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Opinión

No hay que dejarse de oficiales abusones

No son mayoría, pero en todas las instituciones del orden existen oficiales abusones que, con el pretexto de hacer su trabajo, aprovechan su posición de poder para maltratar a quienes debieran servir

Gerardo Rodríguez Jiménez
Periodista/Académico

domingo, 05 mayo 2024 | 06:00

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No son mayoría, pero en todas las instituciones del orden existen oficiales abusones que, con el pretexto de hacer su trabajo, aprovechan su posición de poder para maltratar a quienes debieran servir.

El jueves pasado un agente de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP por sus siglas en inglés) fue encontrado culpable por uso de fuerza excesiva cuando trabajaba en el Puente Libre, así como de posteriormente falsificar una declaración escrita. Miguel Ángel Delgado, de 40 años de edad, podría enfrentar hasta 40 años de prisión: 10 años por cada incidente violento, y 20 años por falsificación. Sus víctimas resultaron con lesiones corporales. Después de uno de los incidentes, Delgado presentó un reporte en el que acusaba a uno de los afectados de haberse resistido a ser esposado, lo cual resultó una mentira. No se reveló el daño causado a las víctimas.

El oficial estaba trabajando en el Puente Internacional de las Américas entre octubre de 2019 y junio de 2020 cuando los dos incidentes sucedieron. Jaime Esparza, exfiscal de distrito de El Paso y ahora fiscal federal fue quien hizo el anuncio ante los medios. Veremos si la sentencia final es tan severa como la noticia aparenta.

En otro caso, un juez sentenció a cuatro meses a prisión a otro agente de CBP por lesionar seriamente a una mujer en la cabeza. Andre Chevalier, de 41 años, quien ya había sido despedido por causas similares de dos trabajos de seguridad antes de ser contratado por CBP en una reservación nativo americana, empujó a la mujer con exceso de fuerza contra una puerta de metal en el puerto de entrada de San Ysidro cuando regresaba de Tijuana en el 2022. El oficial le estrelló la cara en el filo del metal, “rompiéndole la nariz y abriéndole el labio, antes de que cayera al piso”. El incidente fue grabado por las cámaras y utilizado en el juicio. En la misma zona fronteriza, Leonard Darnel George, otro oficial de CBP, fue acusado de fraude por aceptar sobornos para dejar pasar carros llenos de drogas hacia el norte, incluyendo fentanilo, heroína, y metanfetaminas. El exoficial gastaba mucho dinero y visitaba frecuentemente a su novia en México, llevando una doble vida. “La confianza en los oficiales de policía está disminuyendo”, declaró el juez Anthony Battaglia, al sentenciarlo. En Laredo, Texas, otro oficial, Emanuel Celedon, fue arrestado el pasado diciembre y acusado de intentar importar varios kilos de cocaína y aceptar sobornos. 

¿Cuántos agentes de CBP se han corrompido, y cuántos abusos tienen que suceder antes que una víctima se atreva a demandar y seguir un largo y difícil proceso judicial para obtener justicia? Sospechamos que estadísticamente deben ser muchos. Cada caso es diferente, pero la corrupción y el abuso de oficiales fronterizos en la frontera es una realidad, y con el aumento de la militarización y las tensiones político-culturales, la situación está empeorando. Desafortunadamente, a veces son los mismos integrantes de las culturas históricamente oprimidas -como la de los mexicoamericanos o indígenas asimilados a la cultura dominante- quienes debido a sus propios conflictos de identidad o crisis psicológicas internas tratan peor a los transfronterizos, con tal de “destacar” en instituciones históricamente afectadas por racismo y xenofobia de sus superiores, aunque públicamente lo intenten disimular por diplomacia. Personalmente, he escuchado a un par de amigos de preparatoria que ahora trabajan en la Patrulla Fronteriza y CBP platicar sobre las humillantes prácticas de entrenamiento a las que al principio son sometidos quienes aplican a esos puestos -muy al estilo militar norteamericano; especialmente si son de descendencia mexicana- por sus superiores, sin que nadie diga nada por temor a ser despedidos.

