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Internacional

Temen que se aviven tensiones étnicas en Rusia

El gobierno ruso trata de mantener contentos a los partidarios de la guerra prometiendo medidas más duras contra los migrantes, al tiempo que intenta evitar que las tensiones estallen en toda la sociedad.

The New York Times

viernes, 29 marzo 2024 | 06:00

The New York Times | Una multitud en Moscú, incluidos hombres con sombreros tradicionales kirguises, dejando tributos florales en la sala de conciertos que fue el lugar del ataque

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En un acto conmemorativo celebrado esta semana frente a la sala de conciertos en la que se sospecha que extremistas islamistas perpetraron un atentado terrorista mortífero, uno de los raperos pro-Kremlin más populares de Rusia advirtió a los “grupos de derecha y extrema derecha” que no deben “incitar al odio étnico”.

En una reunión televisada sobre el atentado, el fiscal superior de Rusia, Igor Krasnov, prometió que su servicio prestaba “especial atención” a la prevención de “conflictos interétnicos e interreligiosos”.

Y cuando el presidente Vladimir Putin hizo sus primeros comentarios sobre la tragedia el fin de semana pasado, dijo que no permitiría que nadie “sembrara las semillas venenosas del odio, el pánico y la discordia en nuestra sociedad multiétnica”.

Tras el atentado ocurrido cerca de Moscú en el que murieron 139 personas el pasado viernes, ha habido un tema recurrente en la respuesta del Kremlin: el temor a que la tragedia pueda incentivar luchas étnicas dentro de Rusia. Mientras Putin y sus jefes de seguridad acusan a Ucrania —sin ofrecer pruebas— de haber ayudado a organizar el ataque, el hecho de que los cuatro sospechosos detenidos por el atentado procedan del país centroasiático de Tayikistán, predominantemente musulmán, está avivando la retórica antimigratoria en internet.

Para Putin, el problema se ve agravado por las prioridades de su guerra en Ucrania. Los miembros de grupos minoritarios musulmanes constituyen una parte significativa de los soldados rusos que luchan y mueren. Los migrantes de Asia Central proporcionan gran parte de la mano de obra que mantiene en marcha la economía rusa y su cadena de suministro militar.

Pero muchos de los más fervientes partidarios de la invasión de Putin son nacionalistas rusos cuyos populares blogs a favor de la guerra en la aplicación de mensajería Telegram han rebosado xenofobia en los días posteriores al ataque.

“Hay que cerrar las fronteras en la medida de lo posible, si no es que clausurarlas”, decía uno de ellos. “La situación actual ha demostrado que la sociedad rusa está al borde del abismo”.

Como resultado, el Kremlin está caminando por una línea muy fina, tratando de mantener contentos a los partidarios de la guerra prometiendo medidas más duras contra los migrantes, al tiempo que intenta evitar que las tensiones estallen en toda la sociedad. El potencial de violencia se evidenció en octubre, cuando una turba antisemita irrumpió en un aeropuerto de la región rusa de Daguestán, predominantemente musulmana, para enfrentarse a un avión de pasajeros procedente de Israel.

“Las autoridades consideran que se trata de una amenaza muy grave”, declaró en una entrevista telefónica Serguéi Márkov, analista político que simpatiza con Putin y exasesor del Kremlin radicado en Moscú. “Por eso se están haciendo todos los esfuerzos para calmar a la opinión pública”.

Atrapados en medio están millones de trabajadores migrantes y rusos de minorías étnicas que ya se enfrentan en las calles de la ciudad a un aumento del tipo de discriminación por perfil racial que era habitual incluso antes del atentado. Svetlana Gannushkina, defensora rusa de los derechos humanos desde hace mucho tiempo, declaró el martes que se apresuró a intentar ayudar a un hombre tayiko que acababa de ser detenido porque la policía “busca tayikos” y “vio a una persona con ese aspecto”.

“Necesitan migrantes como carne de cañón” para el ejército ruso “y como mano de obra”, dijo Gannushkina en una entrevista telefónica desde Moscú. “Y cuando necesiten cumplir el plan de lucha contra el terrorismo, también se centrarán en este grupo” de tayikos, añadió.

Casi un millón de ciudadanos de Tayikistán, que tiene una población de unos 10 millones de habitantes, se registraron en Rusia como trabajadores migrantes el año pasado, según las estadísticas del gobierno. Forman parte de los millones de trabajadores migrantes en Rusia procedentes de todas las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central, y que son un motor de la economía rusa en actividades como el reparto de alimentos y la construcción hasta el trabajo en fábricas.

