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Juárez

Se aprietan el cinturón ante alza de precios

Fronterizos acuden a comedores para ahorrar una comida y hacer frente a la inflación 

Sandra Rodríguez
El Diario de Juárez

lunes, 28 marzo 2022 | 12:30

Carlos Sánchez / El Diario de Juárez | Varias personas en una de las comidas ofrecidas en el comedor comunitario La Montada Staff / El Diario de Juárez | Luis Villalpando Staff / El Diario de Juárez

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Ante una mesa del comedor comunitario La Montada, Luis Villalpando, de 73 años, comenta que sí ha comido bien. Una porción de ensalada de atún y otra de frijoles cumplieron la misión de ahorrarle lo que cuesta uno de los tres alimentos del día y dejarlo satisfecho. 

Pero hay otros días, dice, cuando no puede ir a la institución municipal porque se le pasan las horas juntando botes de aluminio o buscando un “trabajito” –como barrer una casa o un patio–, que debe medirse o de lo contrario no le alcanza para comer toda la semana. 

Así ha sido, comenta, desde hace tres o cuatro meses, período en el que, por separado, los indicadores oficiales han mostrado la continuada alza de precios en los productos que en la primera quincena de marzo generaron la mayor inflación de los últimos 21 años para un lapso similar. 

“A todo le voy midiendo, compro menos de lo que voy a comprar y hasta también se pone uno a… pues a medirse al comer, porque ya no se queda uno satisfecho con lo que come porque pues ya no alcanza y, si come uno, ya no alcanza el mandado, no sale la semana”, dijo Villalpando.

“Sí he hecho el sacrificio de comer un poco menos, porque realmente si como bastante el día que estoy comiendo, ya para los últimos días de la semana pues ya no tengo nada, entonces no como nada”, reiteró en otra parte de la entrevista solicitada por este medio al encontrarlo en el comedor.

Originario de Tejamen, Durango, Villalpando tiene 37 años residiendo en Juárez y 22 en la colonia Ampliación Fronteriza, al poniente de la ciudad, donde vive parte de la población con mayor vulnerabilidad económica y que resiente de manera más profunda el aumento de precios.

“En el caso de los grupos de menos ingresos es justo a los que les va a resultar más oneroso, porque la inflación (...) hace una compresión todavía mayor de los ingresos con los que cuentan”, dijo Isaac Sánchez Juárez, responsable del Laboratorio de Problemas Estructurales de la Economía Mexicana de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ).

“Hay personas que estaban en un cierto estatus de ingreso y, producto de esta inflación, retroceden, pasan a grupos de menores ingresos y entonces comienzan a sustituir bienes, lo que son los alimentos, si compraban alimentos de mayor calidad, más caros, comienzan a sustituirlos por otros bienes de menor calidad y de menor precio o de plano cancelan el consumo de ciertos satisfactores”, agregó Sánchez.

Inflación récord

Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indican que la inflación en Juárez se ubicó en febrero pasado en 7.5 por ciento a tasa anual, más del doble del 3.3 por ciento en el que se encontraba en febrero de 2020, al inicio de la pandemia en el país. 

El pasado viernes, información difundida por el instituto arrojó que los precios de los productos y servicios en esta frontera volvieron a incrementarse en la primera quincena de marzo –justo después del inicio de la guerra de Rusia contra Ucrania–, hasta llegar a un 8.04 por ciento, la cifra más alta para un período similar desde el 8.8 registrado en 2001.

Por ejemplo, el gas natural, cuyo valor comenzó a dispararse aún más con la invasión rusa, acumuló una inflación anual del 32.89 por ciento en las primeras dos semanas de marzo. 

La cebolla fue el alimento que más efecto inflacionario tuvo, al encarecerse un 133.89 por ciento en el último año, seguida del limón, con un alza de 117.02 por ciento y el aguacate de 93.92 por ciento, indican los datos del Inegi. 

De acuerdo con Cely Ronquillo, también economista y académica de la UACJ, en el fenómeno –que se presenta a nivel internacional– han incidido desde la pandemia hasta los problemas en la cadena de suministros e incluso las compras de pánico registradas en los últimos dos años. 

“Cualquier elemento que se dé en las variables económicas es como un dominó que va uno tras otro; entonces, el Banco Central trata de mil maneras de controlar la inflación, pero tenemos los factores exógenos: la situación de pandemia, que cambió drásticamente el consumo y aceleró este fenómeno de la inflación, la escasez en la cadena de suministro, por ejemplo la falta de chips, que no se completan las cadenas de suministros y eso hace que los precios aumenten”, dijo Ronquillo.

“Todos esos factores inciden en el nivel de los precios, no es situación fácil, cuando la inflación empieza a crecer no es una situación fácil de regresarla al punto donde estábamos”, agregó.  

Sánchez, por separado, estimó que la situación podría incrementar hasta en 30 mil o 40 mil la cantidad de personas en situación de pobreza en esta frontera y que, hasta 2020, de acuerdo el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) eran poco más de 379 mil, o casi un cuarto de la población local.  

