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Opinion El Paso

Baño de sangre

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Jorge Ramos / Periodista

domingo, 24 marzo 2024 | 06:00

Miami— Esto es lo que dijo Donald Trump durante un evento de su campaña presidencial en Ohio: “Le vamos a poner 100 por ciento de aranceles a cada carro que cruce la línea (desde México) y no van a poder vender esos autos, si yo soy elegido. Ahora, si yo no soy elegido, esto va a ser un baño de sangre. Y eso es lo de menos. Va a ser un baño de sangre para el país. Eso será lo de menos. Pero no van a poder vender esos autos”.

Los discursos de Trump son tan caóticos y desordenados, tan llenos de amenazas e insultos, sin notas ni teleprompter, que es imposible saber cuáles son sus verdaderas intenciones. ¿Son promesas de campaña o simplemente más mentiras?

De ese discurso en Ohio que duró más de una hora, muchos medios de comunicación sacaron este titular: “Si yo no soy elegido, esto va a ser un baño de sangre”. Este es el precedente. Trump ha insistido, falsamente, que él ganó las elecciones presidenciales del 2020 y cientos de sus seguidores atacaron violentamente el Capitolio en Washington el 6 de enero del 2021 luego de un discurso del ahora ex presidente.

Pero Trump, en su plataforma de Truth Social, acusó a los medios de comunicación de “pretender estar en shock por su uso de las palabras BAÑO DE SANGRE, a pesar de entender perfectamente que me estaba refiriendo simplemente a las importaciones (de autos)... que van a matar la industria automotriz”.

Entonces, si de verdad Trump no estaba amenazando con violencia en caso de perder las elecciones presidenciales el 5 de noviembre, México y su nueva presidenta –quienquiera que sea– deben prepararse. El ex mandatario está adelantando que, si regresa a la Casa Blanca, impondría nuevas sanciones e impuestos –100 por ciento– a los autos que se construyen en México y que se exportan a Estados Unidos.

“México se ha apoderado, en un periodo de 30 años, del 34 por ciento de la industria automotriz de nuestro país”, señaló Trump en el mismo discurso en Ohio. Los datos son estos.

México produce 3.5 millones de autos cada año y es el séptimo productor de vehículos motorizados en el mundo, según la Administración de Comercio Internacional (ITA) que depende del Departamento de Comercio de Estados Unidos. “El 88 por ciento de los vehículos producidos en México se exporta”, asegura ITA, “con un 76 por ciento destinado a Estados Unidos”. Entre las empresas automotrices que tienen plantas en México, de acuerdo con ITA, están Audi, BMW, Ford, General Motors, Honda, Hyundai, Kia, Mazda, Mercedes Benz, Nissan, Stellantis, Toyota, Volkswagen y Tesla.

La producción, importación y exportación de vehículos entre México, Estados Unidos y Canadá fueron meticulosamente negociadas y acordadas en un tratado (T-MEC) que entró en vigor en el 2020. Y aunque sigue habiendo disputas, en ningún punto del tratado aparece el imponer nuevos aranceles del 100 por ciento a los autos fabricados en México y destinados a Estados Unidos.

Esas no son las reglas del juego entre los tres países. Pero eso es lo que quiere hacer Trump si vuelve a ganar. Su discurso populista y nacionalista es muy claro. “Si ellos quieren construir plantas (de automóviles) en Ohio, en Michigan, en Carolina del Sur, lo pueden hacer utilizando a trabajadores estadounidenses”, dijo Trump hace unos días, “lo pueden hacer”.

Para muchos no está muy claro lo que Trump quiso sugerir con su comentario sobre un “baño de sangre” si pierde las elecciones. Pero sí es evidente que, de ganar la presidencia, intentaría atraer a Estados Unidos empleos que actualmente están en México.

Las consecuencias serían enormes. Aumentarían los precios de los autos que se venden en Estados Unidos e impactaría negativamente a la economía de México. Además, generaría nuevas presiones migratorias en la frontera. Si se cerraran algunas de las plantas automotrices en México, debido a los nuevos aranceles, sus trabajadores quedarían desempleados y podrían considerar emigrar a Estados Unidos.

La posible reelección de Trump –quien sigue negando los resultados de las votaciones del 2020– es una enorme prueba para la centenaria democracia estadounidense. Pero, para México, sería un reto gigantesco tener como vecino, de nuevo, a un gobernante que no respeta las reglas y que está acostumbrado a hacer y decir lo que se le pega la gana.

@jorgeramosnews

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