Opinión

Un gobernador agotado, por el golf

Según la liturgia de la política mexicana, un gobernante llega a la cúspide del poder durante la primera mitad de su mandato...

Carlos Murillo
Abogado

domingo, 15 diciembre 2019 | 06:00

Según la liturgia de la política mexicana, un gobernante llega a la cúspide del poder durante la primera mitad de su mandato; en la cima hay un punto de quiebre y comienza el declive que, al principio es lento, casi imperceptible, pero de pronto toma velocidad hasta el momento en que va en caída libre.

Siguiendo la analogía de la física clásica, un gobernante astuto siempre carga con su paracaídas porque no sabe en qué momento lo va necesitar. Sin embargo, hay quienes se confían y creen que el poder es eterno, ése es el caso del gobernador Javier Corral que, al parecer, no se ha dado cuenta de que está en decadencia.

Hagamos un poco de historia. En 2016 Javier Corral, siendo senador, fue impuesto por el CEN del PAN como candidato a gobernador. Un año antes, en 2015, el PRI había ganado los nueve distritos federales con César Duarte como gobernador (y responsable político del estado). Las encuestas ponían a Javier Corral veinte puntos porcentuales abajo por aquella época.

Con este escenario adverso, Corral decide participar en la contienda electoral. Según algunas fuentes, Corral sabía que sus posibilidades de ganar eran menos que en el 2004, cuando fue candidato por primera ocasión y perdió con Reyes Baeza.

No hace falta ser un genio para reconocer la estrategia. Corral pensaba que una contienda electoral lo mantendría en el foco público, así, después de ser senador podría brincar por tercera ocasión a ser diputado federal y con algo de suerte volver a competir por la presidencia del PAN o por la coordinación de la bancada en el Congreso (algo que también se rumora para el 2021).

El filósofo de Rubio, Artemio Iglesias, lo decía con elocuencia “en política lo que parece, es”. Entonces, Javier Corral nunca quiso ser gobernador, su tirada era otra. Pero de algún modo tenía que llamar la atención. Cumpliendo con las reglas de la estrategia política, Corral decidió levantar una bandera y se sumó a Unión Ciudadana, un grupo de activistas de izquierda radical que habían decidido declararle la guerra al entonces gobernador Duarte, con un discurso bastante rentable: la acusación de corrupción.

Javier Corral usó premeditadamente las siglas de Unión Ciudadana, el discurso y a sus integrantes, entre ellos el articulista de este rotativo, Jaime García Chávez, quien por cierto ahora lo aborrece, después de que comían del mismo plato. La idea de meter a la cárcel a Duarte ni siquiera era de Corral.

El plan del entonces senador panista estaba en marcha, evidentemente era una agenda de mercadotecnia política para mantenerse vivo en la opinión pública nacional y, como dicen los jóvenes, una cosa llevó a la otra. De pronto, Corral estaba en la boleta electoral de 2016, sin la más remota de idea de qué hacer en caso de ganar, su única bandera (robada) era meter a la cárcel a Duarte, pero eso no es un proyecto de gobierno.

¿Por qué gana Corral en 2016? A diferencia de AMLO (que logró construir un proyecto alternativo de nación con la 4T y destruir por completo a su competencia con el discurso del PRIAN y la mafia del poder) en el caso de Corral, la coyuntura que lo llevó al triunfo en las urnas fue, principalmente, una fractura de los grupos políticos tradicionales del PRI, en específico, el grupo Baeza, que no confiaba en el pacto con Duarte y, menos aun, la continuidad que representaba Enrique Serrano, a quien nunca le creyeron el discurso de unidad.

Es necesario recordar que el PRI sobrevivió ochenta años, en gran medida gracias a los pactos entre los grupos internos y externos que negociaban con un eficiente sistema de compensaciones. Durante el viejo régimen, quien no ganaba en una elección era premiado por permanecer en el pacto y tenía oportunidad de volver a competir en el futuro. Eso se acabó en 2016 y fue la antesala de lo que ocurriría dos años después, cuando el PRI se desfondó por completo ante el tsunami de AMLO.

Entonces, de nuevo mi argumento, Corral no quería ser gobernador, ganó porque las circunstancias le favorecieron. Yo no olvido cuando salió el día de elección, el 5 de junio de 2016, a decir que había ganado por un punto porcentual, cuando en realidad tenía nueve puntos arriba y en realidad no lo sabía, ni tampoco creía que había ganado. En términos más claros, la gubernatura de Corral es un accidente y ése es el motivo por el que no tiene un plan de gobierno.

Corral llegó al poder con una votación baja, de 517 mil votos, cuando César Duarte había ganado con 600 mil votos seis años antes, entonces, también era falso el argumento del bono democrático, como le llaman a la legitimidad social que tiene un gobernante cuando gana una elección por amplio margen.

En fin, su única propuesta, la que logró posicionar en el marketing electoral, era meter a la cárcel a su antecesor. Entonces, su único plan durante los primeros tres años, fue perseguir a los funcionarios del sexenio anterior, ante un populismo punitivo evidente, que, en sus cálculos, le serviría como catapulta para entrar al juego de la política nacional. Pero el plan fallido le ha provocado más desgaste.

Conociéndolo, Javier Corral ahora planea su camino para ser candidato a la presidencia de la república. Eso dicen sus allegados y su interés por estar en la CDMX buscando reflectores una semana sí y otra también, lo confirma. Su nueva bandera es el federalismo, pero no ha despegado y dicen que eso lo tiene inquieto.

Mientras tanto, hay dos temas que se han posicionado en la opinión pública de los chihuahuenses, el primer tema es la vida privada de Javier Corral, sus constantes viajes de placer y su gusto por actividades lúdicas, han generado la percepción de ociosidad en su gobierno; por otro lado, está la falta de resultados, la gente ya olvidó el tema de Duarte, ahora piden seguridad, porque hubo un lamentable retorno a la violencia de los años 2008 y 2009.

En estas circunstancias, con el interés de Corral de brincar en 2021 a una diputación –y después a la Presidencia–, atenderá menos su función como gobernador y la caída del poder será más rápida. Lamentablemente, las ansias por seguir en el juego político pesarán más en sus decisiones, dejando al estado a la deriva en un momento de crisis.

Así, el 2020 será un largo año para Javier Corral, porque además es un gobernador que ha agotado su poder político antes de lo previsto; durante la primera mitad de su gobierno desperdició la oportunidad de consolidarse como un gobernante eficaz y se quedó varado en el discurso de odio contra su antecesor.

Algo hay seguro en todo esto, en 2021 habrá alternancia en el poder en Chihuahua y Corral buscará la forma de evadir su responsabilidad en el fracaso total de la administración del estado; y, para poder continuar con su proyecto político, tendrá que buscar otro discurso porque la cárcel de Duarte ya no le interesa ni a su amiga Carmen Aristegui y, como ya lo había mencionado, el federalismo no es un tema atractivo.

Por lo pronto, su destino está marcado con sus propias palabras. Recuerdo claramente un discurso de Corral en el que dijo “me podrán tachar de lo que sea, menos de ladrón” y tenía mucha razón, será recordado como el gobernador agotado, por el golf.

 

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