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Estado

Brigadistas, los héroes anónimos

Video: 'Combatir un incendio es adentrarse en el infierno'

El estado cuenta con más de 1,360 hombres y mujeres capacitados para enfrentar siniestros; '¿Hoy también volveremos todos?', la pregunta constante

El Diario de Chihuahua

sábado, 20 abril 2024 | 06:34

El Diario de Chihuahua

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Para César Moreno, brigadista en el combate contra incendios forestales en el municipio de Bocoyna, la sensación de las llamas a tan poca distancia de su cuerpo se siente como lo que se imagina, debe sentirse al entrar al infierno, pues en ocasiones su labor le demanda acercarse tanto al fuego, que es imposible no pensar en que podría no regresar.

Él es integrante en jefe de una de las 150 brigadas conformadas para controlar y extinguir este tipo de siniestros en la entidad, mismas que están compuestas por más de 1,360 hombres y mujeres que exponen su integridad en aras de proteger lo que consideran más importante para el ser humano: la naturaleza.

A las 8 de la mañana, como todos los días, César y su cuadrilla se reúnen en un punto para iniciar con la asignación de labores diarias que, este año y de manera inusual, casi siempre son interrumpidas por la necesaria atención al reporte de algún incendio, al que responden con prontitud y profesionalismo sin detenerse ante el miedo, un viejo conocido que no deja de hacerse presente.

¿Hoy también volveremos todos? Es una pregunta que flota continuamente en el aire.

“No importa si te avisan que el fuego es grande o superficial, tú nunca sabes qué puede pasar, las cosas pueden salirse de control muy rápido y el miedo por ti y por tus compañeros siempre está presente en este trabajo, yo siempre pienso en que podría no volver”, cuenta Jesús, quien lleva más de cinco años dedicándose a esta actividad.

Aun cuando los incendios son de baja magnitud, las labores para controlarlos duran horas, mismas en las que accionan técnicas como la brecha cortafuegos, que consiste en excavar y quitar todo rastro de planta o vegetación propensa a propagar las llamas, el seguimiento completo de la ruta que podría continuar el siniestro y la extinción de cualquier remanente que pudiera reavivarlo, esfuerzo al que además se suman las distancias de varios kilómetros que frecuentemente tienen que recorrer caminando cerro arriba solo para llegar al lugar.

Cuando las condiciones climatológicas no están de su lado, y uno de esos incendios que parecía no ocasionaría mayor problema, acaba creciendo más allá de los pronósticos, una operación “cotidiana” puede tornarse un trabajo intensivo de días o semanas, en las cuales no abandonan el sitio, sino que instalan casas de campaña en las que se refugian, duermen, comen alimentos enlatados y se asean con toallitas húmedas o en algún arroyo cercano, para luego regresar y continuar con el combate al fuego, una y otra vez hasta que logran apaciguarlo.

Para Reyna Isabel, quien a los 18 años empezó a capacitarse para ser brigadista, un siniestro de gran magnitud ocurrido el año pasado en Bocoyna, es el que más la ha marcado en sus ya cinco años en esta labor, pues ella y su cuadrilla se vieron encerrados súbitamente por las llamas.

“Se suponía que era un día normal donde ya estaba controlada la situación, pero de repente todo se prendió por todas partes y tardamos cuatro días en extinguirlo; se siente mucha desesperación por ti, el bosque, por los animales que se queman y no puedes ayudar, por tus compañeros. En esas horas eternas como equipo tratamos de animarnos con un “échale ganas, ya casi salimos”, esperando que sea verdad”, narró.

En esas circunstancias, la comida, el agua y las herramientas propicias para el combate se vuelven fundamentales para la supervivencia, pues debido a la intensa carga física que conllevan sus actividades, los brigadistas pueden llegar a requerir el consumo de hasta cinco litros de agua y 5 mil calorías diarias para mantenerse en estado óptimo y realizar sus labores de la mejor manera.

Es aquí cuando el apoyo de la ciudadanía se vuelve fundamental.

“En estos últimos dos años, el trabajo interinstitucional y el apoyo de la gente se han visto reflejados realmente, pues Protección Civil Estatal ha ido de la mano de nosotros con campañas de recolección y entregas de víveres e insumos, para que todos los integrantes de las brigadas tengan sus necesidades cubiertas mientras están en acción”, detalla Zacarías Galván, coordinador estatal de brigadas.

Este respaldo de la dependencia, indica, muchas veces incluye llevar lo recaudado hasta el mismo lugar de los siniestros, auxilio esencial para asegurar la suficiencia de alimento de los combatientes.

Así, la contribución del Estado y del resto de las instituciones de los tres órdenes de gobierno, es fundamental para preservar el pulmón más grande de Chihuahua, pero también la integridad de quienes lo arriesgan todo por él. 

