PUBLICIDAD

Opinion El Paso

Lo que está mal en Florida

.

Jorge Ramos Ávalos/Periodista

domingo, 28 mayo 2023 | 06:00

Miami— No hay nada más fácil, injusto y hasta cruel que culpar a los inmigrantes por los problemas que tenemos. Es increíble que en este 2023, en un país creado por extranjeros, sigan imponiendo leyes que castigan y criminalizan a los recién llegados. Y la Florida, donde está mi casa, es el mejor ejemplo de cómo no se debe tratar a los inmigrantes.

Hace casi cuatro décadas que vivo en Miami. Es una ciudad fascinante, multicultural y que crece muy rápidamente, en parte, por la constante llegada de inmigrantes.

Aquí se habla más español que inglés y siete de cada 10 somos hispanos. Cada vez que hay una crisis en América Latina, Miami se va llenando de refugiados. Y de la energía de los que están dispuestos a empezar de cero.

Primero, desde luego, estaban los cubanos que huían de la dictadura de Fidel y Raúl Castro. Pero luego vinieron los nicaragüenses y otros centroamericanos espantados por la guerra.

Y cuando los cárteles explotaban carros-bomba en las calles, los colombianos se refugiaron en la Florida. Y ahora que la tiranía de Nicolás Maduro ha destruido Venezuela y se ha robado la esperanza, muchos de los siete millones que han sido expulsados de su país son nuestros vecinos.

Con cada oleada de nuevos inmigrantes, toda la Florida se fortalece. Y se renueva. Cambian los acentos entre los techeros, carpeteros y drywalleros que laboran en los edificios y casas que siempre están en construcción en Miami, Naples y Tampa. Vemos caras nuevas entre los repartidores de paquetes, conductores de Uber, cuidadoras de niños y en los uniformados empleados de los parques en Orlando. Los que limpian los hospitales de Jacksonville hablan español. Y son otras las manos encallecidas que recogen las cosechas de tomate y naranja en Homestead y en Immokalee.

Por eso es indignante, y una gran traición, que en la Florida se haya aprobado una de las leyes antiinmigrantes más estrictas del país. La ley, firmada por el aspirante presidencial y gobernador Ron DeSantis, criminaliza la contratación de indocumentados y transportarlos a la Florida puede resultar en cárcel hasta por 15 años.

Estoy seguro que todos los legisladores que aprobaron esta vergonzosa ley antiinmigrante se benefician del trabajo de las personas que han castigado. La comida que compran, las casas donde viven y muchos de los servicios que reciben, son posibles gracias al trabajo de indocumentados.

La aprobación de esta ley está cargada de hipocresía. No hay que rascarles mucho a las historias personales de estos políticos para descubrir que dentro de sus propias familias hubo (o hay) personas que llegaron a Estados Unidos sin visa y sin documentos.

Escapar de la guerra, de la pobreza, del abuso doméstico, de una dictadura, de las pandillas y de la falta de oportunidades no es un crimen. “Dame a tus cansados, a tus pobres, a los que quieren respirar libremente...”, dice el poema junto a la Estatua de la Libertad en Nueva York. La nueva ley de la Florida dice exactamente lo opuesto: no vengas, regrésate, no me importa lo que te pase.

Es cierto que en los últimos dos años ha aumentado considerablemente el número de cruces ilegales desde México. Pero la solución no es golpear a los migrantes al llegar a la Florida. La solución es un sistema que legalice a los 11 millones de indocumentados que ya están aquí y que pueda procesar, rápidamente y en orden, a los que llegan por la frontera con México.

Llevamos esperando una reforma migratoria desde 1986 y ahora, a punto de comenzar una nueva campaña electoral, no hay ninguna voluntad política en Washington para legalizar a nadie.

Los políticos de la Florida que votaron a favor de esta brutal e inhumana ley antiinmigrante son el mejor ejemplo de cómo no se debe tratar a los extranjeros. Para los que somos inmigrantes, o vienen de familias inmigrantes, la regla es darles a los extranjeros que vienen después de nosotros las mismas oportunidades que tuvimos.

Lo que está mal en la Florida es que, un estado que se ha creado y crecido con el trabajo de los inmigrantes, ahora les da la espalda y los vuelve delincuentes. Lo más triste es cuando, en tu propia casa, un inmigrante le cierra la puerta al inmigrante que viene detrás. Este no es el mismo lugar que me abrazó a mí y a millones después de mí.

PUBLICIDAD

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search