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El Paso

El Paso, ante el reto de migrantes venezolanos

Pese al esfuerzo de la Ciudad, docenas de extranjeros han dormido en las calles las últimas semanas por falta de espacio en refugios

Uriel J. García/The Texas Tribune

lunes, 26 septiembre 2022 | 06:00

The Texas Tribune | Docenas de migrantes esperan para abordar un camión a NY The Texas Tribune | Albeleis Arteaga juega con su hijo Albedaniel

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Inmediatamente después que una camioneta tipo van de la Patrulla Fronteriza dejó a Albeleis Arteaga y a su esposa y bebé de 4 meses en el centro de la ciudad un reciente lunes por la tarde, empezó a llover.

Arteaga y su familia no sabían a dónde ir, así que, se unieron a docenas de migrantes, la mayoría de ellos eran compatriotas venezolanos quienes habían estado durmiendo a la intemperie enseguida de una estación de autobuses.

La pareja pasó casi dos meses viajando con su bebé desde Chile hasta la frontera entre Texas y México, pasando por el traicionero Tapón del Darién en Sudamérica.

En ese momento estaban usando cobijas prestadas para cubrirse de la lluvia mientras trataban de dormir. Sin embargo, con las sabanas empapadas era difícil descansar, dijo Arteaga.

“Si tuviera dinero en este momento, no estaría aquí permitiendo que mi familia pase por esto”, dijo Arteaga, quien tiene 29 años y usa una pantalonera y una camiseta mientras estaba sentado sobre la banqueta, recargado contra un edificio abandonado de ladrillo. “Mi cabeza casi estalla al no saber qué hacer o cómo salir de aquí”.

Menos de dos semanas antes, al final del año fiscal federal, los encuentros entre migrantes y agentes de la Patrulla Fronteriza (BP) en la frontera entre Estados Unidos y México han superado los 2 millones –lo cual es un nuevo récord.

De acuerdo a estadísticas del Gobierno Federal, agentes de inmigración han encontrado casi 154 mil venezolanos a lo largo de la frontera sur en los primeros 11 meses de este año fiscal –un incremento del 216 por ciento desde el año fiscal anterior.

En las últimas semanas, los venezolanos han arribado en números crecientes a la región de El Paso y Ciudad Juárez. Los albergues están tan llenos en EP que los oficiales de BP han liberado migrantes en las calles.

Los extranjeros que son aprehendidos o se han entregado voluntariamente en la frontera son procesados y retenidos mientras los agentes determinan si pueden ser enviados a México de acuerdo a la orden de emergencia de salud conocida como Título 42.

Sin embargo, los venezolanos no pueden ser enviados al otro lado de la frontera debido a que están en la lista de países que México no acepta. Y no pueden ser deportados a su país porque Estados Unidos cortó relaciones diplomáticas con Venezuela en el 2019. En lugar de eso, son liberados en los albergues locales.

Sin embargo, debido a que no hay espacio en los refugios, en las dos últimas semanas, docenas de indocumentados han dormido en la banqueta enseguida de la estación de autobuses, muchos de ellos vistiendo pantaloneras, camisetas llenas de tierra y sandalias.

Algunos tienen tiendas de campaña en donde pueden cubrirse del sol y de la lluvia. El área, que está justo al Sur de un estadio de beisbol en donde juega el equipo de la liga menor de El Paso Chihuahuas, huele a olor corporal, orines y a desechos fecales, como lo describió la esposa de Arteaga.

Los buenos samaritanos y voluntarios de los grupos de ayuda locales acuden al lugar para darles agua embotellada, sándwiches, bolsas de papas y ropa a los migrantes.

El creciente número ha provocado que la ciudad tenga problemas para responder. El Paso abrió un centro de bienvenida hace casi un mes para ayudar a algunas personas a encontrar alojamiento en hoteles de la localidad hasta que puedan ser trasladados a su destino final.

Desde el 23 de agosto, EP ha contratado por lo menos 60 autobuses para llevar a casi 3 mil migrantes a Nueva York y Chicago. 

El Paso tiene un contrato por 2 millones de dólares con la empresa de autobuses que proporcionan hasta cinco camiones al día para trasladar a los indocumentados fuera de la ciudad. También va a intentar obtener el reembolso del Gobierno Federal por los viajes.

“Lo que estamos haciendo aquí en la ciudad de El Paso es que seguimos cuidando a estas personas”, comentó Mario D’Agostino, subadministrador de la Ciudad de El Paso, a través de una conferencia de prensa de la semana pasada.

“Son seres humanos y están de paso por nuestra comunidad y sólo es parte de su travesía”.

Cientos de migrantes abarrotaron el centro de bienvenida a finales de la semana pasada, para cargar sus teléfonos celulares y poder llamar a sus familiares o hacer fila para abordar los autobuses.

Ángel Morano, un hombre de 21 años quien también huyó de Venezuela, esperó ansiosamente afuera del lugar a que los oficiales de inmigraciones dejaran a dos amigos que habían viajado con él a la frontera. Dijo que salió de su país debido a que es difícil ganarse la vida, pero extraña a sus padres.

“Es difícil decir adiós porque no es fácil dejar a la familia sabiendo que no los veremos durante un largo tiempo”, comentó.

Venezuela, está pasando por un problema social y alboroto político desde el 2014, cuando la economía del país –que depende mayormente de los ingresos del petróleo– empezó a colapsar.

