Opinion El Paso

Una manifestación que se dirige a la masacre

Nicholas Kristof/The New York Times

jueves, 17 enero 2019 | 20:02

Nueva York – Al otro lado del mundo, multitudes de heroicos manifestantes salen a las calles. Van gritando “tranquilos, tranquilos”, aun cuando las fuerzas de seguridad los atacan con municiones reales.

Están arriesgando su vida para tratar de derrocar a un gobernante genocida. Sin embargo, el presidente Donald Trump, el secretario de Estado Mike Pompeo y otros dirigentes del mundo prácticamente están ignorando a estos valientes manifestantes, lo que aumenta el riesgo de que sean masacrados.

Estas protestas están desarrollándose en Sudán contra el régimen del presidente Omar al Bashir, a quien la Corte Penal Internacional acusa de genocidio. Otros presidentes cometieron genocidio en algún momento del siglo pasado, pero, según mis cuentas, Bashir tiene la peculiaridad de haber cometido tres genocidios diferentes: en Sudán del Sur, en los montes Nuba y en Darfur. No solo es un asesino en serie, sino un genocida en serie.   

Durante casi un mes, los sudaneses comunes y corrientes han salido de sus casas y oficinas en todo el país para unirse a este “levantamiento de Sudán”. Es posible que las fuerzas de seguridad hayan asesinado a 40 o más y detenido, y en muchos casos golpeado, a cientos más. Se dice que la policía ha sacado a rastras a manifestantes heridos de las camas de los hospitales, en especial a abogados, médicos y periodistas. Está planeada una gran manifestación en Jartum para el jueves, con protestas simultáneas en otras ciudades de todo el país, y cada vez hay más preocupación de que Bashir decida en algún momento que la única forma de permanecer en el poder es provocar un baño de sangre.   

¿Qué está haciendo Estados Unidos mientras estos valientes manifestantes arriesgan su vida? Nada. Trump no ha emitido ningún pronunciamiento. Pompeo no ha dicho una sola palabra.  

“Es muy desalentador”, me comentó Omer Ismail, un sudanés que trabaja para el proyecto Enough, el cual lucha en contra de los actos atroces. “Pompeo y Trump deberían condenar esto en los términos más severos, y deberían exhortar a Bashir a que encuentre una solución pacífica para Sudán”.   

“Necesitamos la voz de Estados Unidos porque, nos guste o no, es el líder del mundo libre”, añadió Ismail. 

Estados Unidos sí hizo declaraciones conjuntas con el Reino Unido, Noruega y Canadá, en las que se instó a Bashir a liberar a los detenidos y reconocer el derecho a celebrar reuniones pacíficas. No obstante, debería hacerse una advertencia mucho más firme a todas las fuerzas de seguridad de que se les considerará particularmente responsables de las barbaridades.  

Le pregunté a Mudawi Ibrahim, un viejo amigo que ha dirigido un grupo de ayuda sudanés y ha sido encarcelado con anterioridad, lo que podría hacer Estados Unidos, a lo que respondió: “Presionar al gobierno para que detenga la confrontación violenta contra los manifestantes, libere a los detenidos y permita que el pueblo de Sudán ejerza sus derechos constitucionales”.  

He cubierto los tres genocidios de Bashir, que han abarcado la mayor parte del periodo desde que asumió el poder en 1989, y no he podido olvidar lo que he visto: una niña de dos años de edad de nombre Zahra que fue golpeada hasta morir en Darfur; un hombre de 27 años llamado Abdullah a quien le sacaron los ojos con una bayoneta; seis niños de Nuba quemados en un foso hasta que murieron; una chica de 17 años llamada Hawa sacada a rastras de una clínica por oficiales de la policía que se habían introducido ahí después de que ella buscó ayuda de los médicos franceses tras una salvaje violación. 

Bashir y sus asistentes son despiadados. Por eso es tan importante que Trump y otros dirigentes envíen una advertencia clara a las fuerzas de seguridad para que no masacren a los manifestantes. También podemos mejorar la obtención y el análisis de la información en Sudán y enviar el mensaje de que el mundo está atento a lo que ahí sucede. 

Los manifestantes no solo están enojados por la brutalidad de Bashir, sino también por su incompetencia y corrupción, las cuales han dejado a la economía en una situación catastrófica (en parte porque las políticas de Bashir dieron como resultado una secesión de Sudán del Sur). Un país que históricamente era el granero de la región ahora es un importador neto de alimentos. 

Los manifestantes saben que las protestas de la Primavera Árabe en países como Siria y Libia condujeron al desastre y les preocupa un golpe de palacio por parte de un dictador, o el riesgo de que Sudán se convierta en un Estado fallido.

No obstante, Sudán también tiene importantes puntos fuertes que incluyen una sociedad civil sólida e instruida que está harta de ideólogos autócratas y anhela tener libertad. Desde mi primer viaje de reportero en 1984 como estudiante de árabe, al cubrir Sudán me han atormentado las atrocidades que he visto, pero también me ha motivado la fortaleza interior de tantas personas comunes y corrientes.    

Una vez me topé en Darfur con una pareja de ancianos en una aldea atacada por la milicia Janjaweed de Bashir. El hombre, Simih Yahya, no corrió porque habría tenido que dejar a su esposa discapacitada, Halima. Así que los miembros de la milicia lo tiraron, amontonaron hierba sobre su espalda y riéndose encendieron una hoguera encima de él. Halima se tiró sobre el fuego para tratar de extinguirlo con su propio cuerpo. Ambos sufrieron quemaduras graves, pero sobrevivieron.   

Actualmente, los valientes sudaneses de todo el país se encuentran en una hoguera aún más grande. Nos están suplicando que al menos digamos algo. 

Señor presidente, secretario Pompeo, ¿es mucho pedir?

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