las calles aquí. Además salta a la vista que las calles no tienen los radios de giro adecuados. Normas y procesos de calidad que del otro lado del río sí se supervisan, como también el material y el espesor de la base sobre la que se coloca ya sea el concreto o el asfalto. Todos estos cuidados se tienen porque solo se permite su circulación por determinadas vías, diseñadas y construidas considerando que habrán de soportar carga pesada. Acá, de este lado… 

Pero no solo los camiones de carga hacen su festín en las calles de Juárez, los camiones de transporte público tienen sus propios usos y costumbres. Dada la modalidad hombre/camión que prevalece en nuestra ciudad, lo primero que sale a relucir es que llegan las calles a “pelear” por ganarse el pasaje terminando por afectar el patrimonio de terceros, les ocasionan lesiones y a veces hasta la muerte. 

Pero dejando temas funestos para regresar al tema de destrucción de infraestructura, que al no implicar vidas humanas no deja de ser nefasto, todas estas cuestiones de guarniciones destrozadas, revanchas y retos de habilidad de “salto al camellón”, con sus debidas excepciones, también les pueden atribuidas al transporte público, pero además, hay algo que tienen en particular: basta darse con una vuelta por fraccionamientos en el suroriente de la ciudad para ver decenas de unidades estacionadas en sus angostas calles, justamente, frente a la vivienda de su propietario o chofer ¿será que esto moleste a los vecinos? Usted póngase en su lugar… Pero no es solo eso: es usual que utilicen grandes o pequeños espacios públicos para estacionar sus camiones ¿y por qué no? si están descompuestos a veces hasta por días, como por ejemplo en el parque principal de Senderos San Isidro.

Usted, como yo, se preguntará ¿cómo le hacemos para ordenar esta situación?

Hace ya casi treinta años hubo una persona creyó en una mejor ciudad, en ordenarla para que escalara hacia una mayor calidad ambiental. Sí, la pensaba bonita, pero también le preocupaba, y le ocupaba, resolver las afectaciones que trae consigo que los camiones de carga circulen por buena parte de la ciudad: cada vez que se derramaban líquidos tóxicos sobre calles, lo cual sigue sucediendo, denunciaba el grave riesgo en el que se nos pone a todos. Hablaba con claridad del peligro que nos amenaza a causa de los desechos tóxicos que algunas maquilas derraman en la red sanitaria. 

Así es, cuando estuvo a cargo de Protección Civil del Municipio de 1992 a 1995, el Mtro. Daniel Chacón Anaya concibió el plan de establecer rutas específicas en la ciudad para que sobre ellas circularan vehículos pesados, lo cual disminuiría la poco conveniente convivencia entre el tráfico que pudiéramos llamar ciudadano y el de carga. Se daría también la oportunidad de dotarles de infraestructura adecuada, lo cual sería por demás conveniente no solo para ellos sino para la totalidad de la ciudad ¡Menos baches! 

También, en aras de lograr una ciudad ambientalmente sana, pensó en establecer una política de revisión de la manera en que la industria canaliza sus desechos tóxicos. Daniel fue llamado a otras responsabilidades de tipo ambiental primero a nivel estatal, luego nacional y finalmente internacional, sin embargo, dejó desde entonces el “sí se puede” y los “cómo” lograrlo.

Sin duda hay caminos por seguir diferentes para cambiar las cosas de fondo, lo difícil es asumir toda la labor que ello se requiere y uno que otro costo político. Por cómo se ubican los parques industriales actualmente, para evitar que el peso de los monstruos que recorren la ciudad la desbarate pudiera pensarse en establecer centros de transferencia en la periferia para que sean camiones de menor peso y volumen los que circulen por ella… ¡hasta buen negocio pudiera ser!

Si aspiramos a ser una ciudad industrial… debemos comportémonos como tal. No se trata solo de dar suelo y mano de obra barata, es planeación urbana.

Sobre el tema de los camiones de transporte público afectando espacios urbanos… esperemos que con el nuevo sistema de transporte se resuelva, y si no… para eso están las autoridades.

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