PUBLICIDAD

Opinión

El negocio somos nosotros

Todo lo gratuito tiene trampa y su costo…

Javier Horacio Contreras Orozco

domingo, 12 febrero 2023 | 07:41

PUBLICIDAD

“Nos desnudamos frente a las aplicaciones que nos exprimen toda la información que les interesa para crear perfiles o casilleros en donde nos acomodan para ser objeto de venta”

¿Nos hemos puesto a imaginar que desde hace años tenemos un nuevo patrón para el que trabajamos sin pago de jornadas, vacaciones, turnos extras y menos con prestaciones o servicio médico?

Con este patrón no hay descanso ni puentes largos. No tenemos horario ni tiempo para comer. Además, trabajamos gustosamente; es más, nosotros le pagamos al patrón por trabajar para él y que las utilidades o ganancias sólo sean para él.

Este es uno de los grandes secretos o misterios de las redes sociales y que nos advierten en las letras chiquitas como todo contrato, pero que nunca leemos y donde, en pocas palabras, indican que el servicio del uso de esas redes es gratuito a cambio de los datos de personales de nosotros.

Todo lo gratuito tiene trampa y su costo: las empresas dueñas de las redes sociales nos entretienen mientras nos piden nuestros datos personales, que les otorgamos sin ninguna condición y disponen de ellos para venderlos más adelante.

Para entender mejor el negocio de las redes sociales, la revista Newsweek[i] de diciembre del 2022 entrevistó a varios especialistas en tecnologías digitales y lo que revelan resulta altamente interesante, pero también muy preocupante. 

Daniel Rodriguez, ingeniero en sistemas computacionales certificado como consultor estratégico de ciber inteligencia, comenta que “a la gente le gusta tomarse fotos y usar filtros, sin tomar en cuenta que, al escanear el rostro, se entrega información del dispositivo, contactos, llamadas, mensajes, así como acceso a fotografías. El primer peligro surge cuando las personas consideran que no les importa ser hackeados porque no tienen nada que esconder o nada que les puedan robar. Ese pensamiento es común sobre todo en México”. 

Y luego advierte que lo que no sabemos es que todos esos datos, mensajes y fotos que se pueden extraer de un teléfono los pueden ir acumulando y después vender. Por eso, de pronto nos llegan llamadas de varias casas o marcas comerciales, de bancos y por supuesto de delincuentes y no sabemos cómo obtuvieron nuestro número telefónico.  

Nos marcan insistentemente pidiendo hablar con nosotros: tienen nombre, y número telefónico que nunca les dimos, pero por otros mecanismos, desconocidos por nosotros, se hicieron de esos datos. 

O nos llegan ofertas de artículos que deseamos o lugares que queremos conocer, resultado de nuestros datos personales que fueron vendidos a varias compañías o extraídos sin darnos cuenta y los usan para extorsionar.    

Eso despierta la tentación de muchos hackers porque pueden penetrar fácilmente archivos, galerías de fotos, inventarios, agendas y todo lo que solemos cargar en los teléfonos celulares, o sea, gran parte de nuestra vida.   El especialista advierte que se debe tener presente que ni las redes sociales ni las aplicaciones gratuitas son del todo amigables. “Tampoco lo son Siri y Alexa, pues escuchan lo que dice o hace una persona, pese a que en sus términos y condiciones lo niegan”.

Y recurre al caso de vulnerabilidad del 29 de septiembre de 2022 cuando se hizo público que un grupo de hackers autodenominado Guacamaya anunció que infiltró uno de los servidores de la Secretaría de la Defensa Nacional y extrajo 6 terabytes de información confidencial y estratégica del Ejército Mexicano. Un terabyte, comparado con un teléfono inteligente promedio equivale a aproximadamente 16 dispositivos Samsung Galaxy o IPhone, o sea extrajeron información de lo que pueden almacenar 96 celulares inteligentes o lo que   equivale al almacenamiento total de 24 computadoras portátiles de Windows o Mac Book. La reflexión es: si lograron penetrar los sistemas y software sofisticados de la Secretaria del Ejército, vulnerar la información de cualquier celular y extraer datos que acumulamos es juego de niños.