Lo que en algún tiempo fue una de las naciones más ricas de Latinoamérica cayó en el caos debido a que bajaron los precios del petróleo, la corrupción política y las sanciones estadounidenses en contra de las industrias petroleras y mineras del país y el Banco Central de Venezuela.

Las sanciones pretenden echar fuera al presidente del país, Nicolás Maduro, quien ha sido acusado de fraude electoral, violaciones a los derechos humanos y de encabezar un gobierno autoritario.

Como resultado de eso, 7 millones de venezolanos han huido, más de la quinta parte de la población del país –siendo el desplazamiento más grande de personas en el Hemisferio Occidental– para buscar trabajo y seguridad en otros países sudamericanos y Estados Unidos.

El Departamento de Seguridad Interna de EU y otras agencias federales “siguen trabajando con México y otros países de la región para solucionar los desafíos de la migración en todo el Hemisferio Occidental”, comentó Carlos Rivera, portavoz de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos.

“En El Paso, Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) están encontrando un número significativo de migrantes cubanos y venezolanos que han huido de los regímenes represivos y autoritarios de esos países”.

Los cuerpos en la jungla

Durante su adolescencia en Venezuela, relató Arteaga, la vida era estable. Su madre trabajaba limpiando casas y su padre operaba una barredora de calles, mientras él jugaba basquetbol con su equipo de la preparatoria y viajaba por el país para los torneos. Jugó como guardia encestador y era fanático de los Toros de Chicago.

Como adulto, tenía un trabajo en la construcción, construía casas. Luego conoció a su esposa, Daniela Arias de 25 años, quien al igual que él tenía un hijo de otra relación. 

Después que la economía se desplomó en Venezuela, la pareja se mudó a Chile, en donde él siguió trabajando en la construcción y en donde nació su hijo. Arteaga pudo ahorrar mil 500 dólares, dinero que planeaba usar para regresar a Venezuela y abrir un pequeño supermercado.

Su familia en Venezuela lo disuadió, diciéndole que el país estaba teniendo problemas y no debería regresar. A principios de agosto, la pareja se dispuso irse al norte con el bebé, quien tenía 2 meses en ese tiempo. Ellos decidieron salir de Chile cuando empeoró la economía, señaló.

“Gracias a Dios pude salir vivo”, dijo Arteaga mientras sostenía a su hijo, quien estaba durmiendo sobre una almohada debajo de un árbol enseguida de la estación de autobús.

Después de salir de Chile, la familia viajó por siete países durante un mes y medio para llegar a El Paso. Caminaron por los desiertos de Perú hacia Colombia, luego caminaron por el Tapón del Darién, una parte de la jungla en donde no hay caminos y tiene una extensión de 66 millas, montañas y ríos entre Colombia y Panamá. Dijo que no contrataron un guía y siguieron a un grupo que según él calculó eran unas 200 personas.

Arteaga dijo que vio a personas desorientadas que fueron dejadas, rezagadas o se separaron de sus familiares. Vio dos cuerpos, que él asume eran migrantes que murieron en el trayecto.

Durante el viaje, cargó un contenedor de 5 litros de agua y una mochila llena de pan, atún en lata y sopa instantánea que él preparaba prendiendo fuego para hervir el agua. Arias cargaba al bebé, quien tenía 2 meses de edad, durante el camino.

Por la noche, la familia dormía en una tienda de campaña y seguía caminando temprano por la mañana en el calor de la jungla sobre un terreno resbaloso y lleno de lodo.

“No podíamos cansarnos”, dijo Arteaga. “Teníamos que tener la voluntad para continuar, de otra manera nos quedaríamos rezagados y moriríamos”.

Les tomó siete días cruzar la jungla y llegar a un camino en Panamá.

No todos los países aceptaban los pasaportes de Venezuela, así que, en algunos casos evadían los puestos de revisión de inmigración, comentó.

Eventualmente, la familia llegó a México, en donde utilizaron el poco dinero que habían dejado para abordar autobuses hasta que arribaran a Ciudad Juárez. Cruzaron el Río Grande y se entregaron a los agentes de la Patrulla Fronteriza, solicitándoles asilo.

Después de dos días de estar bajo custodia de la BP, fueron liberados ese lluvioso lunes por la noche de la semana pasada.

A la mañana siguiente, acudieron a un albergue local que los ayudó a ser incluidos en la lista de autobuses financiados por El Paso para ir a la Ciudad de Nueva York, en donde la pareja tiene amigos de Venezuela que migraron a principios de este año.

El martes, pasaron la mayoría del día en el improvisado campamento de migrantes.

Al día siguiente, Arteaga dijo que se unieron a docenas de indocumentados para abordar el autobús en el centro de bienvenida a los migrantes de la ciudad.

El viernes por la noche, arribaron a la Ciudad de Nueva York. En los últimos días, dijo, él ha estado caminando por la ciudad, buscando trabajo.

Arteaga dijo que está tratando de empezar una nueva vida. Agregó que va a desempeñar cualquier empleo que esté disponible y espera enviar dinero a su familia en Venezuela. 

Está cifrando su esperanza en que le den asilo –desea criar a su hijo en Estados Unidos, para que el niño pueda tener una buena educación y jugar basquetbol como él lo hizo cuando era niño.

“No me imagino regresando a Venezuela”, agregó.

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