PUBLICIDAD

Estados Unidos

Convierten cerro sagrado en paso fronterizo a EU

Migrantes de todo el mundo intentan entrar a Estados Unidos por ese sitio porque no hay muro fronterizo

The New York Times

sábado, 07 agosto 2021 | 18:51

Adria Malcolm / The New York Times | Al fondo el cerro de Cristo Rey Adria Malcolm / The New York Times | Migrantes detenidos Adria Malcolm / The New York Times | Migrantes detenidos por agentes de la Patrulla Fronteriza Adria Malcolm / The New York Times | Panorámica del lugar

PUBLICIDAD

El Paso— Elevado sobre la zona fronteriza, el cerro de Cristo Rey es una de las barreras naturales entre México y Estados Unidos. Cada año, durante casi un siglo, ha atraído a miles de personas que recorren un camino de curvas que representan el Vía Crucis para rezar bajo una cruz de piedra caliza de 9 metros de alto ubicada en la cima.

La cúspide del cerro ofrece una vista panorámica a tres estados: Texas y Nuevo México, en Estados Unidos, y Chihuahua, en México. En estos días, no sólo atrae a los fieles, también a los desesperados: migrantes de todo el mundo que intentan entrar a Estados Unidos porque aquí no hay muro fronterizo.

Recientemente, en las oscuras horas después de la medianoche, varios grupos de hombres salían de las laderas cubiertas por grava del cerro, mientras al otro lado centelleaban las luces de El Paso, Texas. Sin embargo, mientras descendían fueron vistos por agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, que capturaron a 16 de los migrantes y los reunieron a lo largo de una carretera.

"La verdad es que la mayoría de la gente lo logró", dijo Evandro, un migrante brasileño de 31 años, que pudo ver a muchos de sus compañeros de viaje correr hacia la libertad a través de un campo de casas móviles y ranchos cercanos. "Simplemente tuvimos mala suerte".

Unos mil 300 kilómetros al sureste en el Valle del Río Grande, ocurría una escena similar antes del amanecer. Seis hombres que habían cruzado el río, con la esperanza de llegar a Houston, estaban ahora con sus ropas mojadas hechas montón y bajo la custodia de agentes fronterizos. Después de viajar miles de kilómetros desde Honduras y saborear "la adrenalina de tocar este país", como lo describió Elías Galindo, de 25 años, no llegarían más lejos.

Poco después, ambos grupos fueron subidos en camionetas de la Patrulla Fronteriza, esas de color blanco y verde, que los transportaron a los centros de procesamiento. A las pocas horas, fueron deportados a México.

En julio, las detenciones en la frontera suroeste de Estados Unidos alcanzaron sus niveles más altos desde el año 2000, con un promedio de más de 6 mil 700 arrestos por día. Pero los números a veces engañan. El Título 42, una norma de salud pública que invocó el expresidente Donald Trump por la pandemia, y que fue extendida la semana pasada por la Administración Biden, permite que muchos adultos que viajan solos sean expulsados rápidamente en lugar de pasar por largos procedimientos de deportación. Eso significa que muchos de los mismos migrantes terminan intentándolo una y otra vez, hasta que algunos de ellos tienen éxito.

"Los agentes están abrumados", dijo Gerardo Galván, oficial a cargo de la estación de la Patrulla Fronteriza en Santa Teresa, Nuevo México.

En los días cálidos del verano, cuando los cruces de migrantes generalmente disminuyen, la afluencia de este año ha sido implacable.

El número de migrantes detenidos en el área de El Paso se ha triplicado este año fiscal, con 135 mil 326 arrestos, casi el 80 por ciento de ellos adultos solteros. Equipados con sensores de movimiento, cámaras infrarrojas de largo alcance y drones aéreos, los agentes de la Patrulla Fronteriza dicen que creen que la mayoría de los que cruzan la frontera son detenidos, aunque nadie sabe realmente cuántos logran escapar.

El calor en esta época del año es implacable y el terreno peligroso. A mediados de junio, se encontró el cuerpo de una mujer mexicana cerca de la base del cerro de Cristo Rey.

