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Opinion El Paso

Trabajar desde casa y reconocer lo importante

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Paul Krugman/The New York Times

domingo, 28 mayo 2023 | 06:00

La economía estadounidense ha experimentado una notable recuperación desde la recesión de 2020 a causa de la Covid-19. Nunca se materializaron las tan temidas cicatrices que iban a dejar los efectos de la pandemia: el empleo, la participación en la fuerza laboral y el producto interno bruto vuelven a alinearse con las proyecciones previas a la pandemia.

Seguimos esperando si los republicanos de la Cámara de Representantes desperdiciarán ese logro al orillar a Estados Unidos a una crisis de deuda completamente gratuita.

No obstante, hoy pensé en tomarme un descanso de la ansiedad y hablar sobre un aspecto importante en el que a la economía estadounidense le está yendo incluso mejor de lo que sugieren las cifras estándar. Un lado positivo de la crisis de la Covid-19 ha sido un cambio significativo en la forma de trabajar de los estadounidenses: perdemos mucho menos tiempo y menos recursos en traslados.

Hace unos días, mi colega Farhad Manjoo escribió un excelente artículo sobre los beneficios de la reducción de los traslados al trabajo, el cual me inspiró a profundizar sobre el tema.

Aunque tiene sus desventajas —¿qué no las tiene?—, el cambio al trabajo remoto e híbrido es, en general, algo muy bueno, aunque Elon Musk lo odie (o tal vez en especial sí lo odia).

El cambio al trabajo a distancia es también un momento de aprendizaje, al menos en dos sentidos.

En primer lugar, es una lección práctica sobre el hecho de que aprovechar las nuevas posibilidades tecnológicas a menudo requiere cambios importantes en las operaciones de las empresas. En segundo lugar, es un recordatorio de que las cifras económicas como el PIB, aunque son útiles, a veces pueden ser indicadores engañosos de lo que en realidad importa en la vida.

Lo primero es lo primero: la reducción del tiempo de traslados hacia y desde el trabajo es en verdad muy importante. Antes de la pandemia, el adulto estadounidense promedio pasaba unas 0.28 horas al día, o más de 100 horas al año, en traslados relacionados con el trabajo. (Debido a que no todos los adultos trabajan, la cifra para los empleados era considerablemente mayor). En 2021, esa cifra se había reducido casi una cuarta parte.

Poner un valor en dólares a los beneficios de la reducción de los traslados al trabajo es complicado.

No basta con multiplicar el tiempo ahorrado por el salario promedio, porque es probable que la gente no considere el tiempo que pasa sobre el asfalto (sí, la mayoría de la gente va al trabajo en auto) como una pérdida total.

Por un lado, hay muchos otros gastos asociados con los traslados relacionados con el trabajo, desde el combustible y el desgaste hasta el estrés psicológico. Por otro lado, la opción del trabajo a distancia o híbrido suele estar disponible sobre todo para los trabajadores con una mayor preparación académica, salarios superiores al promedio y, por lo tanto, un alto valor asociado a su tiempo.

Sin embargo, no es difícil argumentar que los beneficios generales de no desplazarse todos los días equivalen a un aumento en el ingreso nacional de al menos uno y tal vez varios puntos porcentuales. Eso es mucho: hay muy pocas propuestas políticas que puedan producir ganancias a esa escala. Y, sí, son beneficios reales.

Los directores ejecutivos pueden despotricar en contra de los trabajadores vagos o (según Musk) “inmorales” que no quieren volver a sus cubículos, pero el propósito de una economía no es hacer felices a los jefes.

Lo interesante es que las nuevas tecnologías no han impulsado esta transformación en la forma de trabajar de muchos estadounidenses. Es verdad que no habría sido posible si mucha gente no tuviera conexiones rápidas a internet, pero el gran aumento de la banda ancha en los hogares se produjo entre 2000 y 2010 y luego, se estabilizó. Los negocios aprendieron a aprovechar la posibilidad tecnológica del trabajo a distancia tan solo bajo la presión de la pandemia.

El asunto es que, aunque la economía pandémica ha quedado atrás, el cambio en nuestra forma de trabajar parece ser permanente. En general, el trabajo desde casa es como un ejemplo clásico de una industria incipiente: en un inicio, una industria poco competitiva que recibe un impulso temporal (debido a impuestos o subsidios, pero en este caso a un virus) aprende con la práctica y sigue siendo competitiva incluso después de que se elimina la ayuda.

Si resulta que el aumento del trabajo a distancia es permanente, tendrá efectos económicos profundos, con algunos perdedores (como el sector inmobiliario comercial y las bases impositivas de muchas ciudades), pero muchos ganadores. Sin embargo, no se reflejará en un aumento del PIB medido: el tiempo que los estadounidenses pierden en los embotellamientos no se resta del ingreso nacional y el tiempo que pasan con sus familias no se suma.

No soy de esos críticos que tachan al PIB de ser una cifra inútil; es una estadística informativa y no se puede remplazar con facilidad. No obstante, puede ser engañoso cuando las sociedades toman decisiones diferentes.

Cualquiera que haga comparaciones internacionales sabe que Estados Unidos tiene un PIB per cápita superior al de los países europeos, pero que gran parte de la diferencia no refleja una mayor productividad de los estadounidenses; refleja el hecho de que los europeos tienen muchas vacaciones, mientras que nosotros somos la “nación sin vacaciones”.

Entonces, ¿estamos mejor? ¿Estás seguro?

Ahora, estamos viendo ganancias importantes en casa que no se reflejan en el PIB. Es verdad que estas ganancias corresponden en gran medida a los trabajadores con mayores ingresos, lo cual es lamentable; sin embargo, también hemos visto grandes aumentos salariales en la parte inferior, lo que alivia un poco la injusticia.

Y una de las consecuencias es que, si consideramos para qué sirve una economía —es decir, para atender las necesidades humanas, no para generar estadísticas favorables—, la recuperación de Estados Unidos después de la pandemia ha sido todavía más impresionante de lo que se creía.

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