PUBLICIDAD

Salud

¡Usa el maldito cubrebocas!

Muchas personas han tenido que salir a buscarse la vida a las calles

Agencias

jueves, 16 julio 2020 | 18:10

PUBLICIDAD

En el horizonte global la pandemia no pinta nada bien. Va pa’ largo. Muchas personas han tenido que salir a buscarse la vida a las calles. Muchas otras han confundido, como dijo el gobernador de Yucatán, la reactivación de la vida económica con la reactivación de su vida social. Esto ha derivado en una emergencia sanitaria y otra económica que se han prolongado en el tiempo, publicó Medium.

¡Pero hay excelentes noticias! Como anunció Zack Bornstein en su Twitter, científicos alrededor del mundo han descubierto un tratamiento sencillo y efectivo, capaz de reducir significativamente la propagación de covid-19 y acelerar la apertura íntegra de la economía mundial: es solo un estúpido pedazo de tela que te pones en la cara.

Organismos internacionales han tenido una opinión inconsistente al respecto. Pero hoy en día, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) de Estados Unidos recomiendan ampliamente el uso masivo de cubrebocas (link).

Lo que probablemente modificó el consenso científico alrededor del tema fue la prolongación de la pandemia y la evidencia científica de que tanto la transmisión pre-sintomática como la asintomática son comunes.

Un estudio de la Universidad de Hong Kong (link), llegó a la conclusión de que no existe diferencia en los índices de transmisión de covid-19 entre pacientes sintomáticos y asintomáticos. Lo propagan a la misma velocidad.

El problema es que, en comparación con otras infecciones respiratorias, el virus SARS-CoV-2 produce un nivel inusualmente alto de partículas virales en el tracto respiratorio superior (entiéndase boca y nariz) y por lo tanto son más propensas a ser expulsadas, como lo demuestra este estudio de la Universidad de Oxford (link). Esto abona a la evidencia de que la forma más certera de contagio es mediante la inhalación de minúsculas gotas, expulsadas por una persona infectada mediante el habla, el canto, la tos o el estornudo.

El especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de California, Chin-Hong, asegura incluso que “existe poca evidencia científica de que las superficies contaminadas sean una fuente importante de transmisión, mientras que hay mucha evidencia de transmisión a través de gotitas inhaladas” (link).

Deberíamos de pensar menos en desinfectar nuestras compras del súper y más en poner una barrera a esas gotas que expelemos al abrir la boca.

Alrededor del mundo, jefes de estado como Donald Trump en Estados Unidos, Andrés Manuel López Obrador en México o Jair Bolsonaro en Brasil han desdeñado el uso de las mascarillas. Bolsonaro incluso espetó, con una asquerosa homofobia, que “el uso del cubrebocas es para gays” (link), después de haber salido positivo en la prueba de coronavirus.

Un estudio de la Universidad Middlesex de Londres, junto con la Universidad de Berkeley en EEUU (link), tras una encuesta masiva, concluyó que “los hombres, más que las mujeres, están de acuerdo en que usar mascarilla es vergonzoso, poco cool, un signo de debilidad y un estigma”. Eso tiene un nombre: masculinidad frágil. Qué ridiculez.

Así mismo, en México, según una encuesta realizada por El Financiero (link), quienes más dudan de la existencia del coronavirus son los jóvenes, de entre 18 y 29 años. 18 por ciento de ellos afirma que no existe el covid-19. Esto también tiene un nombre: egoísmo generacional. Qué ignominia.

La sociedad ha sido reacia a la normalización de los tapabocas. Así como lo fue al uso del cinturón de seguridad, o a la prohibición de fumar en lugares cerrados. El tema es que la adopción de esta costumbre no puede esperar décadas, se debe socializar ya.

Es necesario repetirlo porque la gente tiende a olvidarlo: estamos en medio de una pandemia. Ni más ni menos. El hecho de que se piense que un tapabocas te hace ver menos masculino vale un comino frente al luto por el que están transitando cientos de miles de familias.

Un estudio, publicado por la reconocida revista médica Nature (link), reunió a 246 participantes para poner a prueba la eficacia del cubrebocas. Se encontró que las mascarillas fueron poco eficientes para bloquear gotas de rinovirus de cualquier tamaño. Fueron efectivas en bloquear gotas grandes de influenza pero poco eficientes en limitar las gotas chicas del mismo patógeno. Sin embargo fueron increíblemente efectivas en bloquear todas las gotas y gotículas del coronavirus.

