PUBLICIDAD

Opinión

Ellas

Con estas cinco letras me refiero a la mitad de quienes habitamos este planeta llamado Tierra

Elvira Maycotte
Escritora

miércoles, 21 abril 2021 | 06:00

PUBLICIDAD

Con estas cinco letras me refiero a la mitad de quienes habitamos este planeta llamado Tierra, más en este momento me voy a referir a aquellas mujeres que son trabajadoras de la industria maquiladora y que, además, son madres que viven hacia el suroriente de la ciudad, zona en la que día tras día sus habitantes, si es que realmente habitan, ven mermada sus condiciones y calidad de vida.

Hace un par de días acudí al examen que presentó Janet para obtener su grado doctoral. Resultó verdaderamente ¡excelente!, en toda la extensión de la palabra. Durante la disertación, llamó la atención sobre las prácticas espaciales que las mujeres deben llevar a cabo para acudir a laborar. Como toda investigación, inició brindando datos que giran en torno al tema; muy importante y por demás revelador fue saber que para 2010, según Inegi, en el municipio de Juárez había 342,928 hogares de los cuales 85,052, el 24.8 por ciento, tienen jefatura femenina: para ponerlo en claroscuro, el peso económico de sostener un hogar recae sobre ellas por completo. Un dato también muy significativo es que de las mujeres que aquel año declararon trabajar en el mercado laboral formal, 139,965, el 61.2 por ciento lo hacían en la industria maquiladora. Este es un dato muy importante que le pido reserve en su memoria, pues se trata de 81,598 vidas de mujeres muchas de las cuales, alrededor de unas 50,000 forman parte del personal operativo que acuden en turnos que les son incompatibles con los horarios escolares de sus hijos y, por supuesto, del transporte público. 

La vida para las mujeres que trabajan en el primer turno, dicen, suele ser más fácil: inician su jornada a las cuatro y media de la mañana, pero tienen que hacerse cargo de encargar a alguien que lleve a sus hijos a la escuela y que también los recoja. Si no puede o no desea hacerlo de esta manera, entonces, deberá trabajar por la tarde, pero… ¿quién se queda en casa a cuidarlos? Bueno, quizá entonces, pueda trabajar el tercer turno, mientras todos duermen. Solo es un ejemplo… real.

La exclusión ¡otra vez la famosa exclusión! las hace presas: muchas de ellas utilizan el transporte de personal y de hecho, comentan, que de no existir este servicio no podrían trabajar, como si solo de trabajar se tratara su vida, pero ya sea que lo utilicen, o bien, opten por el trasporte público, antes de salir hacia su trabajo deben realizar labores de cuidado, esto es, atender las necesidades de sus hijos y llevarlos a la guardería o escuela ¡de prisa! por supuesto. El miedo y el temor es una constante en sus vidas, el cansancio también; la preocupación de que algo les pase a sus hijos es un sentimiento que las acompaña. Muchos son los testimonios de mujeres que ante la seguridad de sus hijos, cuando van acompañadas de ellos prefieren hacer uso de servicios de vehículos particulares antes que del transporte público.

¿Y al regresar a casa? ¡Por supuesto no es tiempo libre! ¡Qué no se piense en actividades de ocio! Tendrán que comprar víveres, hacer pagos y ¡ah!, por cierto, allegarse recursos extras porque el salario no alcanza: “Es poquito, pero seguro”, y para completar el gasto optan por vender cosméticos, bisutería, dulces y otros artículos… para ello sí que es de gran ayuda trabajar en la maquila: ahí, entre sus compañeras, ofrecen sus artículos y se ayudan unas a otras. La tarea de los hijos, bueno, sí, ese es otro de sus pendientes que deben resolver: hoy seguramente tras la pandemia la vida se les complicó aún más.

¿Por qué estás cansada?

Muchos creen que por referirnos a las estadísticas en general ya se está incluyendo la vida de ellas, mas no es así. Agradecí enormemente a Janet Mendoza por prestar su voz a más de 50 mil mujeres, que haya dimensionado y hecho visible la compleja realidad que enfrentan día tras día. Se trata de mujeres que son soporte de la importancia económica de esta ciudad y, a su vez, les son invisibles. Somos parte de una sociedad que usufructúa los bienes urbanos que en ella se producen en muy buena medida por la fatiga de ellas y que, en contraste, les responde dejándolas solas con ese peso que su condición les impone. Poner cruces de madera, nos dice Janet, no es suficiente.

PUBLICIDAD

Notas de Interés

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search