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Juárez

‘Estamos aquí… entre la espada y la pared’

Debido a la vigilancia que mantienen autoridades de México y EU, personas en situación de movilidad están atrapadas en los límites de la frontera

Hérika Martínez Prado / El Diario de Juárez

viernes, 19 abril 2024 | 06:00

Fernando Méndez / El Diario de Juárez | Agente vigila a extranjeros que están del otro lado del río

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Ciudad Juárez.- Después de seis meses de travesía desde Venezuela y de caminar toda la noche por el desierto de Samalayuca, Jesús permaneció “atrapado” en los límites de la frontera que divide a México de Estados Unidos, debido a la vigilancia que mantienen las autoridades de ambos países. 

Sentados sobre el río Bravo/Grande, bajo el Sol y rodeados de rollos de alambres de púas, Jesús y decenas de migrantes más de distintos países, permanecieron vigilados desde El Paso por agentes militares, un helicóptero y un dron que continuamente sobrevolaba sobre el cauce internacional, y desde Ciudad Juárez por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) que patrullaban el bordo mexicano.

“No podemos pasar ni pa’cá, ni pa’allá. Estamos aquí como que entre la espada y la pared. Estamos como 50 personas aquí, en este pedacito, y hay como 20 niños. Aquí sobrevivimos, porque no podemos entrar a Estados Unidos ni regresar a México. A veces toca salir hasta el pueblo para buscar un poquito de agua, pero hay que estar corriendo en esa avenida para que no nos detenga Migración… estamos corriendo pa’cá y pa’allá”, narró.

Aunque la vigilancia del personal el INM que comenzó el pasado lunes 1 de abril ya ha disminuido, una patrulla permaneció días pasados frente al marcador internacional número 36 y otras patrulló de oriente a poniente y viceversa, por lo que los migrantes se mantenían escondidos, sintiéndose “en el limbo”, sin poder estar en México ni en Estados Unidos. 

De ‘ilegal a legal’

Todos permanecían ya en Estados Unidos, sobre los límites de un río internacional casi seco, que apenas llevaba un hilo de agua, sobe el cual Jesús dio un pequeño salto para regresar a México y ser entrevistado. Un pequeño salto que según las leyes de ambos países lo convertía de “ilegal a legal”. 

“Llevo seis meses viajando desde Venezuela, yo vengo solo, pero tengo un grupo –conformado por seis adultos y una niña de dos años–. Ayer, (el pasado domingo) rodeamos el desierto, entramos a las 8:00 de la noche y salimos a las 5:00 de la mañana, porque nos perdimos en el camino. Y desde ahí, donde sale uno del desierto, más delante de Migración nos venimos de raite hasta aquí”, relató. 

Recordó que parte de su viaje lo hicieron en trenes de carga, y aunque los bajaron varias veces en el recorrido, los dejaban continuar caminando, pero “ya aquí como estamos en frontera es más complicado porque ellos como que quieren ya cumplir su trabajo y que no llegue uno a Estados Unidos”. 

Sólo con un burrito que les habían regalado horas antes, sin que la niña de dos años pudiera comerlo debido al picante, el originario de Caracas, Venezuela, tuvo que finalmente correr desde el río que divide a El Paso de Ciudad Juárez, hasta una tienda de conveniencia que se encuentra sobre el bulevar Juan Pablo II, esperando no ser detenido por los agentes federales mexicanos. 

“¿Aquí no hay derechos humanos?, alguien que nos ayude. Estamos en Estados Unidos, pero nosotros podemos cruzar el río para recoger la comida. Necesitamos agua y comida para los niños”, pidió una mujer de Venezuela, mientras que el llanto de una niña de un año de edad, quien era abrazada por su mamá junto a los alambres de púas, se escuchaba en la frontera. 

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