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Opinión

Poquita agua

La linda Dulcibella fue a confesarse con el padre Arsilio

Armando Fuentes
Escritor

miércoles, 05 agosto 2020 | 06:00

Ciudad de México–La linda Dulcibella fue a confesarse con el padre Arsilio. “Tengo un pecado grave, señor cura -le dijo atribulada-. Anoche mi novio me besó apasionadamente y me llenó de caricias encendidas”. Preguntó el sacerdote: “¿Y lo pusiste en su lugar?”. “No, padre -contestó Dulcibella-. Lo puse en el mío. Ése es el pecado”. Con su gran trompa el elefante bebía agua en el río africano. En eso llegó Tarzan a bañarse, para lo cual se despojó del taparrabos. Lo vio con atención el paquidermo y le dijo: “Tú tomas poquita agua ¿no? ”. Susiflor le contó a su mamá: “Me salió un pretendiente. Es pedagogo”. “Eso no importa, hija -replicó la señora-. Con el matrimonio a muchos hombres se les quita lo borracho”. La palabra “parangón” es algo fea, pero ella no tiene la culpa. Ese vocablo equivale a comparación o semejanza. Se aplica en casos como el de don Chinguetas, marido casquivano, quien junto con su compadre don Algón entró en amistad íntima con sendas bailarinas de cierto table dance. Doña Macalota, la esposa de Chinguetas, no tardó en enterarse de aquel ilícito comercio, y le exigió a su cónyuge que la llevara al dicho antro, pues quería conocer a la pelada -usó ese bajo término- que le estaba robando a su marido. A querer y no don Chinguetas tuvo que allanarse a la demanda de su mujer. Ya en el lugar doña Macalota le preguntó: “¿Cuál es la vieja? ”. Contestó don Chinguetas, apenado: “La pelirroja de la izquierda, la de la boa de plumas”. Inquirió doña Macalota: “¿Y cuál es la del compadre Algón?”. “La rubia de la derecha, la de medias de mallas y liguero”. Tras una pausa declaró doña Macalota: “La nuestra está mejor”. En igual manera se puede hacer un parangón entre la forma en que López-Gatell ha manejado la pandemia y el modo en que López Obrador ha conducido la República. En ambos casos se observa la misma conducta errática, el mismo uso de datos que no corresponden a la realidad, semejante actitud autoritaria. Hoy por hoy López-Gatell y López Obrador son vidas paralelas, espejos uno del otro. No andará muy desencaminado quien haga ese parangón. La palabra es algo fea, pero ella no tiene la culpa. Grande fue la sorpresa de Bucolia, la esposa del granjero Eglogio, cuando vio en el espejo las pompas de su marido, y escrita en ellas la palabra “International”. “¿Qué significa eso?” -le preguntó intrigada. Respondió, mohíno, Eglogio: “Significa que el tractor estuvo varias horas bajo el sol, y que yo, por pendejo, me recargué en él”. La joven esposa iba a dar a luz. Su angustiado maridito caminaba de un lado a otro frente a la sala de partos. Oyó de pronto que el doctor decía: “Pinzas”. Luego, lleno de susto, lo escuchó decir: “Desarmador”. Pero el colmo de su alarma vino cuando el facultativo solicitó: “Martillo”. Sin poderse contener irrumpió en la sala. Al verlo le dijo el médico: “No puedo abrir mi maletín”. Simpliciano le reclamó a su novia Pirulina: “Me dicen que te han visto en compañía de otros hombres”. Respondió ella: “Mi corazón te pertenece, pero el resto de mi cuerpo tiene otras preferencias”. “No entiendo, señor juez -manifestó el hombre acusado de bigamia-. Cuando hacía feliz a una mujer todo mundo hablaba bien de mí. Ahora que hago felices a dos, a la cárcel por bígamo”. Babalucas le comentó a un amigo: “Inventé un insecticida contra las cucarachas. El problema es que les tienes que dar una cucharadita cada 4 horas”. El novio de Glafira fue a pedir su mano. Don Poseidón, papá de la muchacha, lo interrogó, severo: “¿Está usted seguro, joven, de que puede hacer feliz a mi hija?”. “¡Uh, señor! -respondió con orgullo el galancete-. ¡Nomás pregúntele de anoche!”. FIN. 

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