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Opinion El Paso

Discurso del 4 de julio de Trump fue divino, no divisivo

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Ruben Navarrette Jr. / The Washington Post

lunes, 13 julio 2020 | 06:00

San Diego— El que éste sea un año electoral y debido a que los medios de comunicación están decididos a jubilar al presidente Donald TRrump, no deberíamos esperar que alguien le dé el crédito por alguna cosa. Todo lo que tienen que ofrecer es culpa –y crítica.

Aun cuando yo mismo soy crítico de Trump –y alguien que originalmente nunca ha sido fanático de él y que ha despreciado al magnate inmobiliario desde junio del 2015, cuando declaró su intención de competir para llegar a la Casa Blanca y para animar a sus seguidores le llamó a mi abuelo mexicano criminal, violador y narcotraficante –ya estoy harto de esto.

Ningún presidente hace todo mal ni todo bien. Ya sea que estemos hablando de CNN en la izquierda o de Fox News en la derecha, los medios de comunicación siempre tratan de hipnotizar al público. ¿Por qué no sólo se dedican a reportar lo que sucede?

Los que odian a Trump están estancados en la narrativa de los fallidos demócratas de la elección del 2016, por ejemplo, de que Trump es una mala persona.

Por qué nos dijeron que hasta ir al Monte Rushmore a celebrar a Estados Unidos el 4 de julio, fue un intento diabólico realizado por un presidente malvado para sembrar la división y empezar una “cultura de guerra”.

Si hay guerra, el primer disparo fue hecho hace décadas. En las palabras de Billy Joel, Trump no empezó el fuego.

No creo que la izquierda haya pensado en esa línea de ataque. Por lo menos se necesitan dos partes para hacer una guerra. Si Trump apoya a Estados Unidos, entonces ¿podemos asumir que sus contrincantes están en contra de Estados Unidos?

¿Es allí realmente en donde los liberales anti-Trump quieren afianzar su postura?

La elección del 2020 debería ser acerca de todo –de revivir la economía para luchar contra el coronavirus y hasta frenar la violencia policíaca. En lugar de eso, la elección podría bajarle los ánimos a la manera cómo nos sentimos todos acerca de Estados Unidos.

A mí no me importa Trump, pero amo a Estados Unidos y me gustó su discurso.

“Nosotros afirmamos que Estados Unidos es la nación más justa y excepcional que existe en la Tierra”, les dijo Trump a sus simpatizantes que lo aclamaban.

Ahora, el activismo ha tenido éxito al jalar a Biden hacia la izquierda y lo han alejado del centro moderado, siempre que un candidato demócrata habla acerca de Estados Unidos, su cadencia robótica suena de este manera: “Nosotros no sólo reconstruimos este país, sino que los transformamos”.

¿Ustedes saben quién se transformó? Joe Biden. Y pensar que es la misma persona que Barack Obama nombró en el 2008 como su compañero de fórmula debido a que el senador de Delaware construyó toda su marca alrededor de ser “el que le susurraba al oído a la clase trabajadora”.

Aunque los demócratas abandonaron las raíces del hombre común y se convirtieron en el partido de las élites de las costas, Biden siguió conectado con la gente trabajadora que usaban cascos duros y cargaban su lonchera.

En este año, el mensaje de la campaña de Trump es obviamente: “Estados Unidos es bello” y el mensaje de Biden parece ser: “Estados Unidos está quebrantado”.

Existe una sola opción. ¿Cuál mensaje se supone que resonará entre más estadounidenses?

Así es, incluyéndome a mí, aunque tenía miedo de aceptarlo. La mayoría de los estadounidenses piensan que el país es como una casa a la que puede dársele un retoque, pintarla un poco, y hacerle tal vez unas reparaciones leves.

Pero Estados Unidos no necesita ser derruida hasta los cimientos y ser reconstruida con espacios seguros, con una cultura del “despertar” y zonas libres de policías.

Nuestro país no es perfecto. Pero tampoco está podrido hasta el fondo, como aseguran muchos de la izquierda. La izquierda quiere darle a Estados Unidos una severa regañada, pero va a terminar dándole a Trump algo que no merece: cuatro años más.

Los medios de comunicación lo saben, y es la razón por la que no han desperdiciado el tiempo haciendo demagogia sobre el discurso del 4 de julio de Trump.

Saben cuando un mensaje es ganador al escucharlo. Y dar un mensaje mejor y más positivo toma mucho trabajo. Es más fácil atacar.

Pero ¿saben lo que realmente me molesta acerca del ataque de los medios de comunicación sobre el discurso de Trump? No es el partidismo ni la política. Es la responsabilidad personal o mejor aún, la falta de ella.

Trump le dijo a los que estuvieron presentes: “Grupos de personas enojadas están tratando de derrumbar las estatuas de nuestros Padres Fundadores, pintarrajear nuestros memoriales más sagrados y desatar una ola de delitos violentos en nuestras ciudades”.

Todo eso es verdad. ¿Los manifestantes realmente pensaron que podían salir a generar disturbios, destruir la propiedad pública, quemar las estaciones de Policía, romper las ventanas, cometer actos de pillaje en las tiendas y provocar el caos– y que no habría consecuencias ni condenas? ¿Se supone que los estadounidenses deben sentirse bien con eso y sólo aceptarlo como un ejercicio saludable de la libertad de expresión y seguir adelante?

Con eso se arregla todo.

La izquierda dura –y el Partido Demócrata que ahora controla– deberían ser descalificados de poder dirigir este país. ¿Cómo podrían hacerlo si ni siquiera lo entienden?

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