“Conservar los recursos naturales es la meta principal y ellos son nuestros héroes anónimos. El 98 por ciento de los incendios son provocados por el ser humano, entonces tenemos que entender que está en nosotros salvarnos y salvarlos a ellos, porque en este tema somos todos”, enfatiza Humberto Molinar, director de Desarrollo Forestal y Recursos Naturales del Estado.

No dejar fogatas encendidas y evitar tirar colillas y basura en los bosques, son acciones sencillas de prevención de incendios que hacen una gran diferencia, pues aunque algunos no vean las consecuencias de estos actos, para ellas y ellos, los combatientes del fuego, puede significar el llegar o no a casa esa noche.

“Somos de aquí, somos de la Sierra y nuestra motivación es salvar los bosques, salvar los árboles que nos rodean y conservarlos. Muchas veces siento miedo, extraño a mis hijos, a mi casa, porque nosotros sabemos que uno podría no volver de un incendio, pero es un trabajo que alguien tiene que hacer”, subrayó la brigadista Graciela, que lleva más de cuatro años en esta misión y que espera acumular muchos más.

Cuatro horas contra las llamas

El reloj aún no marca las diez de la mañana cuando el inconfundible llamado de la naturaleza se hace presente. A lo lejos, una densa cortina de humo se alza en el aire, señal inequívoca que alerta a las tres cuadrillas contra incendios asentadas en Bocoyna, cuyos integrantes no solo conocen sino también sienten la urgencia de acudir ante el llamado desesperado del bosque, que reclama la ayuda de aquellos dispuestos a desafiar al fuego.

Con la premura del deber y la seriedad que solo la experiencia otorga, los brigadistas se preparan para la lucha. Visten su uniforme -que constan de pantalón de mezclilla, camisa amarilla de manga larga, guantes, botas especiales para el terreno, casco y lentes de seguridad- como si fuera una armadura y allí van, listos para enfrentar el reto. 

En cuestión de minutos ya están en marcha hacia la cima, hacia el corazón del peligro, con la determinación tallada en cada paso que dan.

El ascenso es un desafío que pone a prueba su resistencia física pues es un recorrido intrincado monte arriba, pero el avance continúa con la destreza de quienes han forjado su camino entre montañas y bosques. La llegada al epicentro del siniestro, obliga a desplegarse con la precisión de una estrategia ensayada tantas veces como tantos incendios atendidos.

En Chihuahua son miles

Las conflagraciones que hieren a la sierra tarahumara se repiten año tras año. Es falta de cuidado, cierto, pero también falta de apoyo y condiciones climáticas adversas. La sequía no da tregua y hay que aprender a vivir con eso: educar, prevenir, entender.

El fuego es caprichoso e impredecible. Desafiante ante el esfuerzo de los combatientes. Traicionero con el apoyo del viento. Ellos no retroceden, no se rinden. Trabajan incansablemente, mientras el tiempo se desvanece en el eco de su empeño por defender aquello que significa vida.

Mientras trabajan hay un silencio tenso. Apenas se dirigen la palabra, solo escuchan el sonido inconfundible del crepitar del fuego consumiendo la vegetación y la respiración de sus compañeros.  Cada elemento sabe su tarea y actúa con la concentración que demanda el saber que, lo que en un momento parece estar controlado, al otro podría convertirse en una amenaza para todo aquel que se encuentre cerca.

En trabajos como este, los errores y la falta de atención pueden costar vidas

Excavan, recogen, recorren y podan, ya son más de 30 elementos los presentes en el lugar del incendio que, aunque en un primer momento parecía un problema menor, se resiste y se extiende caprichosamente para complicar así el regreso temprano a casa.

Se controla y se sale de control, parece que se extingue y se reaviva, el fuego es engañoso y nadie se va si no es con la seguridad de que la situación ya ha sido sofocada. Para ese momento, luego de más de dos horas de labores, empiezan a llegar voluntarios al perímetro, gente del pueblo con herramientas, agua y las ganas de apoyar en las tareas que los profesionales indiquen.

“Este estuvo fácil, les tocó tranquilo”, dice uno de los brigadistas, cuando están a punto de dar las 2 de la tarde, casi 4 horas después del inicio del combate al fuego y cuando todavía no empieza el descenso de las cuadrillas, pues hay que esperar “por si las dudas”.

Más de cuatro horas de trabajo, de subidas, bajadas, de inhalar humo y tragar la tierra que se levanta del suelo con el viento –el mismo que aviva las llamas-, eso es un día “tranquilo” para ellos, que cuentan con centenas de siniestros en su haber, en su mayoría evitables pues su principal iniciador es el hombre, y que afrontan cada uno como si pudiera ser el último, porque saben que algún día podría serlo. (El Diario)

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