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Opinión

El viento y la búsqueda de significado

Recuerdo la frase de Victor Frankl: La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino sólo por falta de significado y propósito

Andrés Serrano
Psicólogo clínico

lunes, 29 mayo 2023 | 08:21

Cuando era niño sufrí de ataques de asma alérgica que se gatillaban al estar en contacto con el pelaje de los animales. Mientras más suave el animal, mientras más esponjosa su lana, el episodio era más complejo y las afecciones más intensas. Por ésta y otras razones, mi madre siempre estuvo en contra de que tuviéramos un perro en casa. Fui creciendo siempre con la curiosidad de descubrir qué se sentiría tener un perro. Muchos de mis amigos los tenían y siempre había historias interesantes al respecto. En fin, por el malestar fisiológico que me causaba, no insistí en el asunto y pasé mi adolescencia sin perros ni gatos ni nada (bueno, en una ocasión tuvimos una lora que odiaba a los niños y comía pollo, pero esa es otra historia).

Un día, un tío muy querido, fallecido hace pocos meses, me dijo que su perrita había tenido cachorros y que eran cuatro. Me contó que les había puesto nombres y que, si yo quería, uno de ellos sería para mí. Fui a conocerlos y uno de ellos tocó mi corazón de inmediato. Mientras la madre reprendía a los otros tres, este cachorro café parecía rebelarse y defender a sus hermanos. Le pregunté a mi tío por el nombre de este perrito y me respondió que se llamaba Wayra. Wayra o Huayra es un vocablo quichua (uno de los idiomas indígenas que se hablan en Ecuador) y significa viento. Este perrito fue mi alegría las dos o tres veces que lo vi durante ese mes. 

Finalmente, y me arrepiento mucho de esto, nunca tuve el valor de llevarlo a casa (mi madre me había dicho que no lo podíamos tener y no tuve la determinación de llevarlo de todos modos). Algunas semanas después alguien más le dio un hogar.

Pasamos la página algunos años, unos 9 probablemente, al punto donde en una tarde de abril recibo una llamada de mi pareja para contarme que en la vereda fuera de la casa encontró un perrito abandonado, flaco y lleno de garrapatas y que estaba llevándolo al veterinario para poder salvarle la vida y buscarle un hogar. Como podrán adivinar, el hogar que terminó teniendo ese perrito fue nuestra casa. Lo curioso de toda esta historia es que cuando hablé por segunda vez con mi pareja para decidir el nombre que le íbamos a poner, ella me comentó que ya había decidido el nombre para el nuevo miembro de la tribu y ¿qué creen? Le había puesto Wayra, ¡Wayra! Y sin saber nada de la primera parte de la historia que les había contado. Cuando escuché ese nombre, sentí que algo cobraba mucho sentido y entendí que estaba justo en el lugar donde debía estar.

Recuerdo esto porque esta tarde estoy muy triste y alguien a quien amo mucho, con todo el corazón, se desprende de a poco del mundo material en la cama de un hospital a miles de kilómetros de donde estoy. Ahora sólo está esta tristeza física, primitiva de no poder sentir su cuerpo cerca, de no poder acariciar su cabeza una última vez. Busco, creo y recreo el sentido para encontrar mi centro en medio de esta tormenta. Abrazo a mi pareja y al Wayra como un conjuro. Recuerdo la frase de Victor Frankl: La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino sólo por falta de significado y propósito. Abuelita querida, la acompaño con todo el corazón. Me significa lo que me enseñó: este amor, que no perdona que no amemos.

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