Las redes ya nos han desarrollado una “cultura” de revelarle la vida a una aplicación o teléfono. Vaciamos información privada, datos personales, fotografías familiares que equivale a soltarle toda la sopa a un desconocido. Por un lado, aparentamos un celo exagerado de nuestros datos personales, pero, por otro lado, frente a un celular otorgamos con gran detalle todo lo que nos piden y hasta de más. Revelamos a dónde vamos, dónde comemos, qué comemos, los gustos y antojos, las filias y las fobias. Prácticamente nos desnudamos frente a las aplicaciones que nos exprimen toda la información que les interesa para crear perfiles o casilleros en donde nos acomodan para ser objeto de venta. 

Hay un gran error cuando pensamos que seleccionamos un producto para adquirir. La verdad es que nosotros somos el producto y nos han seleccionado para ser vendidos.

Podríamos identificar varias fases de este proceso: primero está el negocio de la atención que consiste en atraparnos con una gran variedad de aplicaciones y novedades. La idea es mantener el mayor tiempo posible con la atención puesta en todos lo que se ofrece por estos dispositivos o celulares. Luego, es vaciar nuestra información que de manera voluntaria cedemos y el tercer paso, es vender esos valiosos datos.  

El final de la historia es simple: nos llegan ofertas, tentaciones y oportunidades muy precisas con una dedicación especial a nuestros gustos, que en lugar de sospechar lo calificamos de casualidades.

El negocio somos nosotros. Por eso, las ventas electrónicas se han disparado como nunca y cada día se incrementará el consumismo digital como nueva cultura de compras que con una transferencia y la entrega a domicilio nos facilitan todo.  Esa es una de las finalidades de las redes sociales que se nos ofrecen como gratuitas.

La adicción de compras online se ha incorporado a nuevos hábitos obsesivos por la comodidad de adquirir productos desde la casa, a cualquier hora y como toda adicción responde a ansiedades o aburrimiento.

 Ese proceso de recopilar información a través de las redes sociales ha permitido el desarrollo de programas de inteligencia artificial que se conocen como algoritmos, que son la programaciones automáticas que van conduciendo determinada información a perfiles creados en base a nuestros gustos, preferencias o hobbies. Nos tienen identificados y por esa razón nos llegan informaciones que nos resultan, aparentemente, casuales o predictivas de lo que queremos comprar o hacer.   Carlos Mats, fundador de Inteligencia Kinética Artificial, en la misma revista Newsweek revela que” la inteligencia artificial está avanzando a un punto en el que eventualmente no vamos a distinguir si estamos hablando con un humano real o no”.

El tema ha planteado lo que se llama neuroderechos, que mediante el uso de inteligencia artificial sería posible identificar emociones, controlar dispositivos o inducir estados en base a que “científicos consideran que una versión futura muy perfeccionada de este sistema podría leer los pensamientos de una persona, acceder a su memoria e incluso, controlarla”.

Por su parte, César Fajardo, especialista en contenido digital explica a la misma revista que “el algoritmo puede hacer una especie de retrato hablado del púbico al que las empresas quieren mostrar su marca. Eso se llama comprar audiencias y de todo esto, los usuarios no obtienen beneficio alguno, por el contrario, sus datos son oro negro para las empresas y plataformas. Hay una serie de términos y condiciones legales de más de 40 páginas que nadie lee, pero básicamente dicen que el servicio es gratuito a cambio de los datos del usuario”. 

Por lo tanto, cada vez que consultemos el celular, simplemente hay que pensar que lo gratuito no es tan gratis como parece y que ahora somos un producto vendible. Que nosotros somos el negocio, mientras nos reímos y disfrutamos tomándonos selfies y subiendo fotos y datos personales a las redes, nos están muestreando para vendernos.    

[i]. - Newsweek en español, noviembre-diciembre 2022, vol. 26, No. 11, México, p. 8-14

jcontreraso@uach.mx

PUBLICIDAD

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search