Opinión

Alfonso Caldera Negrete, we will wait for you

No sólo permitía entablar un diálogo cordial, sino contagiaba su alegría sobre la vida docente

Jorge Breceda
Analista

sábado, 16 noviembre 2019 | 06:00

La semana ha estado ajetreada en materia de noticias: internacionales –los sucesos de Perú y la postura internacional de México sobre Evo–, nacionales –la elección de Piedra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos– y municipales –incendios de camiones y violencia desbordada–.

Sin embargo, la presente opinión desarrollará el egoísmo humano de la persona que sufre una pérdida, ese tipo de individualismo que denuncia de todas las maneras posibles la mayor atención para lo que afecta al sujeto; esa preferencia a sí mismo y sobre los intereses de otro.

Lo anterior porque es evidente que existen cosas “más” importantes para las mayorías, basta con evidenciar la trascendencia de las repercusiones en materia de geopolítica que México tendrá por haberle abierto las puertas a Evo, observar la obstinación del partido político en el poder de rehusarse a la autocrítica en un nombramiento lleno de vicisitudes o la materialización de una violencia radical a nivel municipal, misma que nos revive las sensaciones del 2009.

Sin embargo, en este momento es lo que menos importa comentar; reseñaré que en el 2006 inicié como profesor por honorarios en la Facultad de la Universidad Autonomía de Chihuahua, un joven imberbe que se esforzaba por ser buen docente.

En esa etapa de mi vida me encontré con colegas de todo tipo, unos que se acercaban para entablar conversaciones en que sobresalían los consejos, las risas y la futura amistad; otros docentes que miraban a los profesores jóvenes como incapaces de formar e informar a las futuras generaciones, pues en esa dualidad sobresalía el maestro Alfonso Caldera Negrete, un sujeto distinto, ya que no sólo permitía entablar un diálogo cordial, sino contagiaba su alegría sobre la vida docente.

La fortuna o bendición –citando a mi suegra– no sólo la tuve al conocer al profesor Caldera como par académico, sino como profesor; en esos años, la Facultad brindaba cursos de inglés a su planta docente, ahí fue donde el maestro Caldera me impartió la asignatura de Inglés II, sin duda, un docente excepcional.

Me atrevo a decir que la excepcionalidad del profesor consistía (en aquel curso) en usar la gran calidad humana como una herramienta docente, un profesor cuya paciencia era insuperable –en Inglés II, un servidor quería que me explicará el verb to be y ¡lo hizo!–, su amor por ser profesor era notable –nunca se ausentó– y sobre todo, era eficiente en el proceso enseñanza-aprendizaje, es decir, un gran profesor.

La última vez que conversé con él fue 24 de septiembre de los corrientes; aproximadamente a las 16:40 horas asistí a la Facultad para impartir una conferencia, esto en el marco de la semana académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autonomía de Chihuahua.

Es así como, en el estacionamiento docente tuve una conversación de reencuentro –años de no verlo–, conversamos del beisbol local y cómo este deporte envuelve profundos sentimientos humanos, sonreímos y nos despedimos con un abrazo sentido; ésta fue la última ocasión que disfruté de la compañía de un gran profesor he de mencionar que siempre le hablé de “usted”, nunca de “tú”.

Ahora bien, hace un par de días me llegó la noticia que el profesor Caldera se encontraba desaparecido, información que confirmé de inmediato con mis amigos de la Facultad; sin duda, un golpe para todas aquellas personas con las que compartió un espacio el maestro.

La movilización en redes sociales ha sido significativa, la comunidad está compartiendo la noticia para entablar una búsqueda social, situación a la que me uní de inmediato; ¡debemos de encontrarte Alfonso!, lo debemos de hacer porque tu aporte a esta sociedad es importante, personas como tú no sobran, sino faltan.

Por ello, exhorto a las autoridades a realizar las pesquisas necesarias para encontrar al Alfonso Caldera Negrete, insistiendo que es necesario para esta sociedad universitaria.

Hasta que nos volvamos a ver al profesor, su ejemplo del imperioso respeto hacia la docencia lo guardaré e implementaré en mi ejercicio profesional.

Notas de Interés

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