Opinion El Paso

Refugiados ofrecen una nueva oportunidad a EU

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Ruben Navarrette Jr. / The Washington Post

martes, 21 mayo 2019 | 06:00

San Diego— A veces los dioses ofrecen a los seres humanos una segunda oportunidad para corregir los errores del pasado.

Cuando un joven de 19 años abrió fuego en una sinagoga en Poway, California, el ataque me puso a pensar.

Los judíos han sido aterrorizados por 5 mil años. Y, cuando buscaron refugio, siempre fueron rechazados.

Sólo pensemos en lo que los judíos experimentaron como refugiados durante la Segunda Guerra Mundial. Usted puede conocer esa historia en una exhibición en Yad Vashem, el Museo de la Historia del Holocausto en Jerusalén. Los visitantes pueden ver un enorme mapa del globo terráqueo —pintado sobre una pared entera— donde país por país, se puede observar quién acogió a los judíos que huían del régimen de terror de Adolfo Hitler y quienes los rechazaron, usualmente debido al miedo, el prejuicio y el odio. El mensaje está más que claro: El pueblo judío no lo olvida.

Bien por los judíos. Debemos recordar quién sirvió a la humanidad y quién le falló.

Los estadounidenses le fallaron. Nuestro país es formidable, pero yo le he contado al menos cinco grandes pecados: La conquista de los nativo-americanos, la esclavitud de los afroamericanos, la invasión de México con la que nos apoderamos del suroeste del país, el confinamiento de los japoneses americanos después de Pearl Harbor y haber rechazado a los judíos que buscaban refugio durante la Segunda Guerra Mundial.

Uno de lo más notorios episodios ocurrió en junio de 1939, cuando al trasatlántico SS St. Louis —y sus 937 pasajeros, casi todos refugiados judíos—  no se le permitió arribar a un puerto en Miami, donde el barco intentaba atracar después de haber sido rechazado por Cuba. El SS St. Louis fue obligado a regresar a Europa. Los historiadores dicen que más de un cuarto de los pasajeros murieron en el Holocausto.

Y nosotros permitimos eso.

Es una historia triste pero muy familiar. Sin importar cuál sea la política estadounidense, los norteamericanos no colocaron tapetes de bienvenida para los armenios que huían de los turcos genocidas, a los cubanos que buscaban la liberación de Castro, o a los hmong que escapaban de los vietnamitas del norte, quienes tenían la intención de matarlos por haber ayudado a las tropas estadounidenses durante la Guerra de Vietnam.

Estas son las historias que me hacen llorar. Eso se debe a que espero más de Estados Unidos. El país que yo amo es mejor que eso.

Aun así, el miedo, el prejuicio, y el odio, son cosas muy poderosas. Debido al antisemitismo en Estados Unidos, no fue hasta 1945 —después de la guerra y 10 años después de que el Reichstag alemán aprobara las leyes de Nuremberg, las cuales restringieron los derechos de los judíos— que el presidente Harry Truman emitió una orden ejecutiva dando preferencia a los refugiados judíos que huían de Europa. Increíblemente, incluso entonces, algunos antisemitas en el Congreso se opusieron.

Los estadounidenses deberían preguntarse a sí mismos: ¿cuántos judíos murieron en la década en la que titubeamos?

Uno esperaría que la próxima vez que seamos puestos a prueba no nos tome 10 años conquistar a nuestros demonios y escuchar a nuestros ángeles.

Pero ¿adivinen qué? La prueba es hoy. Estados Unidos ya tiene a todo un nuevo contingente de refugiados con el que tiene que lidiar. Esta vez huyen de Guatemala, Honduras y El Salvador, países que están inmersos en la violencia.

He ahí nuestra crisis en la frontera. Esta vez, la mayoría de las personas que cruzan no son inmigrantes de México, cuyos números han disminuido considerablemente, ya que ahora hay más oportunidades en México, las personas de dicho país lo piensan dos veces el tener que cruzar hacia el norte. Los refugiados no tienen esa opción. Uno no se puede quedar en la casa cuando ésta se está incendiando. Uno brinca por la ventana —y reza por misericordia.

Algunas personas verán la comparación. Otras no querrán verla. No tenemos que decir que los refugiados hispanos de piel morena que vienen de Centroamérica ahora en el 2019 son exactamente iguales a los judíos refugiados de piel clara que vinieron de Europa en las décadas de los treintas y cuarentas. Y no tenemos que argumentar que las despiadadas y bien armadas pandillas del narcotráfico en Centroamérica son el equivalente moral de los nazis.

Pero ese no es el punto. Esto es sobre un común denominador: Es sobre los estadounidenses, y de cómo tratan al extraño. Sin importar lo que diga en el panfleto, la respuesta por lo regular depende de qué tan “extraño” el visitante le parezca al anfitrión.

Estoy harto de la doble moral. Es tiempo de decidir si vamos a cumplir con lo que decimos. ¿Es acaso Estados Unidos, tal como lo promociona, una nación de inmigrantes que buscan una oportunidad y un lugar seguro para los refugiados “deseosos de poder respirar con libertad? ¿O no lo es?

Si el presidente Trump se sale con la suya, la respuesta será que “no”. En sus comentarios del jueves en la Casa Blanca, Trump se quejó de que muchas de las solicitudes de asilo político de ahora son “frívolas”. ¿Cómo podremos nosotros saber si eso es verdad si no les damos a las personas una audiencia justa?

Los estadounidenses tienen la oportunidad de enmendar los anales de la Historia. Y no nos podemos dar el lujo de volver a fallar.

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