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Honrar la palabra, ¿pasó de moda?

Especialistas en filosofía y ética consideran que la sociedad vive una transformación con relación al valor que se le da a la palabra

Agencia Reforma

viernes, 24 noviembre 2023 | 17:21

Tomada de Internet

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Monterrey— Seguramente muchos han conocido a alguien que dice o promete algo y, tiempo después, expresa o hace lo contrario, casi como si las palabras que en principio salieron de su boca nunca hubieran existido o se hubieran esfumado.

Aunque es verdad que no se puede generalizar, y habrá quienes siempre se mantienen firmes con lo que dicen, algunos especialistas en filosofía y ética consideran que la sociedad vive una transformación con relación al valor que se le da a la palabra.

“El valor de la palabra no ha cambiado, los que hemos cambiado somos nosotros”, señala Juan Gerardo Garza, fundador del Centro de Valores Éticos del Tecnológico de Monterrey y profesor emérito de dicha institución.

“Hemos vuelto más flexibles y tolerantes nuestras afirmaciones y nuestras creencias. La palabra no ha perdido su valor, nosotros ya no le damos el valor que merece”.

Se le llama ‘honrar la palabra’ a ese compromiso moral que asume una persona de cumplir lo que ofreció y que no lo hace porque firmó algún contrato o por temor a perder algo de no cumplir: lo hace porque así se comprometió.

Etimológicamente, indica el filósofo Félix López, “la palabra” es algo que tiene significado, que vale algo, y bíblicamente era la palabra de Dios, algo que se debía honrar.

Las sociedades antiguas daban un gran valor a “honrar la palabra”, la ausencia de honor era una tragedia.

“Ser una persona de palabra era una cuestión de honor, ser ‘de palabra’ fue durante mucho tiempo una virtud importante”, comenta el catedrático de la Facultad de llama ‘honrar la palabra’ a ese compromiso moral que asume una persona de cumplir lo que ofreció y que no lo hace porque firmó algún contrato o por temor a perder algo de no cumplir: lo hace porque así se comprometió

Filosofía y Letras de la UANL

“No hacían falta contratos, firmas ni avales para saber y confiar en que alguien que tuviera palabra iba a cumplir con alguna promesa o compromiso adquirido”.

Actualmente, opinan los expertos, resulta mucho más fácil hablar sin cumplir, cambiar fácilmente lo que se dice e, incluso, hacer como si lo hablado nunca se hubiera dicho. Es como vivir en un mundo de palabras vacías.

EL CICLO DE LA CONFIANZA

No es tan fácil honrar la palabra, apuntan los especialistas. Se requiere confianza de parte de quien se compromete a algo, así como de quien recibe las palabras, y eso es algo que se ha ido perdiendo.

“Cuando honramos la palabra nos volvemos personas confiables, dignas de confianza. Es un atributo

de gran valor en una persona y en una sociedad, porque es alguien en quien podemos creer porque cumple lo que promete, porque nunca queda mal”, menciona el profesor Garza.

Desde su perspectiva, dice, toda buena relación humana se basa en tres principios: la buena fe, la reciprocidad y la confianza.

Además de la confianza, dice el filósofo López, se requiere integridad: esa congruencia entre lo que se piensa, se dice y se hace. Si la integridad y la confianza no están firmes, son volátiles o están rotas, entonces las palabras no sirven de nada.

Otro cambio en la sociedad actual es que las personas están cada vez menos dispuestas a escuchar a los demás, coinciden los expertos. Y cuando no hay quien escuche, es como si las palabras nunca se hubieran dicho.

“Para hablar es necesario estar en disposición de escuchar”, señala López, “si no, no hay ningún diálogo y sólo hay una serie de monólogos huecos, vacíos, que no dicen absolutamente nada porque nadie está escuchando”.

La sociedad actual se ha vuelto más permisiva y más relativista, destaca Garza. Esto ocasiona que se empobrezcan las convicciones o la manera de pensar.

“Decimos ‘¿Estará bien o estará mal? Pues depende’”, menciona. “No definimos con claridad nuestros compromisos. Y eso cambia nuestra relación humana, creamos expectativas que no cumplimos”.

El problema es que las promesas y los acuerdos son los que permiten crear una convivencia social constructiva, considera.

Y la consecuencia de no cumplir con la palabra, a nivel sociedad, es una falta de confianza colectiva: ya nadie cree en nada ni en nadie.

Por supuesto que es válido cambiar de idea o rectificar lo dicho, coinciden los expertos. No obstante, para hacerlo hay una condición: aceptar el error y las consecuencias. “Cuando rectifico debo hacerlo reconociendo primero que me equivoqué y ahí se necesita autocrítica, y autocrítica significa madurez, y también humildad”, dice Garza. “A veces, para rectificar -que tenemos el derecho-, basta una disculpa. Pero a veces también supone reparar el daño que he causado y eso nos cuesta más trabajo”.

Si la falta de escucha activa es una de las causantes de tanta desconfianza, ponerla en práctica es una de las vías para volver a confiar. Pero también hay que trabajar, de manera individual, en reconstruir esa integridad. Y la mejor manera de hacerlo es pensar antes de hablar y actuar.

“Si antes de decir algo estamos conscientes de que lo hemos pensado lo suficiente”, dice López, “y también si lo que decimos implica una acción en consecuencia. Si estamos dispuestos a realizar esta acción, entonces decirla.

“Si no, no decir nada”.

A veces ni en uno mismo.

“No creemos en esta humanidad porque no nos tenemos confianza”, opina López.

“Y si la confianza entre unos y otros no se puede tejer, no se puede establecer una relación de amistad, de amor, de trabajo, de educación, social; hay muchísima desconfianza entre unos y otros. Desconfiamos porque no creemos que sean personas honestas”.

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