El CDC publicó un estudio (link) que esboza cómo en Springfield, Missouri, fortuitamente, a lo largo de ocho días, 139 clientes pasaron por lo menos 15 minutos en una barbería siendo atendidos por uno de dos peluqueros portadores de covid-19 (su prueba positiva les llegó hasta el octavo día). Por la política pública de la ciudad, que obligaba a todos sus ciudadanos a portar una mascarilla en lugares públicos, tanto los estilistas como los clientes tuvieron siempre puesto un cubrebocas. Después del resultado positivo de los dos peluqueros, las autoridades sanitarias rastrearon a los 139 clientes y les aplicaron la prueba de covid-19. El resultado: ningún cliente. Repito, ningún cliente dio positivo a la prueba. El común denominador: la mascarilla.

La Universidad de Commonwealth, junto con la Universidad de Toronto, la Universidad de Miami y la Universidad de Warmia en Polonia, publicaron un artículo científico (link) que determina que en países con normas culturales o políticas gubernamentales que apoyan el uso de mascarillas, la mortalidad por coronavirus per cápita aumentó en promedio solo un 8 por ciento por semana, en comparación con el 54 por ciento por semana en los países restantes.

Uno puede tener una opinión acerca de un hecho. Pero los hechos son los hechos y la ciencia es la ciencia: los tapabocas salvan vidas.

El director del CDC, Robert Redfield, dijo este martes 14 de julio en una entrevista que “Estados Unidos podría tener el coronavirus bajo control en cuestión de meses si cada estadounidense usara mascarilla” (link). No lo dice cualquiera, sino el director del organismo internacional más robusto para atender una pandemia, después de la OMS.

Aterrizándolo a México: la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie, jefa del Laboratorio de Genética Molecular de la UNAM, mencionó que si el 90 por ciento de la población mexicana portara cubrebocas al salir de casa, el número de contagios disminuiría hasta en un 60 por ciento (link).

Claro, las mascarillas no son infalibles. Aún portándolas hay un riesgo considerable de contraer coronavirus. Pero ese no es el punto. El doctor Chin-Hong (citado previamente) argumenta: “nadie toma un medicamento para el colesterol porque va a prevenir un ataque cardíaco el 100 por ciento del tiempo, pero sí reduce el riesgo sustancialmente. Es lo mismo con las mascarillas”.

A falta de una vacuna o un medicamento eficaz, los cubrebocas son nuestra mejor herramienta para palear los estragos de la pandemia porque evitan que portadores sintomáticos, asintomáticos o pre-sintomáticos propaguen el virus. Son vitales para mitigar la curva de contagios. Y lo más importante: para salvar vidas.

Pero también, como efecto secundario, los tapabocas son indispensables para que se vislumbre una reapertura económica íntegra.

Gobiernos, empresarios y trabajadores soportaron, estoicamente, meses de confinamiento. Pero la economía familiar, las empresas y las finanzas públicas solo pueden aguantar hasta cierto punto. Cada día que pasa sin que las mascarillas se usen masivamente es un día más sin que podamos avanzar hacia una nueva normalidad económica.

Como menciona el Nobel de economía, Joseph Stiglitz:

“No puede existir una recuperación económica hasta que el virus esté contenido”.

Un rebrote, un colapso del sistema hospitalario o un confinamiento prolongado demasiado tiempo, sería, simplemente, insostenible para una economía que de por sí ya está en los huesos.

Portar un tapabocas se ha convertido en un acto de la más elemental civilidad. Es la empatía materializada. No usarlo –por ser joven, por creerse invencible, porque lastima tu virilidad– es un acto de egoísmo puro. Es una traición a los adultos mayores, a las personas en situación de vulnerabilidad y a los más pobres, que son los más afectados económica y mortalmente por la pandemia. Es un oprobio.

Al usar un tapabocas proteges a los demás, y por lo tanto te proteges a ti mismo. Si te importa el de junto, si quieres que la curva de contagios baje, si quieres salvar vidas, si quieres que la economía abra lo más pronto posible, es sencillo: ¡usa el maldito cubrebocas!

PUBLICIDAD

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search