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Opinión

CONTRAPORTADA

La fábula del burro y el demonio

Cuenta la historia que había un burro atado a un árbol

José Luis García/ Analista

lunes, 15 abril 2024 | 06:00

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Ciudad de México.- Cuenta la historia que había un burro atado a un árbol. Una mañana llegó el demonio y lo soltó.

El burro se metió al huerto de los vecinos y se comió todo. Al ver tal desastre, la esposa del campesino tomó la escopeta y mató al burro. El dueño del animal oyó el disparó y al salir, vio a su burro muerto. Enfadado, fue por su rifle y le disparó a la mujer.

Al regresar de su jornada de trabajo, el campesino encontró a su esposa muerta y en venganza, fue y mató al dueño del burro; los hijos del propietario del burro, al ver a su padre muerto, fueron a la casa del campesino e incendiaron la finca.

En represalia, el hombre mató a los hijos del dueño del burro, cuyas familias, al ver tal desgracia, fueron y mataron al campesino; pero los vecinos del agricultor  no permitirían tal injusticia y entonces tomaron sus armas y se enfrentaron a las familias de los hijos del dueño del burro.

A las pocas horas, el pueblo entero estaba en guerra, porque unos contra otros llenaron las parcelas de muertos y casi la totalidad de las fincas y haciendas se habían convertido en cenizas.

Cuando le preguntaron al demonio qué había hecho, dijo “solo solté al burro”. Moraleja: cuando quieras destruir un pueblo, solo suelta los burros.

Esta historia, que tiene décadas de escribirse en muchas versiones, pero con el mismo sentido, viene al caso porque estamos frente a un proceso electoral que, como en todos, tiene filias y fobias.

Vendrán las descalificaciones, las manipulaciones y las mentiras con las que los partidos políticos intentarán hacernos caer; somos un pueblo civilizado, democratizado y altamente competitivo en lo electoral.

No podemos hacer a un lado el civismo y la ética, para caer en juegos perversos que a veces están cargados de mentiras. Hemos visto muchos procesos electorales en los que familias enteras están enfrentadas -familias de sangre-, no se diga entre amigos, conocidos, vecinos o compañeros de trabajo.

Necesitamos evitar caer en el egoísmo y la indiferencia o sentirnos enemigos por pensar distinto. Tratemos de respetar las diferentes opiniones, por muy diferentes que sean a las nuestras.

Es importante que no caigamos en la trampa del burro suelto, pues de lo contrario nos sentiremos frustrados, ansiosos, preocupados o confundidos y hasta enfrentados.

 

Si el demonio soltó al burro, no necesariamente debe crear una guerra entre nosotros. Ahora que estamos en pleno proceso electoral, mantengamos la calma. Cada quien sabe qué quiere y a quién quiere. Pero el burro suelto, no debe ser motivo de destrucción. Acuérdese que el demonio entra -y logra su objetivo-  por los detalles. 

Coincidentemente hay un proceso electoral en el vecino país del norte, Estados Unidos, donde justo estamos observando esas filias y fobias que, en términos mayúsculos, comparados con México, la guerra de descalificaciones entre los dos principales oponentes está polarizando al electoradonorteamericano.

Lo que ocurra allá, irremediablemente va a tener repercusiones aquí. Recordemos que cuando Estados Unidos estornuda, a México le da un resfrío que demanda atención médica. Y si por las vísperas se sacan los días, entonces estamos frente a dos naciones vecinas que libran un proceso electoral, cada una con sus características, pero con algo de por medio que nadie duda: el poder económico.

México demanda un Estado más competitivo, pero también una nación más segura y con mejores esquemas de educación y menor pobreza; los últimos meses se han manchado de una violencia inaudita, en la que se libran batallas entre grupos criminales que intentan poner de rodillas a los mexicanos, porque han tomado como su propiedad las carreteras, las ciudades y los pueblos para convertirlos en centros de distribución y plazas con marcas de cárteles de la droga.

Las campañas electorales no pueden confrontar a los mexicanos y llevarlos a campos de batalla, porque ya de por sí tenemos en las calles y en muchas ciudades del país, escenarios caóticos por una mala estrategia de combate al crimen organizado.

El respeto a la diversidad de pensamiento es primordial en estos momentos. Los partidos políticos no pueden satanizar a quienes no coinciden con ellos, porque eso sería tanto como llevarnos al desorden y la anarquía. Quien ostenta el poder en este país no puede -ni debe-, inmiscuirse en los asuntos que solo le competen a loselectores.

Polarizar este proceso electoral sería desastroso para México y, en la analogía directa, un gobierno que tiene el poder en sus manos no puede soltar al burro pues abriría una guerra que no necesitamos, porque ya tenemos una guerra cruel y sangrienta, que es la del crimen organizado. La fábula es de alto riesgo. Al tiempo.

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