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Opinión

La inseguridad recrudece

Presidentes, gobernadores y alcaldes pasan y la seguridad no mejora para los ciudadanos

Manuel Narváez
Analista

lunes, 17 enero 2022 | 06:00

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Presidentes, gobernadores y alcaldes pasan y la seguridad no mejora para los ciudadanos.

En los años 60s y 70s eran los grupos guerrilleros los que asolaban comunidades rurales, asaltaban bancos para financiar sus sueños guajiros de imponer la ideología comunista, y desafiaban al sistema gubernamental con asaltos a cuarteles militares.

Eventualmente, el narcotráfico entró en escena y pudrió al poder ejecutivo federal, al menos desde 1986 cuando el mundo se enteró que en el rancho el Búfalo, en el municipio de Allende, en el sur del estado, decomisaron 544 hectáreas sembradas de mota.

En 1996 Ernesto Zedillo aplicó el 33 constitucional a Juan García Ábrego, narco de nacionalidad gringa, cuyo tío, Juan Nepomuceno Guerra, fue fundador del cártel del golfo, en los dorados años de don Carlos Salinas de Gortari.

Con Fox todo fue pura chentejada. No sólo se rehusó a romper con el PRI y enjuiciarlo, sino que hizo caso omiso para combatir al narco.

Con Calderón se soltó la fiera. Sin más estrategia que la surgida de las vísceras, persiguió a cuanto cabecilla del crimen organizado se dejó. Pagaron justos por pecadores, pues hubo muchas muertes de inocentes.

Enrique Peña se puso la meta de continuar la estrategia de Felipe el michoacano, pero sin soltar un solo tiro (ajá). Así, según ellos, cayeron más de 100 objetivos criminales de 120 fijados en su sexenio.

Hoy, el presidente de México más popular de la galaxia ha superado los récords de muertes violentas ligadas al narco de los sexenios sangrientos de FCH y EPN. 

Desde 2018 los poderosos cárteles de las drogas mexicanos han encontrado un aliado en AMLO, porque no los persigue, los evita y los suelta si los atrapan. Ellos, agradecidos, le devuelven el favor en las urnas, como en Sinaloa, Zacatecas y Nayarit.

A propósito de la zozobra que genera en la población las masacres a cualquier hora, en zonas rurales o ciudades, los criminales se dan vuelo quemando comercios, autos y colocando retenes donde les plazca.

Una muestra de que la guerra contra el narco es inútil y está perdida, es lo acontecido en Juárez la semana pasada, cuando células criminales generaron terror en las calles de la frontera utilizando bombas molotov. En 2010 usaron un carro bomba.

No hubo respuesta del Estado mexicano. La Guardia Nacional, que sólo se pasea por las carreteras y aeropuertos del país, brilló por su ausencia. La policía estatal está rebasada y la municipal ni siquiera se da abasto con los atracos cotidianos y tanto chutamero suelto.

Ahogado el niño, funcionarios de los tres órdenes de gobierno ofrecieron la tarde del desmadre una conferencia de prensa para anunciar que reforzarían los operativos. Anuncios que ya parecen origami de tanto doblez.

La verdad es que la respuesta del Estado mexicano es frágil, endeble y, si me apuran, hasta de oropel, pues la mentada “coordinación” no entrega resultados positivos, porque simple y llanamente no existe inteligencia policial para detener, desarticular y quebrar las finanzas de los cárteles de las drogas, responsabilidad exclusiva de la FGR y la UIF, es decir, competencia del ejecutivo federal.

Pese a los esfuerzos de los ayuntamientos y del Gobierno del estado, la situación no se ve vaya a mejorar, mientras el presidente de México sea aliado de los narcotraficantes.

Es cuanto

P.D. Eso de madrugar para coordinar las fuerzas del orden es tan efectivo como los amuletos y la supuesta honestidad para evitar el contagio del famoso bicho. Ya no insulten la inteligencia de los juarenses, de los chihuahuenses, de los mexicanos.

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