PUBLICIDAD

Opinion El Paso

La frontera indomable

.

Jorge Ramos Ávalos/Periodista

domingo, 02 octubre 2022 | 06:00

Poco se puede hacer para evitar que tantos migrantes salgan de su país. Invertir en el sur, aun con buenas intenciones, tomará años en dar resultados.

Por supuesto que hay una crisis en la frontera entre México y Estados Unidos. Es una crisis humanitaria. Casi dos millones y medio de personas han cruzado ilegalmente en el último año, según reporta la Patrulla Fronteriza. Esto es un récord. Pero no hay ninguna justificación para la crueldad de engañar y enviar a refugiados, sobre todo venezolanos, a un lugar que desconocen.

Empecemos por la realidad. La frontera entre México y Estados Unidos nunca va a estar totalmente asegurada. Es porosa por naturaleza y por historia.

De sus 3,152 kilómetros de largo, solo hay barreras o cercas en una tercera parte. El resto está lleno de huecos. Y por más agentes que se pongan en los espacios abiertos, desiertos y montañas, es prácticamente imposible cerrarla al tráfico de inmigrantes a pie.

La actual crisis en la frontera se debe a su vulnerabilidad –geográfica e histórica– y a que millones están huyendo del sur del continente luego de lo peor de la pandemia. Ellos han votado con sus pies. Y prefieren enfrentarse a los peligros del trayecto –y a los agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos– que quedarse en sus países con hambre, violencia, enfermedades y sin oportunidades para sus hijos.

El deseo y la necesidad de emigrar aumenta para los que viven en dictaduras brutales. Un ejemplo: Venezuela. Casi siete millones de venezolanos han huido de su país. Hay muchas razones que los empujan fuera de Venezuela, incluyendo la represión política.

Un reciente informe de la ONU acusa al régimen de Nicolás Maduro de “crímenes de lesa humanidad, cometidos a través de los organismos de inteligencia del Estado, orquestados por personas en los niveles más altos de autoridad”.

Imposible culpar a un venezolano que huye de su país. Al contrario, deberíamos de darles refugio y protección. Pero el gobernador de la Florida, Ron DeSantis, en lugar de ayudarlos, envió a unos 50 venezolanos en un vuelo fletado desde Texas hasta Martha’s Vineyard en Massachusetts, con una parada en la Florida. Los inmigrantes dicen haber sido engañados y, con la ayuda de un grupo de abogados y aprendiendo muy rápido, presentaron una demanda. Me parece maravilloso un sistema de justicia que le permite a un recién llegado demandar a un gobernador. En pocos países se ve esto.

La decisión de DeSantis fue calificada por muchos como “cruel”. Pero lo mismo, exactamente, ha estado haciendo el gobernador de Texas, en autobuses. Miles de inmigrantes, detenidos en Texas, han sido enviados a ciudades como Nueva York, Washington y Chicago, a pesar de que su destino final era otro.

Ambos gobernadores querían llamar la atención sobre la situación en la frontera y lo lograron. Pero jugando con la vida de muchos inmigrantes y sin ofrecer soluciones concretas.

Al final de cuentas, nada cambia en la frontera con el vuelo de DeSantis y los autobuses de Abbott. El borde está desbordado. Solo en el pasado mes de agosto entraron, sin documentos, más de 251 mil inmigrantes.

Poco se puede hacer para evitar que tantos migrantes salgan de su país. Invertir en el sur, incluso con las mejores intenciones, tomará años para dar resultados. Ante esta crisis humanitaria, Estados Unidos sigue demostrando que tiene la capacidad económica para absorber a estos recién llegados. Un reciente reportaje en The New York Times cuenta cómo un inmigrante venezolano llegó sin nada a Washington D.C. en julio y ahora tiene un trabajo que le paga hasta 700 dólares a la semana. Este es el tipo de historias personales que se repiten una y otra vez en América Latina y que alimentan la idea del “sueño americano”.

El deseo humano por una vida mejor es mucho más poderoso que cualquier barrera física. Esta es una frontera indomable. Y nuestra obligación, independientemente de las cifras, es tratar a estos inmigrantes y refugiados como quisiéramos que nos trataran a nosotros. Engañar a los inmigrantes para ganar puntos políticos es, también, engañarnos a nosotros.

PUBLICIDAD

Notas de Interés

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search