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El hombre que aprendió a vivir sin recto y sin estómago: 'Estoy vacío por dentro'

No siente hambre y tiene que obligarse a comer para no morir

Agencias

jueves, 22 julio 2021 | 13:13

Instagram/dualcillo

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Juan Dual tenía 13 años cuando supo que su futuro iba a ser muy distinto a lo que imaginaba. Le diagnosticaron poliposis familiar múltiple, una enfermedad hereditaria que le dejaba un 99,8% de probabilidades de desarrollar cáncer en el aparato digestivo, informó El Clarín.

No sabía cómo ni cuando, pero en algún momento sus órganos iban a fallar y algo iba a suceder. Pasó su adolescencia teniendo esto en claro.

Los antecedentes marcaban con incertidumbre lo que podría ocurrirle, una abuela y un tío habían fallecido por adenocarcinoma de colon. 

De modo que los estudios y las visitas a distintos especialistas se incorporaron a su rutina y apenas 6 años pasaron hasta que se encendieron las primeras alarmas.

Para evitar que el cáncer se desarrolle en su cuerpo, la única salida es una operación en la que se retire el órgano enfermo del organismo. 

Su padre ya había pasado por esa intervención y llevaba una vida relativamente normal, pero él con 19 años no sabía que su lucha recién estaba empezando.

"Se hace una previsión de fechas en las que van a empezar a salir piezas del cuerpo", explicó Juan a Antena 3 sobre el momento en que los médicos le informaron que debían extirparle el colon y el recto. La operación no fue sencilla, casi muere durante el procedimiento y su recuperación no fue buena. Anímicamente quedó golpeado y no se cuidó.

Subió de peso: "Llegue a pesar 106 kilos". Mientras tanto estudiaba enfermería y transitaba la vida sin demasiado apego, hasta que, a los 28, el cáncer volvió a tocarle la puerta. Ahora era el estomago el que debía irse y el postoperatorio le presentó una hemorragia que casi lo mata. Al poco tiempo una bacteria se adueñó de su vesícula biliar y no quedó alternativa más que extirparla. Y allí estaba, golpeado y herido pero vivo.

Entonces todo empezó a cambiar para él. En el peor momento de su cuerpo, con 4 órganos menos y la imperiosa necesidad de obligarse a comer porque ya no tenía la capacidad de sentir hambre, la vida tomó un valor completamente distinto: "Cuando has jugado tan de cerca con la muerte, dos o tres veces, te das cuenta de que la escala de valores... Estamos aquí muy poco tiempo", señaló.

"Perdí el 50 % de mi masa corporal y me quedé completamente sin fuerzas", contó a EFE sobre el momento más difícil en que su peso pasó a ser de 57 kilos. Sintió que su vida necesitaba un sacudón, una vuelta de página. ¿La salida? Mudarse a Japón.

"Estábamos en plena crisis económica y todo a mi alrededor era bastante negativo, así que en cuanto estuve un poco recuperado decidí aprovechar la oportunidad que me dieron unos buenos amigos de mis padres e irme a vivir una temporada a Japón".

"No hablo una palabra de japonés, no entendía nada en televisión, así que me dediqué a pasear una perrita a diario hasta que un día ella tiró de mí y me di cuenta de que podía trotar".

Meses después surgió la posibilidad de trabajar en Inglaterra, "en un pueblo bonito, pero sin más entretenimiento que unas colinas preciosas, así que empecé a correr. Ahí conocí a un grupo de deportistas con los que empecé a salir, y algunos de ellos se quedaron sorprendidos por lo hecho polvo que quedaba tras cada salida", rememoró.

"Les conté lo que me pasaba y alucinaron, y ahí nació la idea de enfocar mi vida a motivar a otros". Allí estaba su destino, eso que había salido a buscar cuando no sabía cómo seguir después de tanta operación. Volvió a España y comenzó a unir sus dos pasiones: correr y ayudar a otros a salir adelante.

Ahora estaba todo muy claro así que mientras corría por las calles de Valencia y se alistaba para la maratón de Barcelona, trabajaba junto a especialistas para resolver los problemas de alimentación que le habían dejado la batalla contra el cáncer. "Me hice el tonto una vez, pero no dos. Con el apoyo de Pepa, mi nutricionista, reaprendí a comer. Así volví a andar, luego a trotar y ya a correr".

"Puedo digerir, pero no conservar demasiado la energía, así que debo estar comiendo todo el día; es complicado, pero lo tengo aprendido", describió sobre las complejidades que debe afrontar a diario. El deporte se transformó en la mejor manera de encarar este trabajo en el que se convirtió su alimentación.

"El deporte me ayuda mucho y me lo ha dado todo. Cuanto más corro o pedaleo, más como. Si como, tengo más energía y fortaleza. Mi familia se tranquiliza porque me ve mejor. Además, sirvo de motivación para mucha gente que conoce mi historia. Me manda mensajes que son un empujón para seguir adelante. Siempre necesitas aferrarte a algo", apuntó Dual en diálogo con Marca.

Sin embargo, cuando se encuentra en plena competencia, los cuidados deben extremarse, ya que su vida corre serio riesgo. Es que la ausencia de estómago le impide sentir hambre, el cerebro no recibe la señal de que necesita comer y la grasa de su cuerpo es apenas del 3% de modo que el organismo no tiene de donde sacar energía para seguir.

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