Espectáculos

Espartaco, a la gloria

Con 103 años, culmina la vida del actor, productor y patriarca Kirk Douglas, quien comprometido con las causas revolucionó Hollywood

De la Redacción

jueves, 06 febrero 2020 | 06:00

Kirk Douglas, el ícono de la pantalla de barbilla partida, conocido por una variedad de personajes memorables en películas como Spartacus o Champion, un rebelde ante la esclavitud del Hollywood de su tiempo y productor independiente, ha muerto. Tenía 103 años.

Douglas, quien continuó actuando después de superar un derrame cerebral en 1996 que le impedía hablar, murió ayer en Los Ángeles, rodeado de familiares, dijo su hijo Michael en un comunicado al Times.

Una guerra mundial, dos matrimonios, cuatro hijos, uno de ellos el actor Michael Douglas, la muerte de otro, 95 películas, un combate letal contra la industria de Hollywood, un accidente de avión, un infarto, dos rodillas nuevas, media fortuna donada a causas benéficas y un nieto en la cárcel, Douglas se fue sin tener nada que demostrar. 

Nació rodeado de miseria. Issur Danielovitch, de padres inmigrantes analfabetos rusos judíos, se crió en la marginación en el barrio más antisemita de Nueva York.  

Durante sus días como estudiante de interpretación, Kirk no tenía donde caerse muerto, hasta el punto de provocar su propio arresto para pasar una noche en la cárcel  Cuando era niño, Douglas desarrolló un sentido temprano de la dirección que podría tomar su vida.  

“Siempre quise ser actor, creo que desde la primera vez que recité un poema en el jardín de infantes sobre el Robin rojo de la primavera. Aplaudieron. Me gustó ese sonido. Todavía lo hago”, escribió en su autobiografía

Un boxeador le abrió camino

Se abrió camino en Hollywood interpretando a un boxeador, utilizó su poder para luchar por los marginados y hoy cumple 103 años convertido en un campeón.

'El ídolo de barro' —1949—la historia de un boxeador que, como Douglas, buscaba ganarse el respeto de los demás, lo coronó como una estrella con una nominación al Oscar.   

La consolidación de Douglas como estrella infalible para la taquilla llegó con un puñado de 'westerns'. Pocos cabalgaban como él, y su talento para manejar armas sin inmutarse se tradujo en recaudaciones millonarias. El público no se cansaba de verle en pantalla, y él siguió siendo el mismo testarudo implacable obsesionado por impresionar a los demás. 

Rebelde y radical 

El actor puso de rodillas a Hollywood y destruyó los cimientos de una industria esclavista con sus estrellas. Tras dar su primer pelotazo como actor,  se negó a firmar el contrato estándar de siete años según el cual los actores estaban obligados a aceptar todos los proyectos que el estudio quisiera. Él valoraba su libertad por encima de todo, y revolucionó la industria convirtiéndose en la primera estrella en fundar su propia productora. 

Su olfato como productor le llevó a apostar por directores desconocidos en su momento como Billy Wilder (El gran carnaval, 1951) o Stanley Kubrick. Durante el rodaje de Senderos de gloria , el perfeccionismo del actor chocó a diario con la tozudez de Kubrick. Incluso llegaron a las manos cuando Kubrick reescribió el guion de arriba a abajo sin el consentimiento de Douglas. 

Amante de la vida

Douglas no tuvo problemas en reconocer sus infidelidades con medio Hollywood, siempre con el consentimiento de su pareja, porque según él, "las europeas [su mujer, Anne Buydens, es alemana] se lo toman de otra forma". 

Marlene Dietrich, Joan Crawford, Rita Hayworth y Lana Turner  son algunas de sus amantes, cuyos escarceos Douglas describió en su biografía amorosa 'Let's face it. 90 years of living, loving and learning'. 

En el libro también recuerda cómo perdió la virginidad a los 15 años con su profesora, y lo bien que se lo pasó con una azafata de vuelo a la que le gustaba que le abofeteasen mientras gritaba: "¡Soy nazi!". 

Cuando cumplió 99 años en 2015, Kirk prefirió hacerle un regalo a la profesión que le ha dado todo lo que tiene. Su donación de 14 millones de euros a una casa de acogida para actores con alzheimer permitió la construcción de un nuevo edificio, que Kirk rechazó bautizar con su propio nombre: la residencia se llama "el asilo de Harry", en honor al padre del actor. 

Kirk y su esposa Anne donaron un total de 37 millones de euros a causas benéficas, la mitad de su fortuna. Pero él no tuvo ningún interés en regodearse en su filantropía y generosidad. Él fue, simplemente Kirk, el hijo de un inmigrante.

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