Por el dinamismo económico de la ciudad y los altos niveles de empleo, sin embargo, dijo el economista, este aumento en la condición de pobreza puede ser temporal y no reflejarse en el siguiente conteo de 2025.

Pero mientras, plantearon los entrevistados, la mayor parte de la población deberá “apretarse el cinturón” con las compras y, en el caso de la más vulnerable económicamente, incluso disminuir la calidad de los alimentos. 

“De por sí en la frontera tenemos el problema de vidas muy rápidas y normalmente dietas rápidas; es decir, mala alimentación y con mayor razón, ante este contexto, las familias de ingresos más bajos están comiendo peor y esto a largo plazo tiene repercusiones en su salud”, dijo Sánchez.

 

‘Tenemos que estar ahorrando’

Cambiar de marcas y lugares de compra es lo que hizo Juan Manuel Moreno, de 25 años y empleado de una maquiladora. Junto con su esposa, que suele comparar precios, dijo, empezó a notar las alzas aceleradas hace unos meses y, desde hace unos tres, decidieron mejor llevar papel y lápiz para anotar el presupuesto. 

“Éramos muy de los que salíamos y comprábamos así, cosillas sin importancia, y ahora ya no: todo tenemos que estar ahorrando, guardando, juntando, para cuando se llegue el agua, la luz, que se llegue a comprar mandado, todo tiene que tener un límite”, dijo.

“Antes no se apuntaba en un papel y ahora se tiene que apuntar en una nota para poder llevar cuentas de todo, qué tanto vamos a comprar de mandado, cuánto vale todo”, agregó. 

Las tres piernas de pollo que compraban por semana se redujeron a la mitad y cambió las marcas, sobre todo de los artículos de limpieza o la leche, además de que las frutas y verduras frescas, dijo, ya no las compra en el supermercado sino en los locales del Centro de la ciudad, donde le sale más barato. 

Como Luis Villalpando, y aun cuando él sí tiene empleo, Moreno también acude al comedor municipal, en la colonia Ampliación Fronteriza, con el fin de ahorrar el presupuesto de uno de los tres alimentos de cada día. 

Sostén de su esposa embarazada y padre de dos niñas, de su salario viven cada uno con 64 pesos al día. Y ante el alza de precios, comentó, “venimos aquí, almorzamos, y ya en la tardecita la comida que nos íbamos a almorzar en la mañana, nos la comemos en la tarde. Es una ayuda”.

El comedor de La Montada es uno de los cuatro que tiene el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) municipal y que, después de casi dos años de cierre por la pandemia, reabrió el pasado diciembre. A partir de entonces, comentó el encargado de nutrición, Jairo García, la afluencia alcanzó rápidamente los niveles que tenía en 2019 y, de 30 personas que acudían al día hace tres meses, la cifra se ubica ya entre 70 u 80. 

‘Salgo y junto botes’

Villalpando cuenta que trabajó toda su vida como albañil para diferentes compañías pero que ahora ya no puede hacer lo mismo, como subirse a una barda o un andamio por temor a una caída que finalmente salga peor para su salud, porque carece de seguro médico. 

Sin mayor red, vive de la renta de un cuarto que tiene en su terreno y del programa de apoyo para adultos mayores que le entrega el Gobierno federal, con lo que junta apenas un poco más de los 600 pesos que gasta a la semana sólo en la comida.

El también padre de dos hijos es viudo y vive solo. En los últimos meses, además, empezó a sentir mareos, dolores de cabeza y una debilidad que, en ocasiones, dijo, le hace sentir flojo alguno de los pies y le provoca caídas. 

En su casa, compuesta de dos cuartos más el que renta, a unos metros del comedor, Villalpando tiene un trastero en el que, el jueves pasado, había dos kilos de harina de trigo y otros dos de maíz, azúcar, arroz y avena, casi todo producto de una visita que le había hecho a su nuera y de lo que venía en las despensas que le dio una vecina. En un refrigerador que no funciona tenía además huevos y, por todo alimento fresco, tomates y cebollas. 

En la entrevista comentó que, por el alza en los precios, hay días en los que tiene que dejar productos en la caja del supermercado o sorprenderse por los niveles alcanzados. 

“El otro día compré un aceite en 58 pesos, en la tienda ¡58 pesos! Oiga, pues es mucho”, dijo.

Aun ante la escasez, Villalpando habla con confianza sobre su sustento o “provisión”, como se refiere a lo que tiene de despensa. Sobre todo, dijo agradecer tener casa cuando hay tanta gente que no tiene y, como la mayor parte de la población de esta frontera, estar dispuesto a buscar todos los días su sobrevivencia.

“Hay veces que salgo y junto botes y a veces llevo alguna que otra cosa que me hace falta, como las tortillas, pues no las puedo comprar todas juntas; salgo a juntar botes, y a veces me pongo a vender cacahuates, me gano unos 40 ó 50 pesos, ya con eso compro”, dijo.

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