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Juárez

Le ‘llena el alma’ ayudar a sus panas

Integrado al mundo laboral juarense, venezolano tiende la mano a otros migrantes mientras espera una excepción humanitaria para cruzar a EU

Hérika Martínez Prado / El Diario de Juárez

sábado, 04 febrero 2023 | 15:42

Manuel Sáenz/El Diario de Juárez

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Un día que en su casa solamente había comida para él y para su hermana, pero no para sus padres, Jaime supo que tenía que comenzar a migrar, recuerda seis años después el venezolano quien hace casi un mes llegó a Ciudad Juárez, en donde todos los días apoya como voluntario en el comedor de Catedral y luego trabaja como barista en Café San Ángel.

Jaime Jesús Chávez Vargas, de 23 años de edad, es uno de los miles de migrantes que esperan en esta frontera poder obtener su ingreso a Estados Unidos, a través de la aplicación móvil CBP One, para solicitar al gobierno de Joe Biden una excepción humanitaria al Título 42.

“Yo creo plenamente en Dios, en todo el transcurso del viaje me ha ayudado. Y cuando en la selva ves gente que realmente necesita ayuda, que pasa acontecimientos horrorosos como la pérdida de extremidades, que perdieron a sus hijos dentro… cuando uno ve toda esa situación a uno le va naciendo hacer algo por los demás. Y a mí me llena el corazón, me llena el alma y me siento feliz de ayudar –a otros migrantes–”, aseguró quien de lunes a viernes, apoya como voluntario en el comedor de Catedral, al que asisten en promedio 600 personas al día.

Después de ayudar de 10:00 de la mañana a 2:30 de la tarde a acomodar a las personas en las mesas y llevarles avena caliente y un plato de comida; el sudamericano trabaja de 3:00 de la tarde a 11:00 de la noche en el café, ubicado sobre la calle Adolfo de la Huerta, en el estacionamiento del centro comercial Río Grande Mall, en donde asegura que sus compañeros, jefes y clientes lo han acogido.

“A veces duermo tres horas, de 12:00 a 3:00, porque a las 3:00 me despierto para intentar con la aplicación. Es un caos, cuando llega al calendario se queda congelado”, aseguró Jaime, que no ha logrado obtener una cita en CBP One para cruzar la frontera, ante la saturación del sistema.

Sin embargo, asegura que disfruta tanto apoyar a otros migrantes como realizar su trabajo como barista, con lo que puede reunir el dinero que paga en el cuarto de renta en el que vive.

Jaime nació en Barinas, Venezuela, pero se crio en Zulia, en donde tenía un año y medio estudiando Ingeniería Electrónica y dos semestres Ingeniería Mecánica, esta última de la cual tuvo que salirse por problemas económicos.

También “era atleta nacional, representaba a mi estado y representé en varias ocasiones a la universidad, y en una oportunidad fui a representar al país, pero por temas políticos fui desplazado por no apoyar al Gobierno”.

En 2017, en una protesta la Policía se llevó presos “a los estudiantes que estaban exigiendo sus deberes y sus derechos, y a quienes vinieron y dispararon a quemarropa, inhumanamente… a esas simplemente las dejaron ir como si nada. Y fue algo que realmente fue ofensivo para un estudiante, porque a un delincuente lo están premiando mientras que a una persona que está estudiando lo toman como delincuente. Ahí en ese preciso momento descarté el hecho de estudiar en esa etapa, me encantan los estudios, pero bajo condiciones diferentes”, explicó.

Ya sin la comida de la universidad y con los problemas económicos a los que se enfrentó el país, un día en su casa ya no había comida para todos.

Pone a su familia en primer lugar

“Un día llego a mi casa y mi mamá sólo nos sirvió comida a mi hermana y a mí y me dice que ellos ya habían comido; yo sabía que no era así, simplemente les di mi arepa, mi comida, se las di a ellos y me retiré ese día de la casa. Fui a pensar de manera diferente, un poco más calmado y al día siguiente senté a mi papá y le dije: papá, debemos tomar una decisión”, compartió.

Ese día, Jaime comenzó a migrar. Después de vender su casa, su familia regresó al campo en donde nacieron, para invertir en el cultivo, pero de los 3 mil dólares que invirtieron sólo lograron 150 dólares de ganancia.

“En ese momento yo dije: ya no más, ya no puedo continuar acá en el país, necesito irme”, por lo que en 2018 decidió migrar a Bogotá, Colombia, en donde comenzó a trabajar en mantenimientos generales o construcción, y reparación de computadoras, hasta que comenzó a trabajarle al dueño de un restaurante, en donde comenzó a trabajar porque en Barinas había hecho cursos de barista y había trabajado como bartender en una discoteca.

