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Opinion El Paso

Empanadas que ofrecen esperanza

Las personas que están desempleadas recientemente, sin duda se han visto afectadas en este momento, aunque algunos están tocando fondo y eso los está forzando a reevaluar sus destrezas, talentos y esperanza

Theresa Vargas / The Washington Post

lunes, 01 junio 2020 | 06:00

La esperanza puede llegar de muchas formas: un grueso sobre de una universidad, una línea en la prueba de embarazo o las llaves de una casa nueva.

Un sábado reciente, apareció de esta manera: dos bolsas de papel de color café.

Fabián Lagos me las entregó mientras me encontraba parada en la banqueta afuera de la casa situada en el norte de Virginia que él comparte con su esposa Lissette.

“Espero que te gusten”, comentó Lissette a través de su mascarilla, mientras yo le entregaba 28 dólares. No podía ver su boca, pero sus ojos estaban sonriendo. “Por favor, dime la verdad. Dinos si hay algo que podamos mejorar”.

Dentro de las bolsas, envueltas en papel de aluminio y unicel había siete empanadas elaboradas con las recetas con las que Fabián creció viendo a su abuela preparar en una zona rural de Chile. 

Una estaba llena con camarón y queso, otra con pollo desmenuzado y una tercera con una mezcla de carne de res, aceitunas y huevo duro.

Si ustedes buscan “empanadas chilenas” y “área del Distrito Columbia” en Google, no van a encontrar muchos lugares en donde puedan comprarlas. Definitivamente, no van a encontrar enlistadas las que elabora la familia Lagos.

Para encontrarlas, tendría que haber escuchado acerca de ellas de alguien que también escuchó hablar de ellas o que conoce a Fabián y Lissette.

Eso se debe a que esa pareja nunca esperó dedicarse a venderlas –y tampoco esperaron que venderían casi 300 en un reciente fin de semana.

La pandemia del coronavirus ha dejado sin trabajo a decenas de millones de personas en todo el país que hacía que vivieran cómodamente, o por lo menos de una manera manejable.

Esos empleos que permitían hacer un presupuesto, planear y hasta derrochar, los que generaban estrés pero también estabilidad y eran predecibles.

Si esos empleos desaparecen, la gente cambia. La Gran Recesión nos mostró eso y también nos enseñó que las familias de la clase media se quedaron sin casa y la gente que tenía autos caros se sentía avergonzada de formarse en la línea para recibir comida gratis.

Aunque también nos mostró algo más: que las personas pueden reinventarse a sí mismas. La gente que quedó en bancarrota pudo reconstruirse en algo completamente diferente.

Durante la recesión del 2009, el fotógrafo Michael Williamson de The Washington Post y yo pasamos cuatro meses viajando por todo el país, tomando caminos alternos y durmiendo en hoteles baratos, para documentar la manera en que la gente se estaba adaptando.

Encontramos algo predecible y también sorpresivo. Vimos gente durmiendo en espacios prestados.

En una población del oeste de Virginia, en donde su empleador más importante, una planta de Volvo, se vio forzado a despedir a 2 mil 400 personas, dos terceras partes de su fuerza laboral, descubrimos un campamento de lucha libre que estaba abarrotado con hombres desempleados pero optimistas.

Uno de ellos pasó nueve años ayudando a construir tractocamiones de 18 ruedas antes de perder su trabajo. Yo escribí esto acerca de él: “Se dio cuenta que si el mundo real ya no le tenía puesta la correa, ¿por qué no salir corriendo para hacer lo que él siempre había disfrutado?”

“En realidad, la crisis económica me cambió totalmente la vida”, nos dijo en ese momento. “Me costó algunas cosas, pero me dio muchas más”.

De una manera silenciosa y que pasa desapercibida, eso está sucediendo nuevamente. Las personas que están desempleadas recientemente, sin duda se han visto afectadas en este momento a medida que se están acumulando las facturas por pagar y aumenta el estrés, aunque algunos están tocando fondo y los está forzando a reevaluar sus destrezas, talentos y esperanza.

Para ver eso, sólo tenemos que darle un vistazo más de cerca a esas empanadas.

Antes de la pandemia, Fabián Lagos trabajaba como carpintero, instalando escaleras dentro de las casas. Luego, llegó el virus y el llamado a la distancia social, por lo que no fue sorpresivo que la gente ya no quisiera tener cuadrillas de trabajadores en sus casas.

