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Opinión

Escribir en y sobre Juárez

Escribir 'en' y 'sobre' Juárez es hacerlo desde un lugar que engloba una gran cantidad de fenómenos que son propios de lo que desde la filosofía social ha venido a denominarse modernidad

José Roberto Hernández Fuentes / Sociólogo

sábado, 04 mayo 2024 | 06:00

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He tenido la fortuna de ser invitado a colaborar con mi perspectiva y opinión en El Diario de Juárez, uno de los medios de comunicación con más historia, tradición y difusión de este municipio fronterizo. Como sociólogo egresado de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), tener esta oportunidad representa la posibilidad de poder contribuir desde mi formación profesional y científica al análisis, comprensión y posible explicación de diversos fenómenos sociales que acontecen en una urbe que reviste gran importancia estratégica para los intereses no solo nacionales sino también internacionales. 

No obstante, he de confesar que la tarea no es sencilla. Por un lado, porque el reto de escribir en una época como la que nos ha tocado vivir es cada vez más complejo ante las actuales circunstancias socioculturales, en donde hemos atestiguado un fuerte embate contra nuestra capacidad de atención y disposición a la lectura, en consonancia con la imposición de una marcada tendencia hacia lo lacónico, es decir, lo breve, compendioso, abreviado o simplemente reducido. El “meme” es, sin duda, uno de los más claros ejemplos de esto, además de la propia dinámica y funcionamiento de las distintas redes sociales que hoy enmarcan predominantemente tanto la convivencia como el “diálogo” entre nosotros, estableciendo sus propias reglas y códigos cuyo principio pareciera ser el enaltecimiento de lo efímero. 

Por otro lado, escribir en un espacio como el que aquí generosamente se me otorga implica sujetarse a temas concretos que han de ser relevantes para y en el devenir de la sociedad juarense. Desde luego, son muchos y variados los temas que se pueden elegir para apuntalar una opinión respectiva, y esto es precisamente lo complicado del asunto. El acto —o el arte— de escribir no es en absoluto una actividad autocomplaciente, máxime si se escribe desde alguno de los enfoques disciplinarios de las ciencias sociales, como es el caso. Escribir desde la perspectiva sociológica es también intentar establecer un tipo de relación con los potenciales lectores, de tal manera que estos perciban una determinada utilidad de esta ciencia social en cuanto a una mejor o mayor comprensión y/o explicación de los sucesos que van definiendo y redefiniendo la vida social de la localidad y que, desde luego, inciden en nuestras propias cotidianidades. Entonces ¿por dónde empezar? ¿Qué tema abordar? ¿Cuál de los temas será más útil tratar en este momento?, son preguntas que ineludiblemente aparecieron desde que recibí la invitación y que se agudizaron cuando me senté frente a la computadora. 

Escribir “en” y “sobre” Juárez es hacerlo desde un lugar que engloba una gran cantidad de fenómenos que son propios de lo que desde la filosofía social ha venido a denominarse modernidad, modernidad tardía, modernidad líquida, hipermodernidad, posmodernidad, etc. Es decir, una urbe que dada su circunstancia geográfica y por ende geoeconómica y geopolítica ha experimentado muchos de los efectos o consecuencias de la llamada globalización, la cual comenzó a resentirse aquí desde mucho antes del advenimiento de la industria maquiladora. Ante la colindancia con los Estados Unidos, la entrada de Juárez a la vertiginosidad del escenario modernizador fue temprana precisamente por el contacto permanente que se ha tenido con aquella sociedad desde que la frontera entre ambas naciones tuvo que moverse más al sur luego de la guerra acaecida entre 1846-1848. La constante e ineludible relación con el país del norte ha hecho no sólo de esta ciudad, sino de prácticamente toda la franja fronteriza norte del país una región con una personalidad propia, singular e incluso excéntrica que le imprime un carácter societal muy distinto al de otras latitudes nacionales. 

Escribir en Juárez es, por lo tanto, hacerlo desde la intensidad de la productividad diaria e incesante de sus habitantes, desde el ruido estresante pero irónica e inconscientemente alentador del trabajo en fábricas, talleres y comercios; del ir y venir de la gente que se evidencia en la saturación de las vialidades que se asumen como todo un reto a la resistencia dado el azote de un clima decididamente voluble y extenuante; del ruido de las sirenas de patrullas, ambulancias, tráileres, camiones de transporte público y de personal, de helicópteros vigilantes, de aviones que aterrizan y despegan y del motor de automóviles viejos y nuevos que caen infortunadamente en algún bache distintivo de nuestras calles y avenidas. Un ruido que machaca la conciencia del ser citadino e interpela a quienes intentamos escribir sobre el significado de vivir en un territorio como este, a pesar de las dificultades que implica hacerlo cuando el vecino o la vecina decide compartir su música con toda la comunidad al elevar indiscriminadamente el volumen de su dispositivo.  

Abordar Juárez para reflexionar sobre alguna de sus variadas facetas es también hacerlo desde la asimilación de un enfoque inevitablemente binacional que se forja cotidianamente en los cruces fronterizos por los puentes internacionales, pero también a través de la convivencia y conversación con nuestros familiares o amistades que viven al otro lado del Río Bravo, con quienes compartimos el café, la cerveza, los burritos, la carne asada, el menudo, las hamburguesas y los hot-dogs de manera muy recurrente y más todavía si se presenta algún evento deportivo o artístico que amerite con mayor razón otra de tantas reuniones. Es ahí donde la perspectiva binacional con sus implicaciones socioeconómicas, sociopolíticas y socioculturales se graba en nuestra mirada, en la forma en que vemos y comprendemos las cosas. 

Pensar desde esta urbe y plasmarlo en papel es también hacerlo desde la conciencia de la gravedad y urgencia de nuestros propios problemas, de la complejidad psicológica y sociológica que significa habitar una ciudad tan vertiginosa como esta, que va y viene, que trabaja día y noche, que no se permite descansar, que ha configurado una vida nocturna distintiva y orgullosa; una ciudad que no calla, que no conoce el silencio, que ríe y que llora sin dejar de caminar, que ha tomado rumbo y que aún decide su destino llena de expectativa ante el futuro. Escribir sobre Juárez es entonces llevar a cabo una actividad de gran responsabilidad, un acto de respeto por la nobleza de esta tierra contradictoria que esconde una enorme riqueza en su natural aridez, que es capaz de mantener a sus hijos, propios y adoptados, en una vida digna forjada en el trabajo y la superación. 

Espero entonces cumplir con el cometido y que esta conversación con todas y todos ustedes sea larga y fructífera.   

   

      

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