Es una estrategia militar: los opresores utilizan a un grupo selecto de confianza seleccionado de entre sus mismos oprimidos para controlar al enemigo mayoritario. Ciertos individuos del grupo conquistado son escogidos estratégicamente para este propósito, recibiendo algunos beneficios por someter a sus alternos, asimilándose a la cultura ganadora por conveniencia, y en ocasiones ensañándose contra sus propios hermanos culturales, pero que sus superiores para así agradarles. Ha sucedido en todas las conquistas, los campos de concentración y prisiones de guerra desde la época del imperio romano. Un ejemplo muy documentado sucedió durante el holocausto de la Segunda Guerra Mundial, en el que los Nazis escogían súbditos judíos para dominar y controlar a sus víctimas. Lo mencionamos solo por escoger un caso específico. Claro, entendiendo niveles de opresión y circunstancias diferentes en cada conflicto. 

Sin embargo, algo parecido sucede en la frontera. Cuántas veces hemos escuchado a mexicanos que cruzan la frontera quejarse del maltrato o indignación sufrida a manos de sus mismos paisanos mexicoamericanos que ahora trabajan como oficiales norteamericanos, a quienes tachan de ser más estrictos que los mismos anglosajones. Si eres originario de la frontera, seguramente ya has escuchado esta queja, aunque la tensión y prejuicios fluyen hacia los dos lados de la frontera, porque también los mexicanos critican ofensivamente a los descendientes mexicanos que no hablan bien el español, tachándolos de “pochos”, una palabra que finalmente resulta despectiva, y es una agresión a la inversa.

Es un fenómeno de la tensión social existente. Las líneas fronterizas, específicamente, son una muestra dentro de un laboratorio territorial y cultural en continuo conflicto, que a veces hierve por sus conflictos políticos, problemas migratorios, tráfico de personas y drogas, así como por los resentimientos históricos. Basta revisar otras zonas fronterizas como Gaza, Ucrania, o Taiwán, en donde, o ya estalló la guerra, o se siente la tensión cada vez peor. Aunque en nuestra región no se ha llegado a tanto, cada vez más frecuentemente, políticos oportunistas utilizan sus discursos de odio, propagando los conflictos y miedo porque les convienen para sus ambiciones partidarias. En EU, Trump, candidato republicano conocidamente agresivo, a pregunta específica de las cortes, no ha querido declarar que respetará el resultado de las elecciones presidenciales, aunque no le favorezcan. En cambio, sigue sembrando el odio antiinmigrante, prometiendo que deportará a millones de indocumentados “criminales” que según él entran diariamente a EU. 

EU y México son pueblos aliados y socios comerciales, por lo que les conviene a ambos seguir en buenos términos. A pesar de ello, las tensiones culturales entre pueblos que se perciben ilusoriamente como muy diferentes son una realidad. Personajes como Abbot, gobernador de Texas, quien utiliza su poder para frenar el flujo comercial entre las dos naciones cuando se le antoja como un método para presionar a los dos gobiernos federales -lo que genera pérdidas millonarias a las empresas mexicanas y multinacionales- no ayudan a mejorar esta división. Al revés, cada vez militariza más sus fronteras, retando al Gobierno federal.  Recientemente, en Ciudad Juárez, el Consejo Coordinador Empresarial mexicano (CCE) les solicitó a las dependencias de gobierno dialogar para revisar la posibilidad de ampliar los horarios de apertura del puente de Santa Teresa en Nuevo México. Lo hemos dicho antes, el mensaje que lanza el gobernador texano es irresponsable.

También es trabajo de los consulados difundir un mensaje más positivo a través de los medios, para proteger la dignidad a los conciudadanos que utilizan los puentes, informándoles que opciones y vías legales pueden utilizar para quejarse en caso de un abuso, y si es meritorio, como demandar justicia. Hasta ahora sus esfuerzos al respecto se han quedado cortos. No se puede permitir que ningún oficial abuse de su poder por creerse respaldados por instituciones divisivas, o por el motivo que sea. Se requiere más educación, y promover la cultura de la denuncia para reportar incidentes agresivos, y si es necesario, consultar a un abogado y exigir reparaciones. No hay que dejarse. 

Jerry79912@yahoo.com

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