Estados Unidos

Describe oficial de asilo de EU peligros que enfrentan migrantes

Después de una breve entrevista con agentes de la Patrulla Fronteriza, reciben la fecha de su próxima cita y se les dice que regresen al otro lado de la frontera

El Diario de Juárez

viernes, 19 julio 2019 | 11:10

Washington.- Para los oficiales de asilo como yo, esta primavera fue muy desmoralizante. La administración de Trump implementó los Protocolos de Protección al Migrante, una política que permite a los inmigrantes esperar en Estados Unidos mientras procesábamos sus casos, siempre y cuando se demuestre que sus vidas pueden peligrar en México. Pero es casi imposible cumplir con los estándares para demostrar tal cosa. Cuando fui a San Ysidro, California, esta primavera a realizar entrevistas para este programa, hablé con personas cuyas desgarradoras historias, sabía, no serían suficientemente para que se les permitiera entrar al país, relató Charles Tjersland Jr. para The Washington Post.

Conocí a un hombre que se veía tan hambriento y miserable que le di la mitad de mi almuerzo, mientras me contaba que había sido secuestrado en su camino hacia el norte. El no calificaba. Conocí a una mujer que había sido forzada a prostituirse por un cártel en Tijuana; ella también tuvo que volver a México. A una familia que había sido sacada de un tren y les habían robado sus pertenencias se le permitió quedarse, pero solo porque el marido recordó que los asaltantes vestían uniformes de policía. En general, los procedimientos parecían ser una broma.

Cuando comencé a trabajar como oficial de asilo hace más de 26 años, me parecía un trabajo de ensueño. En ese entonces, cientos de miles de centroamericanos huían de la horrible represión política de sus gobiernos, y contaban con el respaldo de Estados Unidos. Estudié derecho en Washington y trabajé en un centro de ayuda para inmigrantes. La mayoría de mis amigos y colegas eran bastante escépticos del gobierno federal. Pero pensé que esta podría ser una manera de ayudar a la gente, mientras luchaba por lo que pensaba que Estados Unidos debería representar: un faro de libertad, que ofrecía un refugio a los más necesitados.

El sistema fue diseñado para que funcionara de la siguiente manera: cuando las personas se topan con las autoridades de inmigración en la frontera sur y piden asilo, se supone que deben ser entrevistadas por un oficial de asilo como yo, que evalúa si su caso amerita para obtener una audiencia completa. Antes de rechazar a alguien, estamos obligados a asegurarnos de que no los estemos enviando a un lugar donde puedan convertirse en víctimas de la persecución.

Pero desde enero, ese proceso cambió: Ahora, después de una breve entrevista con de agentes de la Patrulla Fronteriza (quienes no han sido capacitados para evaluar un testimonio), los migrantes reciben una hoja de papel con la fecha de su próxima cita y se les dice que regresen al otro lado de la frontera. Después de pasar largas semanas en su recorrido, agotados, tal vez enfermos, tal vez viajando con sus hijos, las personas están tan aturdidas y desconcertadas que aceptan la papeleta sin protestar.

Es horrible tratar de realizar estas entrevistas con personas que no saben lo que sucede. A menudo, después de esperar varias semanas a que las autoridades de inmigración los procesen, se preparan para explicar su situación en su país de origen y, de repente, se les pregunta por su estadía en México. No saben qué decir ni cómo articular sus temores. Algunos de ellos aún ni siquiera saben lo que les espera: que los albergues en México están llenos, tienen poco acceso a la atención médica o servicios legales y, con frecuencia, son atacados por ladrones y secuestradores. No hay manera de que los solicitantes de asilo se sientan seguros en México.

A fines de junio, más de 15 mil personas, casi un tercio de estas eran niños, fueron enviadas a Ciudad Juárez, Tijuana y Mexicali. Se espera que ese número alcance los 60 mil para fines del mes entrante. Mientras tanto, México está rechazando a miles de personas que se acercan a su frontera sur con Guatemala, y el gobierno de Trump quiere imponer aún más restricciones: bajo la nueva norma del “tercer país seguro”. Ahora las personas que cruzan a otro país en su ruta rumbo a Estados Unidos deben solicitar La protección primero en dicha nación. De lo contrario, no podrán calificar para el asilo aquí en Estados Unidos.

En apego a la ley internacional de los derechos humanos, y a nuestras propias leyes de inmigración, la gente tiene el derecho a solicitar asilo. Tienen derecho a llamar a la puerta y decir: “¡Ayúdenme, un lobo me persigue, déjenme entrar!” Cuando eso sucede, se supone que debemos darles comida y bebida, y dejar que se sienten junto al fuego a contar su historia; y si es verdad que están en peligro, se supone que debemos darles refugio. Está mal bloquearles el paso y obligarlos a esperar afuera, mientras decidimos si estamos listos para escuchar.

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