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Opinión

El agua en Chihuahua: librar batallas

Cuando el gobernador de Coahuila, Enrique Martínez y Martínez, junto a tres mandatarios más del norte de México, se reunió con su homólogo de Texas, el republicano Rick Perry para intentar un acuerdo bilateral de estados vecinos entre ambos países, la respuesta del texano fue drástica: el cierre de las fronteras no se negocia

José Luis García
Analista

lunes, 26 julio 2021 | 06:00

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Cuando el gobernador de Coahuila, Enrique Martínez y Martínez, junto a tres mandatarios más del norte de México, se reunió con su homólogo de Texas, el republicano Rick Perry para intentar un acuerdo bilateral de estados vecinos entre ambos países, la respuesta del texano fue drástica: el cierre de las fronteras no se negocia.

Pero en el verano de 2002, los mandatarios norteños de México pudieron ablandar a Perry, logrando que los gobiernos federales de ambos países accedieran a nuevos esquemas de economía entre los estados del sur de Estados Unidos y los del norte de México.

Pero entonces vino un nuevo conflicto: el agua. Rick Perry endureció su postura, justo cuando la sequía azotaba terriblemente al norte de México, pues demandaba el pago de las reservas acuíferas de la cuenca y, en ese momento, hubo un reclamo directo del gobernador de Chihuahua, Patricio Martínez García.

En junio de 2002 y ya con el antecedente de los convenios de cooperación entre los estados vecinos de ambos países, Patricio Martínez escribió a su homólogo texano para llegar a acuerdos de buena vecindad, pues el conflicto por el agua estaba tomando caminos delicados.

Los productores de ambos lados de la frontera se estaban disputando el agua y entonces los gobernadores de Texas, Perry y de Chihuahua, Martínez García, se encontraron por tercera vez, pero en esta ocasión con el tema concreto: arreglar un tema que no les correspondía, pero que les estaba tronando en las manos.

Las posturas de ambos fue muy clara: es un asunto que debe atenderse en el nivel presidencial de ambas naciones, pero si los productores agrícolas de Texas y de Chihuahua ya están en riesgo de enfrentamientos, no había tiempo qué perder.

Hubo una tregua, hasta cierto punto simbólica, porque el radicalismo de ambos mandatarios era evidente, pues los dos intentaban proteger a los productores de sus respectivos estados y este pacto no escrito, evitó que el conflicto subiera de nivel.

El dato histórico reciente es importante, porque Chihuahua ha librado batallas para defender el agua desde 1944, cuando se firmó el tratado internacional en el que México se compromete a asignar agua a Estados Unidos del río Bravo y Estados Unidos a México del río Colorado.

Para los chihuahuenses el agua es oro, sobre todo después de haber sufrido más de 10 años de sequía que dejaron las reservas del norte de México en niveles graves; en el estado de Chihuahua se tiene el registro de 61 acuíferos, de los cuales, 47 están abatidos y sólo 14 con mediana disponibilidad para concesiones nuevas, incluso para el consumo humano, pues sólo pueden ser utilizados 4 horas por zonas, diariamente.

En Chihuahua, la sequía y el agua están en esa frontera entre la vida y la muerte, porque de la lluvia depende la producción pecuaria o el colapso del campo; por el agua hemos librado batallas para defenderla de quienes pretenden llevársela.

El agua, en nuestra tierra, es la diferencia entre comer y sufrir, entre bendecir y echar madres. El calor, cuando azota, llega a los 50 grados en regiones como Ojinaga, Ocampo o Batopilas, mientras que a Juárez le pegan los 45 con golpes de calor que aturden y mandan a la gente al hospital.

Es un calor agobiante que quema y enferma, pero estamos en los extremos: los inviernos son crudos y gélidos, como aquel 3 de febrero de 2011, cuando la temperatura descendió a 21 grados bajo cero y que dejó a los chihuahuenses sin agua, sin gas, sin luz, sin servicio telefónico.

Sí: somos extremos hasta en eso, porque cuando los inviernos son congelantes, los veranos le cobran la factura a su antónimo estacional. Aquí no nos andamos con medias tintas ni con el café tibio: o fríos o calientes.

Somos impredecibles, incluso en el clima… ¡incluso en la flora, fauna y territorio!. Tenemos un desierto tipo Sahara, en Samalayuca, único en México, y tenemos la cascada de Basaseachi, que tiene el salto de agua permanente más alto del país. Hay un hermoso bosque en el occidente, pero también tunas y nopales en el sureste. Producimos chile con poca agua en la zona centro del estado, pero también el algodón –en el Valle bajo de Juárez–, que sólo está por debajo de la calidad de fibra que produce Egipto.

Creamos viñedos en el noroeste, pero también producimos mango en Batopilas. Eso somos: extremos, porque no nos andamos con tibiezas. Por eso el agua lo es todo para nosotros, para esta tierra que sufre y se duele con la sequía, que ve morir su ganado cuando en una década deja de llover y que se colapsa el campo y la economía y… todo se paraliza sin agua.

Los chihuahuenses hemos librado muchas batallas por el agua… y por las nubes que se empiezan a observar, se avecina una más y no es precisamente una tormenta. 

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