Incongruencia y oportunismo

La Basílica de Guadalupe es quizá el lugar de peregrinaje más venerado por los feligreses católicos y guadalupanos. Es el lugar de encuentro de la fe, justamente en donde, según narra el dogma católico, la Virgen de Guadalupe se le apareció a Juan Diego, pidiéndole que en ese lugar le construyeran un templo. 

Desde la Colonia, ese lugar es considerado sagrado para el catolicismo, y es el segundo lugar católico más visitado después del Vaticano. Desde mediados del siglo XVIII, la curia designaba a un abad que estuviera a cargo de la Basílica.

Guillermo Schulenburg fue abad de la Basílica de Guadalupe durante más de treinta años. El religioso emprendió diversas acciones durante su mandato, como la construcción del nuevo templo (el que hoy se conoce en todo el mundo).

En 1996, en una entrevista dada a Javier Sicilia, en términos generales puso en duda el milagro de la aparición de la Virgen de Guadalupe, al cuestionar la existencia de Juan Diego. Muchos dicen que sus declaraciones fueron sacadas de contexto. Aunado a las diferencias cada vez más evidentes entre él y el Arzobispo Norberto Rivera Carrera, el embrollo terminó con la renuncia de Schulenburg a la abadía.

Al margen de todo el contexto y de lo que en realidad hubiera pasado, la colectividad no podía creer que quien fuera abad de la Basílica de Guadalupe, cuestionara el milagro. Sería como cuestionar qué estuvo entonces haciendo durante más de treinta años. Schulenburg fue funado, aun y cuando ese término todavía no se acuñaba en nuestro léxico.

México es un país que día a día trata de construir más democracia. El elector muchas veces tiene definida su postura política. Por ello, justifica en ocasiones a los gobernantes que han actuado mal, si estos son de su preferencia, y critica a aquellos que no lo son, aunque no hayan actuado mal. Es decir, el elector tiene una idea preconcebida de ciertos actores políticos, y en función de ello toma decisiones.

Uno de los valores que más se aprecia en los políticos es la congruencia. Sin embargo, muchos de los actores de la vida pública parecen carecer de ella, y demuestran lo oportunistas que pueden llegar a ser. Esta semana se dieron varios ejemplos de figuras públicas que muestran que lo que menos tienen son ideales, y que lo que les interesa es únicamente el poder.

En lo personal, nunca creí en la figura de los candidatos independientes. En varias ocasiones escribí sobre ello en este mismo espacio. Incluso, no creo tampoco en los personajes “apartidistas” o “ciudadanos”. Regularmente, esos personajes que se asumen como “apartidistas” son panistas de closet, pero eso es tema de otra entrega.

Personajes como El Bronco, Armando Cabada, El Caballo Lozoya, Manuel Clouthier Jr., entre otros, cimentaron sus trayectorias políticas en un supuesto divorcio de la política partidista tradicional. Muchos de ellos ya tenían antecedentes partidistas como Clouthier y El Bronco. Cuando sus partidos políticos no los tomaron en cuenta para el cargo que tenían en mente, fueron ‘iluminados’ y se ‘dieron cuenta’ que los partidos le hacen daño al sistema. 

El común denominador de políticos como estos, es que se envolvieron en la bandera de la política ciudadana, del apartidismo. Criticaron las prerrogativas que se entregan a los partidos políticos. Tacharon a estos partidos como los causantes de los males de México. Fue cuestión de esperar dos procesos electorales para darnos cuenta que lo que decían era pura pose, pues posteriormente decidieron darle la espalda a sus ‘ideas’ para volver al redil partidista. 

Armando Cabada es un ejemplo. Dos veces alcalde ‘independiente’ de Juárez, al terminar su segundo periodo como Presidente Municipal, decidió darle la espalda a la ‘política ciudadana’ y fue designado candidato a diputado federal por MORENA. Hoy busca ser candidato al Senado por el mismo partido político. Sería interesante ver lo que opinaba de los partidos políticos hace ocho años. 

