Opinión

Isabel Cabanillas, no habrá paz sin justicia

En Soriana San Lorenzo hay una parada de camión muy popular, ahí convergen varias ruteras que van a diferentes puntos de la ciudad

Carlos Murillo
Abogado

domingo, 26 enero 2020 | 06:00

En Soriana San Lorenzo hay una parada de camión muy popular, ahí convergen varias ruteras que van a diferentes puntos de la ciudad. La gente suele esperar en un espacio que está a unos pasos de una pequeña gasolinera.

En la tarde, por ahí de las ocho las calles comienzan a vaciarse. Ya son las diez de la noche y la frecuencia de las ruteras es cada vez menor. Hay que esperar hasta media hora o 40 minutos a que pase el camión.

Una joven estudiante de 18 años salió tarde de clase y se fue a esperar la rutera ahí. En el lugar había otras tres o cuatro personas. De pronto se acerca un auto con dos hombres maduros de unos cuarenta y tantos, alcoholizados y probablemente drogados; entonces, le dicen a la joven que se acerque, que la van a invitar a bailar, dan una vuelta a la manzana y vuelven a pasar, otra vez la misma cantaleta. Cada vez son más agresivos. La muchacha finge que nos lo escucha, mientras las personas alrededor prefieren voltear a otro lado; a unos metros están dos taxistas que observan la escena y el despachador que espera la hora de salida; nadie hace siquiera el intento por hacer algo.

Los acosadores dicen sin ningún empacho “vámonos, ahorita encontramos otra”. Suena tan fácil. La joven aprovecha la siguiente vuelta de los agresores y corre a un local que está abierto a unos metros. El encargado de la tienda le advierte que está por cerrar, pero ella le explica que la están acosando y voltea a ver si el auto regresó. Inmediatamente la resguardan en el local.

Desde ahí, la joven llama a sus padres para avisarles la situación y le dicen que pida un Uber; por la hora y el día, el viaje es más costoso, pero es una emergencia. Finalmente sale de ahí, para subirse a un auto, mientras los demás observadores la siguen con la mirada. Nadie hizo nada.

Otro día me tocó ver en una calle completamente oscura a una joven que caminaba hacia la parada de la rutera. Un auto pasó por ahí y al verla se detuvo abruptamente; por la velocidad no pudo detenerse enseguida de la joven. El auto sin placas puso las luces de emergencia unos metros más adelante. Acostumbrada al acoso, ella se detuvo también. En el auto iban dos hombres que la veían en el retrovisor y los espejos laterales como el depredador que espera a su presa.

Esta chica fingió una llamada y también se detuvo. El copiloto le hizo señas a su acompañante para que continuaran la marcha. Tres o cuatro personas observaban a la distancia. El plan fallido nació en la coincidencia, pero afortunadamente se terminó antes de empezar. Todo pasó tan rápido que nadie tuvo tiempo de reaccionar.

El acoso en las calles de Juárez es terrible, las mujeres, principalmente las adolescentes y las jóvenes, son víctimas frecuentemente de agresores que buscan cualquier oportunidad para acercarse a sus presas.

La violencia es tan común en Juárez, que se ha normalizado. La situación es insostenible y en lugar de disminuir, se ha incrementado la problemática, pero esta tragedia social no se presenta solamente en los espacios públicos, las mujeres son víctimas de violencia familiar en sus propios hogares y los niños y las niñas se forman desde pequeños en entornos altamente violentos; en los últimos años se han incrementado las denuncias en la Fiscalía por violencia familiar exponencialmente.

La situación de la violencia de género es tan crítica que la peor época de los feminicidios en Ciudad Juárez, por allá de finales de los 90 y principios del dosmiles. En este contexto, lamentablemente, la semana pasada hubo un caso emblemático, el feminicidio de Isabel Cabanillas.

Las grandes incongruencias del caso, es que la Fiscalía hasta ahora no tenga una hipótesis sólida sobre este feminicidio, la única certeza que hay es que el delito se planeó, no fue un caso fortuito. Como ingrediente adicional, el crimen sucede en las inmediaciones del corredor seguro del Centro de la ciudad, una paradoja de las políticas de prevención.

Isabel fue una mujer con arraigo en la lucha por los derechos de las mujeres, una artista que promovía los valores del feminismo; una activista que logró destacar desde su trinchera, una mujer ejemplar, una madre de familia que muere a manos de un feminicida anónimo que se esconde entre la densa sombra de la impunidad.

En Ciudad Juárez, jugar contra el sistema de administración de justicia es una apuesta ganada. El delincuente sabe que puede escaparse de las autoridades de muchas formas. Aun tras las rejas, el caso del violador y feminicida de Paulina Luján nos demuestra que la vida y la dignidad de una mujer es un daño que se repara con 35 mil pesos y 10 años de cárcel; esta semana el feminicida fue puesto en libertad ante la mirada incrédula de la familia de Paulina que todavía le llora a su hija. Tampoco se nos olvida que el asesinato de la periodista Miroslava Breach sigue impune entre miles de muertos. En ese sentido, no hace falta ser experto para darse cuenta de que el sistema está mal.

La situación de violencia en la ciudad y en el estado es grave desde hace tiempo, pero el feminicidio de Isabel Cabanillas es sumamente significativo, esto debe encender la alerta de la comunidad internacional, porque es la muestra de un total desprecio por la vida, se trata además de un caso donde se muestra la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad de las ciudadanas y los ciudadanos.

Las autoridades de los tres órdenes de gobierno deben aceptar que la violencia en las calles está desbordada. Las estrategias de prevención son insuficientes. Ante este diagnóstico, es el momento de admitir esta realidad y replantear todo lo que se está haciendo.

El caso de Isabel Cabanillas nos duele porque fue una mujer ejemplar, lo mismo que el atleta Martin Loera, quien fue brutalmente asesinado para robarle su beca. Pero no son los únicos, hace apenas unos meses otro feminicidio sacudió a la comunidad juarense, el caso de Dana Lizeth Lozano.

Sin embargo, son cientos de casos más de violencia en las calles y en los hogares, donde generalmente se quedan en el anonimato. Y lo peor, el registro de denuncias ante las autoridades es apenas la superficie, las cifras reales son desconocidas.

La violencia que se produce en Juárez es una epidemia. Un problema de este tamaño no se puede entender a partir de una mirada simple. También tenemos que voltear a ver al espejo, en los centros laborales, en las escuelas y en las iglesias hay que revisar los procesos de convivencia, porque el acoso en las empresas y en las instituciones es el caldo de cultivo para un agresor.

Esto, además de la responsabilidad del Estado que ha fallado en la prevención, es también el efecto del abandono de Juárez y la injusticia presupuestaria que nos tiene un déficit en infraestructura y esto también impacta en la seguridad en las calles.

Por lo pronto, en las familias es necesario voltear a ver la forma en que educamos a nuestros hijos, porque ahí está la primera formación, pero también en las amistades y en el diálogo constante con los más jóvenes. El problema tiene una raíz profunda que nos envuelve a todos y no podemos negarlo.

Isabel Cabanillas: la sociedad y el Estado te quedamos a deber, seguramente las historias de acoso que comenté al principio sean el primer paso de una agresión y en esos casos todos volteamos para otro lado. Duele lo que está pasando en Ciudad Juárez, la gente olvida rápido las tragedias y eso es parte del problema. Mi deseo, es que nadie olvide y que nadie viva en paz mientras no haya justicia para Isabel y seguridad para todas y todos.

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