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Opinion El Paso

Las explosiones de Beirut crean un dilema para el mundo

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Bobby Ghosh / Bloomberg

viernes, 07 agosto 2020 | 06:00

Nueva York– Más de cien muertos, miles de lesionados y cientos de miles de personas se quedaron sin casa: el costo humano de las explosiones masivas de este martes en Beirut exigen una respuesta inmediata del resto del mundo. No es una exageración decir que muchos más van a morir, o quedarán permanentemente discapacitados, si no llega la ayuda inmediatamente.

Sin embargo, la tragedia también pone a los líderes y organizaciones mundiales que prestan dinero en un dilema que es conocido: ¿cómo ayudar a las personas afectadas sin empoderar a sus oscuros y siniestros gobernantes?

El dilema apareció recientemente en Irán, cuando el gobierno de la República Islámica trató de obtener un préstamo por 5 billones de dólares del Fondo Monetario Internacional para lidiar con la pandemia del coronavirus.

En ese momento, yo argumenté que al régimen de Teherán no debería confiársele ese dinero:  Había un gran riesgo de que ese dinero fuera inyectado al bien establecido programa de Irán para difundir el terrorismo y la violencia sectaria en todo Medio Oriente.

Sería mejor ofrecer ayuda material; alimentos, medicinas, médicos y enfermeras. 

Reveladoramente, el gobierno iraní insistió en obtener el dinero, que no ha recibido y optó por dejar que su gente sufriera en lugar de aceptar las ofertas occidentales de asistencia no monetaria.

Desde entonces ha tratado de ocultar el alcance de la crisis del coronavirus a través de unas cifras maquilladas. El verdadero número de muertes podría ser tres veces más alto que lo que han anunciado.

Líbano, además de su disfuncionalidad política y caos económico, es mayormente una sociedad abierta.

El Gobierno del primer ministro Hassan Diab aceptará con beneplácito las ofertas de ayuda de todos los frentes (con la posible excepción de Israel). Los grupos de rescate y alivio de todo el mundo están en camino a Beirut.  Alimentos y otros suministros de emergencia arribarán también.

Sin embargo, la elite política, que es profundamente corrupta y que dirige el país, no desaprovechará esta oportunidad para pedir dinero. Y allí está el dilema.

No hay duda de que Líbano necesita dinero en efectivo. Beirut ha sufrido un enorme daño físico:  el gobernador de la ciudad estima que les costará entre 3 y 5 billones de dólares repararlo.

Bajo circunstancias normales, la diáspora libanesa podría hacerse cargo de la mayoría de la cuenta.  Aunque en los últimos meses, el peligroso estado de la economía libanesa –y especialmente el colapso de su moneda– ha provocado que muchos sacaran el dinero del país.

Esas personas van a enviar dinero para apoyar a sus amigos y familiares, aunque invertir en la reconstrucción requiere tener fe en el manejo de la economía y confianza en el sistema bancario que no existe actualmente.

En cuanto a Irán, existe el peligro de que la ayuda monetaria sea desviada de su propósito inicial: ya sea que vaya a dar a los bolsillos de los famosos y sobornables políticos de Líbano o algo peor, que se destinen a llenar los cofres de Hezbollah, que actúa como un títere en toda la región.

El temor de que el dinero caiga en las manos de Hezbollah ha impedido que los estados del Golfo Árabe rescaten a Líbano de su actual crisis económica, como lo hicieron en el pasado.

Eso deja al Fondo Monetario Internacional, que hasta antes de la tragedia del martes estaba en pláticas con el gobierno de Diab para un crédito de 10 billones de dólares. Sin embargo, esas negociaciones se estancaron debido a la inhabilidad del gobierno de acordar un plan de reforma económica.

La semana pasada, el ministro de Economía Raoul Nehme estaba siendo optimista cuando dijo que podría obtener la mitad de esa cantidad.

El Fondo Monetario Internacional ahora está dispuesto a hablar de una suma mayor, para incorporar las necesidades de reconstrucción de Beirut. Sin embargo, el riesgo de hacer mal uso podría ser mayor en el caos después de las explosiones, así que deberían ser más insistentes en la transparencia.

La escala de la tragedia debería sacudir al gobierno –y a toda la clase política– sobre su sentido acerca de la necesidad de que haya reformas. Aun cuando Hezbollah, con toda seguridad, debe reconocer ahora que un rescate, con ciertas reglas es inevitable y urgente.

Por lo menos, el gobierno debería permitir que un sistema de supervisión internacional vigilara cómo es gastado el dinero de la reconstrucción. El no poder asegurar la ayuda en un momento en que existe mucha simpatía hacia Líbano podría ser desastroso.

El mundo desea ayudar a Líbano, pero los políticos de Beirut también deben dejar que los ayudemos.

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