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Opinión

OPINIÓN

Era un estorbo por cerco feroz de la Fiscalía

Solo es explicable que el Cártel de Sinaloa no haya movido a 'El Chueco' del territorio de las Barrancas del Cobre en la medida que el abatido delincuente significó por una década una mina de oro para la organización

LA COLUMNA
de El Diario

domingo, 26 marzo 2023 | 06:00

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Solo es explicable que el Cártel de Sinaloa no haya movido a “El Chueco” del territorio de las Barrancas del Cobre en la medida que el abatido delincuente significó por una década una mina de oro para la organización.

“Se tardaron en matarlo. Ya era muy incómodo para el cártel”, ha dicho a La Columna un antiguo especialista que conoce a las organizaciones del narco en Chihuahua. “El Chueco” dominaba palmo a palmo cada metro cuadrado de las elevadas montañas de aquella zona y el profundo cañón de Urique hasta el lugar donde irónicamente fue ejecutado el pasado 18 de marzo, Choix, Sinaloa.

Posiblemente, el Cártel tardó para liquidar a José Noriel Portillo Gil, pero ese retraso también fue por necesidad. Ninguno de los “números”, (claves de jefes delictivos), operadores para Gente Nueva, o “Chapiza”, garantizaban el estricto control ejercido por el finado líder criminal aun y cuando apenas rebasaba los 30 años de edad.

José Noriel dominaba mediante el terror y locura todos los pueblos y cabeceras municipales desde Creel hasta los linderos con Sinaloa. Los alcaldes eran sus alcaldes, los jefes policíacos eran colocados por él; también los jefes seccionales surgían de su absolutista decisión. Evidentemente, en su nómina debieron estar jefes policíacos y militares. Dominaba sin saberlo a ciencia cierta el ahora famoso concepto de la narcopolítica.

Solo como ejemplo de su poderío podemos recordar el megadecomiso logrado por la Marina, en abril del 2022, de 450 kilos de goma de opio (a un promedio de 20 mil pesos por kilo en las zonas de cultivo; hasta 30 veces más en el centro y norte de los Estados Unidos), unas 80 armas y más de 17 mil cartuchos.

Fue presumido aquel operativo como el más cerca que estuvo de ser detenido Portillo Gil. Supuestamente, se atascó la ametralladora del primer helicóptero que bajaría a una bodega localizada entre Bahuichivo y Cerocahui, lo que dio tiempo al entonces prófugo y sus sicarios de huir entre matorrales y pinos.

Era bastante más que relativa la “exhaustiva” búsqueda de corporaciones policíacas y militares. Aun después de ese ruidoso operativo que fue motivo de gran tema para una de las mañaneras del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, “El Chueco” seguía moviéndose en la zona, en los barrancos, en los pueblos, a sus temibles anchas. Carreteras, caminos y brechas eran literalmente de su propiedad.

Sin duda seguía siendo cómodo, operador estrella para el Cártel de Sinaloa, a pesar de que presumiblemente le seguía las huellas la DEA y otras instancias del gobierno norteamericano desde noviembre del 2018, cuando secuestró, mató e inhumó al profesor estadunidense, Patrick Braxton Andrew. La “presión internacional” hizo que recuperara él mismo el cuerpo e informara de su ubicación para entregarlo a su familia.

Los padres de la víctima viajaron desde Carolina del Norte y fueron llevados hasta Palacio de Gobierno, donde el entonces gobernador, Javier Corral Jurado, les prometió que pronto sería aprehendido “El Chueco” y entregado a la justicia.

Fue uno de los enésimos ofrecimientos lanzados al aire e incumplidos por el entonces mandatario. Prometer, incumplir y mentir, el sello de toda su trayectoria política, con especial y desastroso énfasis durante 2016-2021.

