PUBLICIDAD

Opinión

La importancia del voto racional

El próximo domingo 2 de junio de 2024 habrá elecciones generales en México. Se eligen todos los cargos de elección popular federal

Sixto Duarte
Analista

domingo, 05 mayo 2024 | 06:00

PUBLICIDAD

El próximo domingo 2 de junio de 2024 habrá elecciones generales en México. Se eligen todos los cargos de elección popular federal. En nuestra entidad, igualmente se eligen todos los cargos con excepción de la gubernatura del Estado que se renueva en 2027. 

En esta elección parecería que las encuestas dejaron de ser un medio confiable para determinar el resultado electoral. Ya han sido varios los procesos donde las casas encuestadoras fallan en su pronóstico. A pesar de ello, el oficialismo sigue inundándonos con resultados de encuestas que son abiertamente ilógicos. 

Según estos resultados, Claudia Sheinbaum ganaría la elección con cerca del 60% de los votos. Si bien no todas las encuestadoras establecen este resultado, las más aventuradas lo hacen. Me parece ilógico que, después de casi seis años del gobierno de López Obrador, hoy ese partido tuviera más fortaleza que hace seis años.

Hace seis años eran oposición, no tenían desgaste de gobierno, y habían hecho una serie de promesas que, al paso de cinco años han quedado solamente en promesas incumplidas. México no es más seguro hoy que hace seis años. La inflación está descontrolada. La gasolina no cuesta diez pesos el litro. El ejército sigue en las calles, y ahora realiza más actividades de las que tenía encomendadas hace seis años. No hay medicinas en los hospitales ni en los centros de salud. Las carreteras son intransitables. La corrupción no se ha erradicado, pues se ha dado testimonio de actos de corrupción incluso en el círculo más cercano del presidente. Los ataques al Poder Judicial así como a los órganos autónomos son el pan de cada día. La censura a los medios de comunicación y a los periodistas es constante y reiterativa. Las relaciones de México con el mundo son cada vez más distantes. El país en pocas palabras se ha convertido en un albañal justamente por la degradación institucional que se vive en México. 

A pesar de ello, y al margen de las encuestas, es evidente que Claudia Sheinbaum, la candidata que representa la continuidad de todo este desmán, encabeza las preferencias. No se sabe a ciencia cierta con qué porcentaje lo hace, pero va arriba en los números.

Después de analizar que México se ha convertido en el país que se describió en la película “El Infierno” de Luis Estrada, me pregunto por qué el oficialismo sigue siendo tan fuerte política y electoralmente.

Creo que una de las razones es justamente la campaña de propaganda y odio que se ha establecido como política pública desde que inició el gobierno de López Obrador. No recuerdo nunca que un presidente de la República dedicara tanto tiempo a pelear contra sus “adversarios”. Es decir, bajo el pretexto de erradicar “campañas de desinformación” el presidente se sube a su podio mañanero a pontificar y decretar verdades (aunque no coincidan con los hechos) y a golpear a sus enemigos (que él llama adversarios). Incluso estableció una sección semanal donde se trata de desmentir lo que, según él, son datos falsos publicados en la prensa. 

La narrativa del oficialismo lleva seis años utilizando la misma fórmula. Primero, divide al pueblo bueno de los conservadores. Es decir, genera un ambiente de polarización en la población. Después dirige las baterías hacia algún poder u organismo que no se ciña a los mandatos presidenciales. En este caso, son clientes frecuentes de las mañaneras el Poder Judicial de la Federación, el Instituto Nacional Electoral, el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información, entre otros. 

La retórica siempre es la misma: les llama corruptos, les dice que tienen sueldos muy elevados para apelar a un sentimiento primitivo colectivo, y señala sus ‘privilegios’. El exhibir los salarios de los funcionarios intenta poner a la opinión pública en su contra. Lo irónico es que todas esas instituciones tienen como objeto que podamos vivir en libertad y en democracia. El Poder Judicial protege al ciudadano de las arbitrariedades del poder. El órgano electoral garantiza elecciones libres e imparciales. El organismo de acceso a la información le da publicidad al gasto público (que es justamente lo que el gobierno trata de evitar).