Pasó una semana sin que pudiera trabajar, luego fueron dos, cuatro.

“Mi esposo empezó a preocuparse y yo también, porque fue pasando una semana tras otra”, recuerda Lissette, quien trabaja para una empresa que hace préstamos hipotecarios. “Después de la cuarta semana, estábamos teniendo realmente problemas para que nos alcanzara con un solo salario”.

También notó que su esposo pareció estar decayendo espiritualmente.

“Empecé a verlo realmente decaído”, comentó. Ellos habían sido voluntarios activos en su iglesia, pero durante algunas reuniones a través de Zoom, ella notó que guardaba más silencio de lo normal. “Yo seguí dándole ánimos y diciéndole ‘no te preocupes, yo estoy bien y sé que si yo estuviera en esa situación tú me ayudarías’”.

Fabián disfrutaba hornear pan para la familia y había tomado unas clases culinarias en Chile, pero consideraba la cocina como un hobby.

Un día, cuando Lissette llegó a casa después del trabajo, encontró que él hizo una tanda de empanadas para cenar. La familia de Lissette también es chilena, pero ella ha pasado la mayor parte de su vida en la región de Washington. Su familia se mudó a este lugar en 1980, debido a que su abuelo era diplomático de la embajada chilena.

“Recuerdo haber dicho, “Dios mío, están increíbles”, dijo acerca de las empanadas de su esposo. “Él me preguntó: ‘¿realmente están tan buenas?’”

Prepararon algunas para sus parientes y miembros de su iglesia, y pronto la gente empezó a alentarlos para que las vendieran.

El primer fin de semana lo hicieron, y vendieron unas 40. Al siguiente fin de semana, vendieron unas 80.

Ahora, dejan de tomar órdenes cuando la demanda llega a unas 300. Dejan pasar un tiempo entre cada entrega para que sus clientes y ellos mismos se mantengan de manera segura. 

Lissette comentó que es hipertensa, así que, ha sido especialmente diligente en tomar precauciones.

Ella describe la demanda de empanadas como algo “inesperado” e “inspirador”.

“Estamos exhaustos pero felices”, dijo. “Nos decimos ‘Caray, ¿puedes creerlo? ¿será algo real?’”.

En esos raros fines de semana en los que han dejado de vender, ella dice que su teléfono está lleno de mensajes de texto de personas que preguntan cuándo volverán a elaborarlas nuevamente.

Su hermana, quien los está ayudando a prepararlas, también les ha hecho publicidad en su iglesia y ha publicado comentarios en su página privada de Instagram. 

En una reciente publicación le avisaron a las personas que ya están tomando órdenes para el 6 de junio.

“Las empanadas de mariscos lo son ‘todo’”, escribió una personas acerca de las que contienen camarón, mejillones y almejas.

“He estado en Chile y estas empanadas me lo recuerdan, están muy buenas!!!”, escribió otra persona.

Cuando conocí a Lissette y Fabián, les conté que pasé siete meses estudiando en Chile en la universidad y recuerdo bien las ricas empanadas que eran diferentes de las dulces que comí durante mi infancia en Texas.

También les dije que no soy una crítica culinaria, así que, no importa mi opinión acerca de sus empanadas. En caso de que se estén preguntando, esas siete empanadas no duraron mucho durante la cena con mi familia y al día siguiente les envíe un correo electrónico que contenía la palabra “increíble” seguida de un signo de exclamación.

Pronto, ustedes podrán juzgar si les gusta la textura de la masa o los sabores de los rellenos. Debido a que el mes pasado, las empanadas se convirtieron en algo más que una manera de pagar los servicios para esta pareja. También se han convertido en una fuente de esperanza.

La esperanza de que pronto podrán ahorrar el dinero suficiente para instalar un camión de comida.

La esperanza de que el camión de comida le irá lo suficientemente bien para que eventualmente puedan abrir un restaurante.

La esperanza de que cuando la gente pase por debajo del letrero de ese restaurante en unos años más, vean un nombre que hable de cómo la pareja trabajó junta para sacar algo bueno de este momento terrible.

En este momento, están inclinándose a registrar su nombre comercial, que es una combinación del de los dos: Empanadas FabiLissias.

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