La educación, el mejor patrimonio para niñas y niños

“El propósito de la educación, es facilitar el desarrollo cognitivo, enseñar a los niños sus derechos y proveerles de conocimientos básicos prácticos para la vida y para su bienestar”

En la última semana, celebramos las festividades del día de las niñas y niños, y eso me hizo pensar constantemente en la gran tarea que tenemos para cuidarles y ofrecerles el mejor futuro posible. Nuestros pequeños son nuestra esperanza y nuestra inspiración, merecen lo mejor y estamos comprometidos a dárselo.

La infancia es una etapa de juegos y sueños, es el momento de la vida en que los seres humanos contamos con una creatividad más activa y rica; por ello, es la época idónea para el aprendizaje y la formación. La educación es el mejor patrimonio que podemos darles, pues es una herramienta para desarrollar talentos, expresar ideas, hacer amigos, aprender a enfrentar retos y, sobre todo, para alcanzar sus sueños.

El propósito de la educación, es facilitar el desarrollo cognitivo, enseñar a los niños sus derechos y proveerles de conocimientos básicos prácticos para la vida y para su bienestar. Es cierto que se trata de que la niñez sea feliz en esta etapa y de educar con una perspectiva humana. Sin embargo, esto también significa brindarles las habilidades necesarias para afrontar con éxito los desafíos del mundo laboral cuando sean adultos. El reto es doble, por un lado, debemos asegurarnos de que la educación forme a los niños y niñas para el siglo XXI, con competencias digitales, lingüísticas, científicas y artísticas, y por otro para una vida con bases realmente democráticas donde se promueva la diversidad, la tolerancia, el respeto y la convivencia.

Por todo ello, considero fundamental que los gobiernos intensifiquen sus esfuerzos para ofrecer una mejor formación para el futuro. Los retos de los últimos años, como la pandemia y la crisis económica, hicieron retroceder los avances educativos a nivel global y, por lo tanto, ahora nos toca redoblar esfuerzos. Debemos garantizar que los niños y niñas tengan acceso a una educación integral, equitativa y de calidad, que les permita desarrollar todas sus capacidades y enfrentar con éxito los desafíos de este siglo. Sin duda la educación es la clave para construir un mundo mejor para las niñas y niños, y para todos nosotros.

Por la misma razón, debemos evitar esfuerzos necios y experimentos sistemáticos que pretenden disfrazar a la educación de ideología. Caminar en esa dirección no solo genera un aislamiento educativo, sino que, además, polariza y lejos de eliminar las brechas, la acrecienta.

El sistema educativo de un país debe existir para brindar una perspectiva amplia e integral de la vida a los pequeños, y dotarles de pensamiento crítico para lograr la libertad y la felicidad. En ningún caso, debe tratarse de un intento por adoctrinar a la sociedad, haciéndola más dócil, promoviendo la ignorancia en lugar de la apertura. La educación debe ser democrática, plural y respetuosa de las diferencias culturales, religiosas y políticas. La educación debe fomentar el diálogo, la convivencia pacífica y la solidaridad entre los pueblos. Debe formar ciudadanos responsables, conscientes de sus derechos y deberes, capaces de participar activamente en la construcción de un mundo mejor.

Es muy importante que los programas educativos sean evaluados por agentes externos que nos orienten para reconocer nuestras fortalezas y oportunidades en materia educativa. Estas evaluaciones nos ayudan a saber el nivel de aprendizaje y desempeño de nuestros estudiantes, así como las áreas de mejora y las buenas prácticas que se pueden difundir. También nos permiten establecer comparaciones y estándares internacionales, y dar cuenta a la sociedad sobre los resultados y los recursos de la educación. Solo de esta forma, podremos asegurar una educación de calidad para todos y todas, y protegerla de cualquier intento de manipulación o imposición ideológica.