Opinión

Nosotros somos los buenos

Una tendencia a la que muchos gobernantes recurren es tratar de convencer al electorado, y luego a sus gobernados...

Sixto Duarte
Analista

martes, 18 febrero 2020 | 06:00

Una tendencia a la que muchos gobernantes recurren es tratar de convencer al electorado, y luego a sus gobernados, de que son distintos a sus antecesores. Por alguna razón, y quizá sea un tema muy humano, siempre existe una fuerte animadversión hacia quienes antes ocupaban un espacio público, por quienes hoy lo ocupan, o a quienes vendrán a ocuparlo después de que dichos personajes lo hubieren ocupado.

Dado que en la actualidad es más fácil llegar al poder golpeando a los gobernantes mientras se azuza a las masas, en lugar de proponer soluciones a los problemas, vemos que la forma de hacer campañas políticas ha cambiado. Durante las campañas políticas, por ejemplo, los candidatos señalan hasta el cansancio a quienes actualmente detentan una determinada posición de poder, apuntando a los vicios de sus gestiones, sus excesos, e incluso, sus tropelías.

Ejemplo de ellos podemos ver varios. Por ejemplo, López Obrador criticaba el bajo crecimiento en materia económica durante el gobierno de Peña, señalaba la inseguridad durante el gobierno de Calderón, acusaba a la “mafia del poder” de coludirse con el PRIAN para perjudicar a México, criticaba las propuestas y nombramientos de ministros de la Corte realizadas durante otras gestiones, incluso, llegó a señalar a los líderes sindicales de corruptos.

Lo que hoy sucede es que el país no crece económicamente, y estamos prácticamente en recesión; la inseguridad está en los peores niveles de la historia del México moderno, pues los homicidios van en aumento; nombró en su círculo cercano a varios “prianistas”, tales como Manuel Bartlett, Gertz Manero, Alfonso Durazo, Gabriela Cuevas, Germán Martínez, Esteban Moctezuma, entre muchos otros; propuso en terna para la Corte a personajes vinculados a su grupo cercano, ponderando más la lealtad que la capacidad jurídica; impulsó el nombramiento de una presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que no cumple con un requisito constitucional, y además, integra su círculo cercano; y ahora, le lava la cara también a Napoleón Gómez Urrutia, Elba Esther Gordillo, y al propio Manuel Bartlett cuya fortuna, nos confirma que la lucha contra la corrupción de López Obrador es puro cuento.

Por su parte, en el ámbito local sucede lo mismo. Javier Corral señaló por años la deuda del gobierno de Chihuahua, dejada por su antecesor; igualmente criticó de César Duarte usar la flota aérea del gobierno de manera excesiva, y poco responsable, prometiendo vender dichas naves y trasladarse en vuelos comerciales; señaló ferozmente la intervención de Duarte en la integración del Poder Judicial de Chihuahua.

Al paso del tiempo, vemos que la deuda de Chihuahua sigue creciendo durante su mandato, y que el gasto corriente del gobierno sigue subiendo; por otro lado, no se baja de los aviones de gobierno, esos que juró vender; además, intervino en el poder judicial, y de manera indirecta expresó que Duarte se había metido en el poder judicial, y que ahora él debía meterse para deshacer lo hecho por el antecesor.

Como podemos advertir, los gobernantes, ambos en este caso, han incurrido exactamente en los mismos vicios y excesos que criticaban de sus antecesores. De ahí que podamos concluir que no es que pensaran que las cosas estaban mal en un principio, el problema es que no eran ellos quienes tomaban las decisiones. Ahora, en cambio, justifican su proceder porque ellos “sí son buenos”. Por ejemplo, la intervención de Corral en el poder judicial de Chihuahua se dio para revertir lo hecho por Duarte en el mismo ámbito, pero sería igualmente inconstitucional. Es decir, se violaría por parte de Corral la división de poderes para remediar otra violación de poderes realizada por Duarte.

Por la arena del Gobierno federal, la actual administración es quizá la que más adjudicaciones directas de contratos ha realizado, eludiendo así procesos licitatorios. El más famoso que se me viene a la mente es el proceso para la adquisición de aquellas pipas para transportar gasolina (hace un año) para combatir el desabasto de combustibles. A pregunta expresa de por qué no se había licitado dicha compra, el presidente respondió que se había decidido el esquema de adjudicación directa porque “nosotros somos honestos, no tenemos problemas de conciencia”.

Ahora, el golpeteo promovido desde el gobierno a Lorenzo Córdova, presidente del INE, debe preocuparnos a todos. El interés del gobierno es evidente: controlar dicho órgano constitucional autónomo. Y hay quienes dicen que estaría bien que así fuera, pues López Obrador sí es honesto.

Los cambios que tanto prometieron, en realidad derivaron en administraciones gatopardistas. Pero bueno, a pesar de actuar igual que sus antecesores, ellos “sí son buenos”.

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