Sin embargo, la colectividad parece dejarse guiar por impulsos más que por un ejercicio racional de por qué el presidente ataca a los organismos autónomos. La respuesta es clara: quiere acumular más poder. Eso se logra quitando del camino a los contrapesos que tiene su función por disposición constitucional.

A toda esta narrativa polarizadora se puede agregar que el gobierno reparte dinero para fomentar una base clientelar que utiliza en las elecciones. Ningún país racional optaría por continuar con el gobierno que tenemos. Pero parecería que no somos racionales.

Hace unas semanas platicaba con una ex compañera de trabajo. Me decía que no encontraba razones para votar por la oposición, por lo que votaría por Sheinbaum. Respecto al argumento de la corrupción del actual gobierno, me dijo que todos los políticos de todos los partidos robaban. Esto es incongruente porque el oficialismo se vendió como la honestidad encarnada en personas. Estas personas serían Manuel Bartlett quien tiene decenas de propiedades; Rocío Nahle con cuentas millonarias en el extranjero; los hijos del presidente haciendo negocios sucios.

Respecto a la caída de la Línea 12, tuvo el atrevimiento de decirme que eso no era responsabilidad de la jefa de Gobierno (en ese entonces, Sheinbaum) porque ella no podía estar atenta a todas las áreas del gobierno. Esto es un absurdo justamente cuando quienes hoy gobiernan culparon a Peña de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. Bajo esa misma lógica, Peña no tuvo responsabilidad. Lo mismo con el Colegio Rébsamen. 

En relación con la inseguridad cada vez más aguda que se vive en México, respondió que ese era un problema que le habían heredado. A pesar de que este sexenio concluirá como el gobierno con más violento, la narrativa oficial dice que vamos muy bien en el combate a la delincuencia. Como si hubieran sido electos para dar continuidad, no para cambiar las cosas que criticaron por años. 

Parece que el elector promedio de Sheinbaum no acepta cifras oficiales, pues como se volvió ya un apotegma del oficialismo, ellos “tienen otros datos”.

Estas respuestas sin sustento me hicieron reflexionar lo que llevo años pensando. La sociedad no está involucrada lo suficiente en la cosa pública. Es decir, debemos ser una sociedad analítica, crítica, y politizada, en el buen sentido de la palabra. Las elecciones que vienen no son un partido de futbol donde cada quien le puede ir a un equipo. Estamos jugándonos el futuro de México.

Para mucha gente fue difícil optar por López Obrador hace seis años. Tardaron tantos años en decidirse votar por él que ahora, hasta por una cuestión de orgullo, se niegan a reconocer que fue un error. Quien haya votado hace seis años por López Obrador no tiene que reconocer en público que fue un error; puede hacerlo votando en contra justamente de la candidata que representa la continuidad. Finalmente, nadie le debe a nadie explicaciones de cómo emite su voto. 

Creo que antes de votar el elector debe preguntarse seriamente si estamos mejor hoy que hace seis años. Debe hacer este ejercicio mental desprovisto de todo atavismo irreflexivo y preguntárselo genuinamente. Ninguna cifra (incluida las oficiales) evidencia que este gobierno haya sido mejor que los gobiernos anteriores en ningún rubro de la administración pública. 

Si a pesar de todo decide votar por la candidata presidencial que representa al oficialismo, lo más sano sería votar en el Congreso por la oposición. A nadie le conviene tener un presidente con tanta fuerza en el Congreso, pues eso implicaría darle un cheque en blanco para que nos sigan quitando cosas en el futuro.

Ya nos quitaron la seguridad, las medicinas, las pensiones, el derecho a defendernos (reforma a la Ley de Amparo). Pretenden despojarnos de muchas cosas más y el elector promedio de Sheinbaum solo atina a responder una cosa: “el PRIAN robó más”.

Es momento de que México madure en lo político, antes que sea demasiado tarde.

 

PUBLICIDAD

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search