Opinión

El doble discurso

Es un hecho indiscutible que los gobernantes actuales dicen una cosa, y terminan haciendo otra muy diferente

José Ignacio Gallardo
Analista
miércoles, 13 noviembre 2019 | 06:00

Es un hecho indiscutible que los gobernantes actuales dicen una cosa, y terminan haciendo otra muy diferente. Eso es lo que se ha estado viendo de manera constante en los últimos días. Un doble discurso que afecta, y ofende a los mexicanos y sobre todo a los chihuahuenses. Lo más preocupante es que este doble lenguaje usado por los políticos mexicanos se vuelve cada vez más frecuente. Lo peor es que parece que los ciudadanos se han ido acostumbrando a escuchar de sus gobernantes decir una cosa, y verlos actuar en sentido contrario.

Y eso es precisamente lo que ha estado ocurriendo. Porque tanto el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como el gobernador de Chihuahua Javier Corral Jurado, se la pasan diciendo en sus discursos que trabajan de manera coordinada para restablecer el orden, el Estado de Derecho y la seguridad para los mexicanos y para los chihuahuenses. Pero en los hechos es evidente el fracaso de cualquiera de las estrategias que dicen haber emprendido con esos fines. Porque la realidad los golpea de frente, las estadísticas contradicen todos sus datos. La percepción ciudadana es que los gobiernos federal y estatal han sido rebasados por el crimen organizado y desorganizado. Parece como si se hubiera regresado a la pesadilla que se vivió del 2008 al 2011.

Los actos vandálicos perpetrados hoy en día por los cárteles que dominan gran parte del territorio nacional son contundentes. La afrenta que los grupos de narcotraficantes cotidianamente le hacen al Gobierno federal indica el nivel de poder que ostentan, así como el deterioro y corrupción que presentan las corporaciones policiacas. Es ya un reto abierto del crimen organizado a las autoridades federales y locales que se puede evidenciar después de los hechos ocurridos el 14 de octubre en Aguililla, Michoacán, el 17 de octubre en Culiacán, Sinaloa, o la violencia desatada en Ciudad Juárez en los pasados días.   

Las autoridades dicen tener estrategias, pero ante la falta de resultados positivos, se deduce que o no existen, o son tan mediocres que no lo quieren reconocer. El caso es que el estado de Chihuahua no ha podido descender de los primeros lugares de violencia que se registra en todo el país. El ataque cobarde y artero que sufrió la familia LeBaron y que le dio la vuelta al mundo, viene a poner de nuevo los reflectores en la entidad chihuahuense. Se suma a esto, la violencia que hay en la ciudad de Parral, pero sobre todo en Cuauhtémoc y en la sierra. Con esto ponen a Chihuahua como uno de los estados con mayor criminalidad y con menores posibilidades de restablecer el orden y el Estado de Derecho.

En estos momentos la administración corralista debería de estar presentando en la Ciudad de México, como le gusta al gobernador, un rimbombante plan de contención de la violencia para la entidad. Pero no, ni siquiera están capitalizando la crisis y sacando lo mejor de sus recursos para tratar de minimizar el impacto político que enfrentan. No se han dado cuenta que están sepultando el futuro político del Partido Acción Nacional.

Lo mal que se está viendo el Gobierno estatal en materia de seguridad sin duda que pasará factura político-electoral en los próximos comicios. A nivel federal ni se diga, tampoco se sabe de la presentación de una estrategia para el estado de Chihuahua derivada de la situación que se vive en muchos municipios tanto urbanos como serranos. Pero la tragedia de la familia LeBaron, donde niños y mujeres pierden la vida de una manera cruel, traerá consecuencias.

También los dobles discursos en materia de libertad de expresión son ya un lugar común. AMLO y Corral se erigen como firmes defensores de la libertad de expresión, pero en los hechos demuestran todo lo contrario. A pesar de discursos demócratas, la intolerancia a la crítica se está volviendo sello distintivo de sus administraciones. Y eso no le ayuda ni al país ni al estado. Los ataques a medios y a periodistas es una práctica recurrente en países como China, Venezuela, Cuba, y ahora ya también el país vecino. Desafortunadamente, México no se quiere quedar atrás y ya asimila también el doble discurso.

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