Opinión

De política y cosas peores | Y tú ¿qué le dijiste?

Rosibel, la secretaria de don Algón, fue a París y regresó encantada

Armando Fuentes
Escritor

lunes, 22 abril 2019 | 06:00

Ciudad de México— Rosibel, la secretaria de don Algón, fue a París y regresó encantada. “Los franceses son muy caballerosos -le contó a su jefe-. Siempre les besan la mano a las mujeres”. Comentó don Algón: “La intención podrá ser buena, pero la puntería es pésima”. Doña Macalota le dijo a don Chinguetas, su marido: “En algún lío te metiste, porque vino un sujeto y me dijo dijo que te anda buscando para partirte la madre”. Don Chinguetas se preocupó: “Y tú ¿qué le dijiste?”. Contestó doña Macalota: “Que lo sentía muchísimo, pero que no estabas”. Babalucas tenía una prima llamada Pilar. Cierto día un amigo le preguntó: “¿Qué es de Pilar?”. Respondió el badulaque: “Es quitarle a alguien los pelitos”... Don Martiriano, el sufrido esposo de doña Jodoncia, escogió el traje más feo que había en la tienda. Era de color morado con rayas amarillas. Le preguntó al encargado: “Dígame con franqueza, joven. ¿Cree usted que si compro este traje mi señora saldrá conmigo cuando me lo ponga?”. Respondió el empleado: “Sinceramente, señor, creo que no”. Dijo don Martiriano: “Entonces me lo llevo”. Un señor que vivía en Madrid recibió un mensaje procedente de Zaragoza. Era de un amigo que le decía: “-osé: Nuestro compañero -acinto, con el que -ugábamos al a-edrez en -aén, murió el -ueves. -uan. P.D: No uso la jota porque es muy alegre y debemos guardar luto”. Susiflor le contó a Rosilí: “Mi novio Cástulo es muy respetuoso, muy caballero, muy decente, muy virtuoso. ¡Ya me tiene harta!”. Himenia Camafría, madura señorita soltera, le dijo a don Geroncio, el provecto señor que de vez en cuando la visitaba: “Amigo mio: ¡cómo me gustaría comer junto con usted mi platillo favorito!”. Preguntó don Geroncio: “¿Cuál ese platillo, señorita Himenia?”.  Respondió ella con un suspiro: “Pastel de bodas”. Dulcimel le tejió un suéter a su novio. Después de usarlo el muchacho le dijo a la chica: “El suéter no calienta nada”. “Qué raro -se extrañó ella-. Es de lana virgen”. Sugirió el novio: “El próximo házmelo de lana prostituta”. Este día regresamos a la realidad después de los días vacacionales. Y la realidad no se ve nada bonancible. La economía, digan lo que digan los voceros oficiales -sólo hay un vocero oficial- está prendida con alfileres, y si al alienado Trump se le ocurre darnos un apretoncito las consecuencias serán catastróficas para el país. De ahí la obsecuente actitud que ha asumido López Obrador frente al arrogante y necio Presidente yanqui, actitud que algunos tachan de sumisa pero que yo califico de prudente. Los empresarios mexicanos están inquietos y desasosegados, pues no saben cuál será la próxima medida que dictará AMLO. Empiezan a verse signos preocupantes: una importante empresa norteamericana de ferretería cerró sus puertas en nuestro país, con lo que quedaron sin empleo muchos trabajadores. Esperemos que ninguno de los dos presidentes, López Obrador y Trump, tenga alguna ocurrencia que complique las cosas, ya de por sí muy complicadas. Se casó la reina Victorina con el príncipe consorte. La noche de las bodas el novio le hizo a su real  desposada una demostración de amor digna de una página de Casanova. Tras de gozar aquellos epitalámicos deliquios la reina quedó arrobada, suspendida, transportada. Salió del éxtasis y le preguntó con feble voz a su marido: “Dime, Albertico: ¿el pueblo también disfruta de esto?”. “Desde luego que sí, mi vida -respondió el príncipe sonriendo-. Y aun creo que lo goza con mayor intensidad y más frecuencia que los nobles”. “Bloody be! -prorrumpió Su Majestad con expresión poco majestuosa-. ¡Y luego dicen que todo lo bueno lo tenemos nada más nosotros!”... FIN.

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