Opinión

Para qué

Existe un segmento poblacional especialmente vulnerable a la información sobre los sucesos actuales: nuestros hijos

Cecilia Ester Castañeda
Escritora

jueves, 23 enero 2020 | 06:00

Existe un segmento poblacional especialmente vulnerable a la información sobre los sucesos actuales: nuestros hijos.

Hace unos días escuché el pesimismo de una preparatoriana aún indecisa en torno a qué carrera seguir. “Y para qué estudio, si ya me voy a morir. Ya empezó la Tercera Guerra Mundial, vivo en una ciudad donde matan mujeres…”.

De todas las omisiones cometidas con las generaciones que han ido creciendo en un histórico ambiente inseguro resalta, a mi parecer, el no estarlas preparando para vivir en estos tiempos de prueba.

Tan sólo en las últimas dos semanas en Ciudad Juárez se han registrado —entre otros— dos homicidios particularmente alarmantes por su significado. Porque si un campeón nacional de atletismo puede ser asesinado a los 18 años durante un asalto a plena luz del día y cuando se dirigía de madrugada en bicicleta a su casa le dispararon en la cabeza a una pintora de 26 que además era activista sobre temas de género, ¿sirve de algo esforzarse por un mundo mejor? 

Al sumar el caso del niño de 11 años que mató a su maestra e hirió a varios compañeros antes de suicidarse en una escuela de Torreón, Coahuila, y las bravatas contra Irán por parte de un presidente estadounidense en busca de la reelección, se entiende la desesperanza que ronda a nuestros jóvenes. Ciudad  Juárez ocupa el segundo sitio a nivel nacional en suicidios, informó hace poco El Diario, siendo los de los menores de 24 años apenas una muestra de las conductas autodestructivas prevalecientes.

No, no estamos logrando transmitir confianza a las nuevas generaciones. 

En parte se debe, creo, al gran rezago que tenemos en la difusión de información para poner en perspectiva los peligros —reales o imaginarios— en la lucha por recuperar la paz.

Obviamente distamos de superar los complejos desafíos manifestados desde hace ya 30 años en la frontera. Pero en mi opinión decir que esta ciudad “se acaba”, como leí hace poco en Facebook, es desconocer la recurrente historia de reinvención local. Se trata del tipo de dato que al parecer no nos hemos tomado la molestia de investigar ni el Gobierno ni la ciudadanía —sí, la sociedad civil también puede proponerse subsanar las deficiencias en las políticas públicas—.

Los juarenses hemos denunciado, protestado, monitoreado. Pero ni siquiera la mayoría de los activistas han analizado y explicado a la población los diversos mecanismos reflejados en condiciones de inseguridad o establecido estrategias duraderas de prevención o apoyo. Si gran número de adultos sentimos escaso control sobre el desarrollo de nuestra vida aquí, ¿cómo cree que reaccionan los niños criados en este ambiente de impotencia? 

Por suerte existen herramientas para mitigar su desaliento. Apliquémoslas.

Por ejemplo, a padres y maestros se les recomienda hablar con los menores sobre los sucesos traumáticos. “Probablemente ya sepan lo que está pasando”, dice la orientadora escolar Gayle Cicero en el Washington Post. Cicero enfatiza escuchar a los más jóvenes y entender la normalidad de reacciones como la tristeza, recordarles que cuentan con respaldo, mantener en lo posible la rutina y conservar abierta la opción de buscar ayuda profesional.

Yo señalaría asimismo a los jóvenes que los altos índices delictivos y la tecnología ameritan medidas extras de precaución. En particular, les explicaría la importancia de los estudios de género para entender la violencia contra las mujeres (es más probable que un agresor sexual sea conocido de la víctima y el abuso de una pareja tiende a subir de nivel, les diría también). Porque identificar las señales de peligro puede salvar vidas. 

En cuanto a los conflictos bélicos, a las generaciones que no habían nacido en el 2001 ni en tiempos de la Guerra del Golfo les contaría que las operaciones militares suelen ser impredecibles y generalmente el calificativo de “mundial” se otorga años después. Cierto, Donald Trump está bajo la presión de un juicio político y nada une más a un pueblo con su líder que una guerra. Además, el uso potencial de las armas actuales pone en peligro a toda la humanidad. Pero, hasta ahora, el hombre –y la mujer– ha sobrevivido verdaderos cataclismos.  

Yo diría a los jóvenes que nunca se sabe con certeza lo que va a ocurrir. Es parte de la vida, como prepararse para vivirla.

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