El Caballo Lozoya es otro ejemplo. Se cansó de fustigar a la ‘partidocracia’ igualmente posando como un político inmaculado, ajeno a los intereses partidistas. Después de ser electo dos veces Presidente Municipal de Parral como candidato independiente, decidió que ese no era el camino correcto, y se sumó al nuevo Partido Verde (por su oportunismo político) llamado Movimiento Ciudadano. 

Quizá el ejemplo de la más grande hipocresía es el de Pedro Kumamoto. Kumamoto llegó a ser el primer diputado local en el país en ser electo sin haber sido postulado por ningún partido político. Igualmente, acusó y señaló a los partidos políticos y se asumió como un político ‘buenaondita’. Posteriormente, su postura ideológica dio un giro brusco pues fundó un partido político local. Es decir, creó una institución que tanto había criticado. No conforme con eso, recientemente alió a su partido político local con MORENA y el Partido Verde, los dos partidos que representan lo más rancio del sistema de partidos que tenemos en la actualidad. 

Por eso, estimado lector, cuando un político venga y le diga que es absolutamente inmaculado y limpio, y critica a la clase a la que desea pertenecer, no le crea, porque se trata de pura perorata y demagogia. 

Arturo Zaldívar fue designado Ministro de la Suprema Corte por el Senado en 2009, a propuesta en terna enviada por el entonces Presidente Felipe Calderón. Por años se asumió como un contrapeso al poder, y criticaba la pretendida intromisión del Gobierno en los asuntos de la Corte. Desde que López Obrador asumió el poder, Zaldívar actuó como un funcionario más del obradorato, votando decisiones que claramente vulneraban el régimen constitucional de México. El colmo del absurdo fue cuando trató de justificar la militarización de la Guardia Nacional (propuesta por el Ejecutivo).

Cuando se le señalaba como un Ministro afín a la 4T, siempre respondía que los jueces hablaban a través de sus sentencias. Esta semana, decidió renunciar a su cargo de Ministro de la Corte, para dejarle el espacio a López Obrador para que pudiera maniobrar y nombrar (con su mayoría en el Senado) a un Ministro por los próximos quince años. Lo pusieron a cuidar la Constitución y terminó cometiendo un fraude contra ella. 

Javier Corral es otro ejemplo de lo que digo. Diputado Local, Diputado Federal en dos ocasiones, Senador en otras dos ocasiones, y Gobernador de Chihuahua, Corral decidió operar abiertamente para MORENA en la elección de 2021. Esto a raíz de que no le permitieron dejar a su sucesor, en la persona de Gustavo Madero. 

Todos estos personajes que hemos mencionado le dieron la espalda a las posturas que utilizaron para llegar a sus respectivos cargos públicos. El ciudadano debe ser más exhaustivo y profundo en sus análisis, y no creer enteramente lo que dichos personajes dicen públicamente.

Con los vaivenes respectivos, queda evidenciado que los personajes que mencioné nunca fueron políticos apartidistas independientes. Tampoco fueron celosos guardianes de la Constitución. Mucho menos fueron panistas comprometidos. Lo que acabo de describir es un catálogo de políticos oportunistas que solamente utilizaron la narrativa que en el momento estaba de moda, para alcanzar las posiciones de poder que en algún momento ostentaron. 

Si el Abad Schulenburg tenía dudas de la existencia de Juan Diego, ¿por qué fue abad por treinta años? Si Lozoya y Kumamoto no creían en los partidos políticos, ¿por qué hoy aspiran a ser candidatos justamente por los partidos que tanto criticaron? Si a Zaldívar le daba igual la intromisión del Ejecutivo en la Judicatura, ¿por qué pasó catorce años en la Corte? Si Corral no estaba de acuerdo con el PAN, ¿por qué fue candidato de ellos en varias ocasiones?

Estas son preguntas que el ciudadano debe hacerse antes de otorgarle su voto de confianza a personajes que, con el paso del tiempo, demuestran no solo ser incongruentes, sino que además se evidencian como oportunistas.