Después de tres años se asoció para poder abrir su propio restaurante, una pizzería-bar en la que un mes después sufrieron un robo y disparos, hechos en los que su socio resultó herido.

“Un día llego a mi casa y mi mamá sólo nos sirvió comida a mi hermana y a mí y me dice que ellos ya habían comido; yo sabía que no era así, simplemente les di mi arepa, mi comida, se las di a ellos y me retiré ese día de la casa”

“( Se llevaron presos) a los estudiantes que estaban exigiendo sus deberes y sus derechos, y a quienes vinieron y dispararon a quemarropa, inhumanamente… a esas simplemente las dejaron ir como si nada”

En movilidad de nueva cuenta

Endeudado y con los problemas que causó la pandemia de Covid-19 en los negocios, el venezolano comenzó a trabajar como mesero y luego como jefe de servicio en Tropicalia Coffee, en Bogotá, en donde recibió más capacitaciones sobre el café, hasta que la violencia y la necesidad de ayudar a sus padres enfermos lo hizo decidir migrar nuevamente, ahora hacia Estados Unidos.

El 15 de diciembre de 2022 salió de Bogotá hacia México, a donde llegó 14 días después, y el 8 de enero a Ciudad Juárez, recordó.

“En el camino la Guardia Nacional mexicana y la Policía mexicana extorsionaban a los pasajeros migrantes, y les colocaban una suma de dinero por cabeza, si no, simplemente te retenían y te devolvían. Por eso, en el camino yo me quedo en Hermosillo, Sonora, me quedo dos días y mi intención era avanzar a Nogales, Mexicali o Tijuana, pero por Juárez han pasado amistades y me contaron cómo es el proceso por acá y decidí venirme a Juárez”, recordó.

Unos minutos después de pasar Agua Prieta, Sonora, agentes de la Guardia Nacional le exigieron mil dólares para dejarlo avanzar, los cuales no traía, pero finalmente les dio lo que traía y lo dejaron volver a subir al camión.

‘Me tuvieron ahí amenazado’

“Me tuvieron ahí amenazado y extorsionándome con un dinero con el cual yo no contaba, y el chofer del bus estaba esperando que ellos le dijeran si me dejaban o me retenían… yo traía mi bolso con mi ropa y pertenencias, ellos sacaron hasta lo más mínimo, revisaron todo, incluso me amenazaron con colocarme droga o algo ahí para inculparme con un cargo mayor y poder procesarme”, aseguró.

Dijo que poco antes de llegar a Ciudadjuárez lo volvieron a abordar elementos de la Guardia Nacional, pero esta vez sólo revisaron su boleto del camión y sus identificaciones.

La madrugada del 8 de enero logró finalmente llegar a esta frontera, en donde la primera noche se quedó en un cuarto de hotel, en donde el 9 de enero pasó su cumpleaños número 23.

El día 12 acudió por primera vez a las oficinas de la Catedral Nuestra Señora de Guadalupe en busca de trabajo, pero tras recibir el alimento en el comedor de la Pastoral de Movilidad Humana de la Diócesis de Ciudad Juárez, coordinado por Cristina Coronado, quien también dirige en esta frontera el Ministerio para Migrantes de la Sociedad Misionera de San Columbano, decidió convertirse en voluntario.

Recibe el abrazo de los fronterizos

Jaime comenzó a buscar un trabajo en el que pudiera seguir colaborando con la alimentación a otros migrantes y fue así como a través de Cristina llegó a Café San Ángel, en donde muchos clientes se sorprenden al saber que es venezolano y lo alientan para seguir adelante.

“En el trabajo me va excelente, los propietarios son excelentes personas, mis compañeros son amigables y hay un equipo muy amoroso. En Juárez la gente es bastante cálida, los clientes se alegran de que uno se pueda integrar a la sociedad juarense”, narró Jaime, que después de obtener una carta de trabajo en la Oficina de Atención al Migrante de Municipio, pudo conseguir en el Instituto Nacional de Migración (INM) un permiso temporal para permanecer y trabajar en México.

Con el sueño de llegar a Arizona o a Colorado, el venezolano forma parte mientras tanto de la comunidad y la economía juarense, por lo que pidió a los fronterizos ser empáticos con los migrantes y darse la oportunidad de conocerlos.

“Nadie está obligado a ayudar a nadie, pero pueden brindar esa posibilidad a muchas personas de explotar su pasión y sus habilidades”, destacó.

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