Una gerente de una empresa de alimentación de Moscú que emplea a tayikos dijo en una entrevista que el ambiente de la capital rusa le recordaba a la década de 2000, cuando los musulmanes de la región del Cáucaso sufrían una discriminación generalizada tras los atentados terroristas y las guerras de Chechenia. Los tayikos de Moscú son tan aprensivos que apenas salen a la calle, dijo, solicitando el anonimato porque temía repercusiones por hablar con un periodista occidental.

“Ya no hay suministro de mano de obra debido a la operación militar especial”, añadió. “Y ahora será aún peor”.

Las tensiones étnicas han sido un desafío permanente para Putin durante su gobierno de casi un cuarto de siglo, pero también ha intentado utilizarlas en su beneficio geopolítico. El ascenso al poder de Putin estuvo marcado por la guerra en la región meridional de Chechenia, predominantemente musulmana, donde Rusia trató de extinguir brutalmente los movimientos separatistas y extremistas. También ha contribuido a fomentar el separatismo en lugares como las regiones georgianas de Osetia del Sur y Abjasia, tomando partido en conflictos que llevan mucho tiempo latentes con el fin de ampliar la influencia de Rusia.

El gobierno de Putin ya está tratando de demostrarle a la opinión pública que está dispuesto a tomar medidas contra los migrantes. Un alto legislador propuso el martes que se prohibiera la venta de armas de fuego a los ciudadanos rusos recién naturalizados. Krasnov, el fiscal superior, dijo que el número de delitos cometidos por migrantes aumentó un 75 por ciento en 2023, sin dar detalles concretos. “Tenemos que desarrollar soluciones equilibradas basadas en la necesidad de garantizar la seguridad de los ciudadanos y la conveniencia económica de utilizar mano de obra extranjera”, añadió.

Lejos de intentar mantener alejados a los extranjeros, Rusia ha facilitado que los migrantes se conviertan en ciudadanos rusos desde el comienzo de su invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022. Una de las principales razones parece ser la necesidad militar de soldados en Ucrania, y las redadas policiales contra trabajadores inmigrantes para obligarlos a inscribirse en el servicio militar se han convertido en algo habitual en las noticias rusas.

Como consecuencia, los emigrantes tayikos en Moscú temen ahora no solo ser deportados, sino también la posibilidad de que se les obligue a prestar servicio en Ucrania, dijo Saidanvar, de 25 años, activista tayiko de derechos humanos que hace poco abandonó Moscú. Pidió que no se utilizara su apellido por motivos de seguridad.

“Los tayikos tienen mucho miedo”, dijo en una entrevista, “de que las autoridades rusas empiecen a enviar tayikos al frente en masa para luchar como una especie de venganza contra nuestro pueblo tayiko”.

En sus discursos sobre la guerra, Putin se ha referido con frecuencia a Rusia como un Estado multiétnico, un legado de los imperios ruso y soviético. En marzo de 2022, tras describir el heroísmo de un soldado de Daguestán, Putin enumeró algunos de los grupos étnicos de Rusia diciendo: “Soy un lak, soy un daguestaní, soy un checheno, un ingusetio, un ruso, un tártaro, un judío, un mordvin, un osetio”.

En su retórica sobre el conflicto con Occidente, Putin ha acusado con frecuencia a los adversarios de Rusia de intentar atizar la lucha étnica en el país. Esa fue su respuesta a los disturbios del aeropuerto de Daguestán en octubre, de los que culpó sin fundamento a las agencias de inteligencia occidentales y a Ucrania.

También es cada vez más el centro de su respuesta al atentado terrorista del viernes, cuya autoría reivindicó el Estado Islámico y que, según funcionarios estadounidenses, fue perpetrado por una rama del grupo extremista. El martes, el jefe de la agencia rusa de inteligencia nacional afirmó que espías ucranianos, británicos y estadounidenses podrían haber estado detrás del atentado.

El resultado parece ser que el Kremlin está tratando de reorientar la indignación por el ataque hacia Ucrania, al tiempo que intenta mostrar al público que está teniendo en cuenta las preocupaciones sobre la migración.

“Van a agarrar a los tayikos y culpar a los ucranianos”, dijo Gannushkina, la defensora de los derechos humanos. “Estaba claro desde el principio”.

Sin embargo, Márkov, el analista pro-Kremlin, dijo que veía tensiones en torno a la política migratoria incluso dentro del poderoso estamento de seguridad de Putin. Las fuerzas del orden y los servicios de inteligencia contrarios a la inmigración están en desacuerdo con un complejo militar-industrial que necesita mano de obra inmigrante.

“Es una contradicción”, dijo. “Y este ataque terrorista ha agravado mucho ese problema”.

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