Jeremiah Blount, un agente de El Paso, dijo que se había encontrado con migrantes con destino a casi todos los estados. Un grupo de indocumentados, dijo, fue arrestado durante cinco días consecutivos. "Les pregunto: '¿Todavía no has llegado a Nueva York?".

'Lo único que llevo es cansancio'

Cuando despertaba el pueblo de Sundland Park, un agente a caballo y otro en un vehículo todo terreno custodiaban a tres hombres, sentados en el suelo, mientras esperaban a que llegaran otros agentes para llevárselos.

Ordenaron a los migrantes que se quitaran las agujetas de los zapatos y luego se pusieran de pie, con las manos detrás de la espalda y las piernas abiertas.

"¿Llevas algo que pueda lastimar a alguien?", preguntó uno de los agentes, Joel Freeland, mientras cateaba a un hombre.

"Lo único que llevo es el cansancio", respondió Obdulio, de 41 años.

De los bolsillos sacaron pasta de dientes, un cepillo de dientes, un cargador de teléfono y una venda para los pies,

"¿De dónde eres? ¿Tienes visa?", preguntó Freeland, aunque ya sabía la respuesta.

Entregó cubrebocas a los hombres y les pidió que colocaran sus celulares y pasaportes en bolsas ziploc. Uno de los migrantes, un joven escuálido de 21 años con camisa de camuflaje, batallaba para quitarse un collar de cordón negro y el agente se lo cortó.

Los tres eran de Honduras.

"Vine a hacer cualquier trabajo honesto", dijo Obdulio, un carpintero que no compartió su apellido. "No hay suficiente trabajo en mi país. Tengo tres hijos".

Dijo que él y sus dos compañeros habían viajado 16 días en tren y autobús para llegar a Ciudad Juárez, la ciudad mexicana frente a El Paso. Pero habían llegado al final de su viaje.

'Hubiera hecho cualquier trabajo'

Poco después, a las 8:00 horas, en el Valle del Río Grande, Jesse Moreno vio a sus compañeros de la Patrulla Fronteriza detenidos a lado de la carretera y se les acercó.

En la caja trasera de su camioneta, una mujer llamada Lillian López, de 30 años, se secaba las lágrimas.

Había comenzado su viaje desde Honduras hace dos meses, explicó la mujer. Había viajado en varios trenes, incluido el conocido como La Bestia, que ha cobrado la vida de muchos migrantes que se aferran a la parte superior de los vagones en movimiento.

"Fue peligroso", dijo, levantando una mano izquierda lesionada.

Tenía planes de trabajar en Houston para mantener a los tres hijos que había dejado con un hermano.

"Vine aquí para brindarles una educación", dijo López. "Hubiera hecho cualquier trabajo".

Unos minutos más tarde, la radio de Moreno volvió a la vida. A menos de un kilómetro de distancia, un grupo de unos 15 hombres, mujeres y algunos niños habían sido interceptados.

Muchos de ellos se sentaron en el suelo bajo el sol ardiente. Los agentes les entregaron mascarillas y botellas de agua.

Esa tarde, un agente llamado Fernando Gómez escoltó a un grupo de unos 20 migrantes hasta el Puente Paso del Norte que conecta El Paso con Ciudad Juárez y los envió de regreso a México.

Luego siguió otro grupo, y después otro.

Luego, esa noche, la luna se elevó sobre el cerro del Cristo Rey. Alrededor de las 22:00 horas de la noche, el agente Blount detuvo su vehículo debajo de la montaña. Pronto, aseguró, los migrantes comenzarían a descender de la cumbre.

"La música de circo está a punto de comenzar", dijo.

En las últimas 24 horas habían capturado a unas 400 personas.

Condujo aproximadamente un tercio del camino hacia la montaña donde otro agente estaba patrullando el área con su cámara infrarroja de visión nocturna después de que un sensor detectara el movimiento.

No encontró a nadie. Quizás había sido un puma o un coyote.

A la mañana siguiente, José Luis, un mecánico mexicano de 54 años, se presentó en la Casa del Refugiado, un albergue en El Paso. Había salido de la montaña durante la noche, dijo. Logró evadir a la Patrulla Fronteriza.

"Me tomó un día cruzar esa montaña", dijo. "Dios me hizo invisible para llegar aquí".

PUBLICIDAD

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search