Opinión

De política y cosas peores | Al día siguiente

'Tengo dificultades para hacerle el amor a mi mujer'. Eso le dijo don Penilio al médico

Armando Fuentes
Escritor

sábado, 30 noviembre 2019 | 07:25

Ciudad de México— “Tengo dificultades para hacerle el amor a mi mujer”. Eso le dijo don Penilio al médico. Procedió el urólogo a efectuar el correspondiente examen y bien pronto descubrió la causa del problema que afectaba a su paciente. Le indicó: “Presenta usted un severo caso de fimosis”. Esta última palabra, fimosis, proveniente del griego phimós, que quiere decir bozal, designa a la estrechez natural -o sea congénita- de la abertura del prepucio, piel móvil del pene. De esa constricción deriva la imposibilidad de poner al descubierto el extremo distal o superior del citado órgano, extremidad llamada glande, del latín glans, bellota, por la semejanza que esa parte del miembro viril tiene con dicho fruto. Así cubierto el glande se dificulta considerablemente la relación sexual. (Nota. Esta dilatada explicación no ayuda en nada a la comprensión del chiste, pero le da cierta respetabilidad). Le dijo el médico al paciente: “Su problema puede ser remediado con una sencilla intervención quirúrgica”. Preguntó don Penilio: “¿Cuánto costaría eso?”. El facultativo sacó su calculadora y empezó a realizar una serie de operaciones matemáticas, principalmente sumas y multiplicaciones, lo cual hizo que la fimosis se le acentuara al paciente todavía más. Después de un rato el médico le in“Permítame consultar esto con mi esposa”. Al día siguiente don Penilio llamó por teléfono al doctor y le comunicó: “Dice mi señora que con ese dinero mejor va a poner cortinas nuevas en la sala”. Patán. Barbaján. Rufián. Jayán. Bausán. Ganapán. Truhán. Pelafustán. Nuestro idioma es rico en vocablos para nombrar y calificar a quien es vulgar, grosero, majadero. No sé por qué esas palabras, con otras de mayor sustancia, pasaron por mi mente cuando vi la fotografía en que un individuo de nombre Ángel Carrizales aparece tocándose la genitalidad con una mano mientras con la otra hace una seña propia de cholos, chundos, chairos o chalanes. Tan plebeya imagen podría reducirse a una estampa de la ordinariez de no ser porque el retratado tiene la calidad de funcionario de la Federación. El nombramiento se lo otorgó López Obrador, que puso a su antiguo ayudante al frente de la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente, sea ese batidillo lo que sea. Para hacer la designación, dijo, tomó en cuenta la honestidad del designado. Y no cabe duda de que el retrato en cuestión es sumamente honesto. Cinco veces habían rechazado los senadores al sujeto de marras cuando fue propuesto para otros cargos, por considerar que le faltaba capacidad para desempeñarlos, pero en este caso la designación correspondía a AMLO, quien otra vez, al imponer a su protegido, impuso su voluntad autoritaria no sólo por encima de la razón sino también sobre el bien de la República. La voluntad del Presidente en turno ha sido siempre incontrastable en México, país presidencialista si los hay, pero en tratándose de López Obrador esa voluntad se está mostrando particularmente voluntariosa. Eso empezó con la irracional cancelación del aeropuerto de Texcoco, y el ejemplo más reciente es este desatinado nombramiento tan arbitrario como el que hizo el tabasqueño en el caso de la ahora inexistente Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Preocupa la actitud de AMLO, su conducta absolutista que -es necesario decirlo una y otra vez- asume con frecuencia visos de dictatorial. El juez leyó el expediente del reo: “Robo. Injurias. Lesiones. Faltas a la moral. Faltas a la moral. Faltas a la moral”. “Sí, señor juez -explicó el hombre-. Finalmente encontré mi verdadera vocación”. FIN.  

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