Seguro de su control; con todo el descaro en una personalidad inescrupulosa; con todo el cinismo y la desvergüenza, Portillo era espectador (patrocinador) en el famoso juego de beisbol en el poblado de Cerocahui que derivó en furia por la derrota y posterior asesinato de los dos sacerdotes jesuitas que buscaron proteger junto al altar de su iglesia a un guía de turistas.

Fue en junio del 2022, apenas un par de meses después del ruidoso operativo encabezado por la Marina que estuvo “a punto” de la detención.

Hasta  el 18 de marzo del 2023 fue rotundamente desactivado a balazos de cuerno de chivo, incluido el clásico tiro de gracia entre los de su clase, algo lejos de Cerocahui donde ejecutó a los sacerdotes bajo la mirada del Jesús sacrificado en la cruz.

Casi pasó el año para que eso ocurriera. Cada mes los sacerdotes eran recordados en crónicas periodísticas y en comunicados de exigencia de justicia por su comunidad, la Compañía de Jesús. El resto de la Iglesia Católica, en general, hizo lamentable mutis.

Entonces la cacería sí fue real. Fue encabezada por la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI) con Guillermo Arturo Zuany a la cabeza, empujado día a día por la presión de la gobernadora del estado, Maru Campos. Fue una espina que se llevó clavada el exfiscal, Roberto Fierro. La sacó su sucesor, César Jáuregui.

Ahora sí, Zuany tuvo el respaldo pleno en inteligencia por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y tecnología de punta en intervención telefónica e identificación de voces del gobierno norteamericano. Todos los parientes y socios de “El Chueco” fueron seguidos las 24/7.

Fallaron varios operativos para su detención porque las complicidades eran múltiples, pero el apresamiento de casi todos sus operadores y sicarios, así como la inmovilización de prácticamente todos los negocios, como bien lo presumió Maru, la venta de cerveza, las extorsiones a los gobiernos municipales, la compra-venta de enervantes, aisló casi por completo a José Noriel. Era imposible que este enviara dinero a sus jefes Los Chapos a Sinaloa. Ya no hubo de dónde.

Luego llegaron los intentos de negociación prácticamente de todos los capos narcos de la región. Mandaron mensajes a los militares, al Gobierno federal; y por supuesto, a los más tenaces de sus persecutores, los policías de la Fiscalía General del Estado.

Una mujer famosa a la que nos referimos en este espacio el jueves, “La China”, hace poco fue reinstalada por el Cártel en la zona de Témoris tras una sanción de varios años por abandonar el bajo perfil con un narcocorrido que habla de sus andanzas.

“Con cerveza y con Buchanans se pistea con sus amigas / carga los mejores carros, es mujer muy positiva / un saludo a Navojoa, Chínipas que yo te extraño/ allá en Témoris, Chihuahua, me la paso trabajando / soy La China y me despido, me voy me están esperando”, dicen algunos versos entonados por Los Traviezos de la Sierra.

Ella quiso maniobrar en el río revuelto de las negociaciones para dejar como sucesor a un hermano, ofreciendo ayuda directa para la entrega de “El Chueco”, pero llegó tarde, antes que ella estaban -o están- en la lista los Díaz, los Paredes, los Salazar, otros Portillo familiares de “El Chueco” y hasta los Zafiro, de la región de Creel.

Viene una disputa fuerte entre todos ellos. Será fundamental para la paz presente y futura de la región el aspecto abordado en la conferencia de prensa mañanera de media semana por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, no el relacionado con la disputa de si el gobierno de Chihuahua pidió el retiro militar de aquella zona durante estos últimos meses, sino el que tiene qué ver con la coordinación real entre instituciones de seguridad para impedir que el crimen se siga ostentando como dueño de plazas y propietario de la vida de los habitantes de la región, de los turistas y hasta de los sacerdotes.

Unida la Quinta Zona Militar a la Fiscalía, a la Guardia Nacional, será imposible que otros “Chuecos” sigan apoderados de la región. La coyuntura debe ser aprovechada.

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